Cine-mundial (1945)

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BROMAS Y VERAS... de la ilusión. Si hablan ahora los personajes de la pantalla, ¿por qué no lo han de poder hacer en el idioma de uno? ¿Es que son ellos acaso quienes hablan? Admitida esta suplantación, como la del gramófono, ¿por qué no aceptar la otra, de que sean otros fantasmas los que escamoteen habilmente, impecablemente, la voz aguardentosa de la Bacall y la Marlene, o que sea un crío carpetovetónico quien diga las gracias de la pequeña O'Brien? El espectador está decidido a creerlo todo porque para eso le han gastado la broma de dejarlo a oscuras ante el retablo de las maravillas del cinema moderno. A la tercera o cuarta película sonora y doblada que uno vea, ya se acabaron las aprensiones y se la tomará por tan natural como las otras. El “respetable” se acostumbrará a la voz ronca de ese desconocido que doblará siempre a Wallace Beery, como se ha acostumbrado a la voz del pato Pascual. é L Cutex es . Supremo para sus unas! 0 NOME Poa Tás 306 Página > Esmalte CUTEX Pida ver los novedosos tonos Cutex... Uselos y distingase! (Viene de la página 290) ¿QUIÉN HA PROTESTADO de que al ir Peter Lorre a cometer un crimen, o al ir a besar Robert Taylor a cualquier damisela de Hollywood, se oyesen unos compases de Grieg o de Tchakovski, “intensificando” la acción dramática de la escena? Estamos en el terreno de las convenciones inocentemente aceptadas por magia del arte. Las fotografías comenzaron a moverse y ahora hablan, y nos hablan en nuestro propio idioma aunque sean otros quienes hablen. Lo malo y lo peligroso del doblaje es la teatralidad. Fijense ustedes que estamos ya casi en el teatro, y los directores de doblaje deberán andarse con mucho cuidado si no quieren incurrir en la afectación de las tablas. Porque lo que hacía al cine cine, y no teatro, no era sólo la ausencia de bambalinas, sino las dos dimensiones de la pantalla y la oscuridad completa de la sala, el moscordoneo del proyector o la música sincronizada, la sucesión Usted será admiradisima por sus manos si las adorna con exquisito gusto esmaltándose las uñas con Cutex. . . Supremo por sus colores. por su brillo y vistosidad . . . supremo por super-duracion! rapida de las escenas y la mayor amplitud del ojo de la cámara, y mil cosas más. Ahora, con el tecnicolor y el lenguaje estamos pisando ya dos efectos puramente teatrales. Yo le tengo manía al tecnicolor y creo que es anticinematográfico. Suelo suspirar por las películas mudas de gangsters cada vez que veo una de esas cintas en colores “naturales”, que son rabiosamente de confitería barata. En cuanto al recurso declamatorio, que me parece excelente en el teatro, por ser muy teatral, en el cine me parece absurdo. Andense pues con cuidado los artistas “fantasma” del doblaje. Si declaman, estamos perdidos. ¿Y LA LENGUA? Hasta el dia que yo patente mi aparato que lleva el título bíblico de “Pentecostés,” y que consiste fundamentalmente ` en una lengúecita metálica que uno se pone atada con una cinta sobre la testa, como pluma de sombrero tirolés, y que obra el efecto de una antena mágica que nos traduce con sus especiales vibraciones todos los idiomas habidos y por haber del universo, habrá que recurrir al procedimiento dei doblaje, especie de paraiso encontrado para tantos actores profesionales de las tablas que se sentían perdidos y sin trabajo, en este siglo de diáspora. No se apuren ustedes que tardaré todavía mucho tiempo en registrar mi invención, así que pueden firmar sin cuidado contratos de doblaje todo lo más largos que puedan. Y es que para lanzar mi invento tendría que conseguir antes dos permisos muy difíciles de obtener: El primero es que permitan a la gente estar con el sombrero puesto en el cine (me refiero a los hombres porque las mujeres ya se lo han tomado, y por lo demás mi invento es hasta ahora de uso masculino). Lo del sombrero no es capricho. Quiero que mi aparatito resulte todo lo cómodo posible y que la gente pueda colocarse la “lengúecita” como una disimulada pluma en la cinta del sombrero y se dé pisto de que entiende todos los idiomas, en la misma manera que el sordo disimula el amplificador acústico detrás de su impermeable oreja. La consecución de mi patente y del anterior permiso, me llevaría a otra revolución cinematográfica a la que los empresarios se opondrían de seguro. Patentado mi “Pentecostés” y conseguida la auterizacion de que a los adanes de este mundo desventurado se les consintiera estar cubiertos en los cines, tendrian que autorizarme a sustituir las actuales butacas por mi “sillóm-peluquero-anárquico,” regulado a merced por una balanza, para salvar el sombrero del espectador de la fila de delante y cazar con plena comodidad y sin parásitos, la onda sonora para el milagro traductorio de mi “Pentecostés.” ASÍ PUÉS, mientras yo no lance mi aparato al mercado o mientras tantos millones de hombres NO hablemos inglés,” habremos de pasar por el truco del doblaje y aquí sí que hay que crear, y bien de prisa, un comité de salud pública en defensa del idioma español. De lo contrario, de los estudios de doblaje de Hollywood o de Nueva York va a salirnos una especie de “papiamento” o español de cien germanías, que poco a poco se irá autorizando e imponiéndonos el único truco impermisible: el asesinato del idioma. Piense el lector en esos revulsivos idiomáticos que suponen este par de expresiones cazadas al azar de las películas dobladas en español: “Mejor nos vamos” o “¿Cómo le ha gustado a usted Londres?”, que por más que lo exija la sincronización cuantitativa del inglés y el español, hacen saltar los huesos del mismo Cervantes, dondequiera que se encuentren, y enarbolar la bandera contrarrevolucionaria del cine mudo, el “explicador” truculento y el “muy leído” señor de los cines de antaño. Cine-Mundial