Cine-mundial (1944)

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Después he visto muchas veces a Sarah Bernhardt, y la impresión fue distinta; pero la que recibí aquella tarde de verano, en su castillo, es la imperecedera. Vestía traje de cola, como una reina; diadema de brillantes sobre su frente, a modo de corona; en sus brazos se enroscaban cintas de oro y pedrería; sartas de perlas cubrían completamente su cuello, descendiendo hasta mitad del pecho; en su diestra se erguia un fino cayado de ébano y marfil, dándole aire majestuoso el obligado ademán. Con algunos años menos me hubiese figurado soñar, y estar siendo juguete de los caprichos de la imaginación despierta, después de leer algún cuento de la colección Calleja. A pesar de que tenía mucho más para que tal ocurriese, en los rincones de mi memoria se producían raros espejismos, y, sin quererlo, me preguntaba: ¿es una hada? ¿es una princesa encantada? Yo debí parecerle el imprescindible hijo del leñador, a aquella reina de engañapichanga; sentí el rubor en mis cachetes, en la frente el cosquilleo húmedo de la emoción, en la lengua traba y en el cerebro desquicio. Ella me alargó su mano izquierda para que la besase, ahora lo sé, pero entonces se la tomé, la sacudi suavemente, como temiendo romper aquel brazo blanquisimo, y la dejé caer. . . . Adivine una sonrisa en su boca pintada y ol: —Siéntate, muchacho. Mauricio me presentó, después de besar a su madre con efusión y ternura, y cuando Sarah le dejó libre los movimientos, desanudando un abrazo interminable, estrecho, furioso casi: —Este chico argentino, que te queria conocer; hace versos, es de Buenos Aires; apenas tiene tres años de Francia. Sarah habló de sus ruidosos triunfos en Buenos Aires, de su amor por aquella tierra “dueña del porvenir,” del asombro que le causó ver allá tanta gente que comprendía el francés, que lo hablaba como su propia lengua. Un criado de opereta nos sirvió vermouth francés con jarabe de casis; para Ella trajeron otra cosa en copita azul que parecía flor. Se charló del mar, entre sorbo y sorbo. Después, sentó junto a sí a Mauricio, le acarició como si fuese un niño, le dijo mil dulzuras, le besó, le estrechó entre sus brazos, y luego, dejando su cayado ebenúmeo y marfilino, unió sus dedos, echó el busto hacia adelante, y como si fuese a oír el relato de una travesura, invitó a Mauricio: —Bueno, hijito, empieza a leernos “eso.” Y Maurice Bernhardt empezó: —“El Jugo de las Vides,” comedia moderna en tres actos. ... —Bonito el título, —reflexionó en voz alta Sarah. —“Escena en el campo meridional... . — Oh, esto me está pareciendo un anuncio del bordelés! ¡Cuidado! —“La escena representa” Mauricio. Y así; cada párrafo era interrumpido »”» continuó Página 86 por frases, chistes, correcciones, comentarios, y, a veces, hasta largas tiradas de crítica. Mauricio se impacientaba: —j Pero Mama! Y la Grande Sarah, entonces, cogia la cabeza de su hijo mimado, la estrechaba entre sus manos, la contemplaba un momento con éxtasis, la besaba golosamente, y exclamaba pensando en otra cosa: —jAh, qué chiquillo éste! 5 o 5 Volvimos a Quiberón, Mauricio y yo; él me hablaba de su madre sin medida. . y yo soñaba, como un idiota, sin oirle, sin comprenderle, completamente ebrio de emoción, con unas ganas de llorar que apenas pude disimular. DE PLATE a la Quinta Avenida Por Manuel México, Enero, 1944 AQUI, sobre la mesilla de metal, están ceniceros quemados, los recortes de periódico, los amarillentos programas de teatro que José F. Elizondo dejó en la redacción. Me parece verle llegar, pulcro y enlutado, cordial y sereno, hasta el rincón de trabajo. Se cambia los gruesos anteojos, enciende el inseparable cigarrillo, y arreglándose con el meñique el gris mechón que resbala por la frente, persigue los consonantes, aprisiona la sal y la pimienta de la hora y escribe el epigrama, para que vuele como abeja de oro por toda la Ciudad. ¡Cuántas veces su ingenio derramó diamantes en esta sección de CINE-MUNDIAL que ahora se me encarga! . . . Lo recuerdo con profunda emoción. Horta COMO UN remedo de Broadway, el corazón de la Ciudad de México palpita y se enciende en la noche de invierno. Dos millones de almas quieren olvidarse de la guerra, de la carestía y de la política, refugiándose en los cines y en los teatros. Las películas nacionales ganan terreno. Astros y estrellas autóctonos tienen ya sus partidarios y detractores, y la producción realizada a todo vapor, rara vez consigue la obra perfecta. ¿Causas? ... Todo negociante enriquecido, quiere convertirse como por arte de magia, en director y argumentista ; cualquier modestísimo emborronador de cuartillas, salta a la palestra, como eje esencial de un asunto para llevar a la pantalla. Ninguno escarmienta. EN LA CAPITAL DE MEXICO.—Entre varios periodistas, Rafael Arzos, repre sentante de la Monogram en esa república; James BurckeH, productor de la serie "Charlie Chan"; y Fortunio Bonanova, que dirigirá "Charlie Chan en México.” Cine-Mundial