Cine-mundial (1945)

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Insecticida Bandera Subscríbase a CINE-MUNDIAL “La famosa revista neoyorquina” Página 316 LAS SO RULETAS DE MAR DEL PLATA (Viene de la página 284) hasta la mesa con furia combativa. Se empujan, se aprietan, se incomodan como en un viaje por el subway neoyorquino. Alargan las manos crispadas para dejar la ficha de un peso, cargan los números, meten los brazos por entre los cuerpachos de las tiorras imponentes o las siluetas estilizadas y esperan a que la bola ad vierta su desencanto. Los jugadores se acercan al croupier como quien se aproxima a un mostrador, y piden un “pleno” con la misma naturalidad con que solicitan un gin-fizz... EN MAR DEL PLATA sólo se habla del tiempo, del juego y de negocios. La guerra está lejos. Si la Argentina es un oasis placentero en el mundo encendido, Mar del Plata es el cogollo de ese oasis. En 1944 hubo 450,000 veraneantes. Este año supera el medio millón. Los aumentos de sueldo, los favorecidos con los beneficios extraordinarios de la conflagración mundial, los funcionarios y empleados con vacaciones pagadas, los pequeños burgueses que pueden, y aún los que no pueden, han coincidido en esta ciudad. Algunos van a Córdoba, la docta; a Mendoza, la vendimiada, o a las playas de Mar de Ajó. Miramar, Necochea, pero el país se congrega acá. No hay pieza libre en ningún hotel. Se duerme por los pasillos en las pensiones de pan llevar. El drama de la carencia de techo en Washington es inferior al de Mar del Plata. De ahí que cada vez se levanten más edificios particulares. Unos son residencias lujosas; otros, tiendas de aventura. En enero de 1944 se solicitaron permisos de construcción por valor de 600,000 pesos y en enero de este año se han pedido por valor de 2,000,000. El barrio residencial de la colina es un aparatoso conjunto de estilos vasco, colonial, californiano y holandés. Toda familia que se precie quiere tener su casa en Mar del Plata. Y desde el comienzo de la guerra, la mayor parte de los ricachones que gozaban las delicias veraniegas en Biarritz o en la Costa Azul ha edificado su nuevo hogar frente a esta playa atlántica. Las compañías constructoras crean nuevos “barrios aristocráticos” porque no bastan los actuales. En Mar del Plata se revela, mejor que en ninguna otra parte, que la guerra ha traido capitales huidos de Europa e industriales cosmopolitas que depositan su confianza en el futuro espléndido del pais escogido para establecerse. Hay una era de prosperidad. Un boom formidable. Todo se compra. Todo se vende. Todo se adquiere. Todo se remata. Las páginas de los diarios están invadidas de avisos de compra y venta. Las tierras, las propiedades, las estancias, las quintas, los baldíos urbanos han subido de precio. Cualquier objeto ha triplicado o cuadruplicado su valor. El Gobierno lucha para mantener los precios, para dirigir las corrientes mercantiles, para orientar a la opinión pública... Los eternos agoreros hablan de las próximas herencias... Mientras tanto, alrededor de las cincuenta ruletas de Mar del Plata gira la fabulosa prosperidad argentina. EN EFECTO, corre el dinero por todas partes. En cualquier mano se advierte un billete de cincuenta o de cien pesos. Según el Ministe rio de Hacienda, la cifra de dinero circulante en diciembre de 1943 era de 1.680 millones; en junio de 1944, de 1.800; a fines de septiembre, de 1.902; al cerrar el año, de 2.090 y en febrero de este 1945, de 2.322,8 millones... Claro que el Banco Central—compendio y cifra de todas las actividades bancarias del pais— advierte que “mientras subsistan las restricciones para proveernos de artículos importados y estemos en condiciones de mantener nuestras exportaciones en nivel elevado, los medios de pago han de seguir creciendo como consecuencia del desequilibrio de nuestro intercambio” Un ejemplo reciente de esas restricciones lo da el balance provisional de la relación comercial entre la Argentina y Gran Bretaña. Mientras ésta ha comprado a aquella por valor de 669.482.192 de pesos, ha vendido nada más que por valor de 58.675.635 de pesos en el año 1944. EL LECTOR AVISADO dirá que la Argentina pasa por una crisis de crecimiento. En efecto, así es. No hay nación que tenga saneada su hacienda. Todas tienen sus dificultades y siguen adelante. Aquí hay dinero para todo. El país tiene plata para construir, viajar, jugar, divertirse y ahorrar. El país está abotargado de dinero. Se censtruye más que nunca, a pesar de no haber materiales y de que los pocos que hay están carísimos. En todas las provincias nacen industrias nuevas. El Poder Público intensifica las obras nacionales. No hay obreros parados. Según la Cámara Argentina de Comercio, 1944 “finalizó con un saldo de intercambio positivo de 1.345.727.000 pesos, contra uno anterior igualmente favorable de pesos 1.250.216.000.” Cualquier viajero puede comprobar que el país se halla en un instante de exaltación optimista. Hay dinero, mucho dinero, y placer y humor para gastarlo. La maravillosa esplendidez de la temporada veraniega—que se prolonga hasta el último día de abril—y que deja un saldo impresionante de millones de beneficio al Gobierno que este año ha tomado la ruleta por su cuenta, da la pauta de esa prosperidad impresionante. 3 En las playas de Mar del Plata se han tumbado millares de turistas que han contemplado, indiferentes, cómo salían de entre las olas las nuevas Venus tostadas y deportivas, mientras desleían sus planes presentes y futuros de ganar dinero, bien en la ruleta o en los grandes negocios que esperan su intervención en cualquier lugar de la República cuando termine el descanso. Mar del Plata, suave, hermoso, enriquecido, potencial, azul y verde, envuelto en el huracán de las ambiciones crematísticas, debería tener en algún jardincillo una estatua al rey Midas. Sí, porque aquí se olvida fácilmente a Venus y a Eros... DICE EL “HERALD” de Nueva York que al preguntarle al soldado Danny B. Marks dónde y cómo lo habían herido ocho veces, contestó: “Es que me fueron dando un balazo aqui y otro alla, de vez en cuando.” Cine-Mundial