Cine-mundial (1946)

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préparado de antemano, sin señales exteriores? mi cruces, ni nombres... El trabajo del verdugo consiste en apretar un resorte disimulado en uno de los maderos verticales; al hacerlo se desprende la cuchilla triangular y cae vertiginosamente entre las ranuras de la Luneta dentro de cuyo círculo está preso el cuello, produciendo una muerte instantánea. Los ayudantes arman la guillotina, bien ajustada y a nivel; hacen el “tocado fúnebre” al reo, le empujan sobre la báscula, recogen los restos, los meten en el canasto, encierran a éste en el furgón, desmontan y limpian la máquina... ¡nada más! Estos ayudantes se reclutan entre jóvenes y honrados aprendices carniceros. YO CONOCÍ A DEIBLER, que falleció hace poco tiempo; era el verdugo más correcto que haya existido jamás. Vivia en los alrededores de Paris, con su simpatica familia; su esposa era hija de un famoso abogado de la ciudad de Béziers; con ella tuvo seis hijos, de los cuales el mayor habrá heredado el puesto. Los vecinos le estimaban mucho; recibía a los extraños vestido de luto con guantes negros; durante las ejecuciones él y sus ayudantes se presentaban vestidos de negro riguroso, tocados con sombreros hongos. No existía ninguna fotografía de Detbler. Cuando le conocí era de aspecto insignificante: barbilla en punta, gris; ojos pardos, pequeños, serenos; ademanes y gestos ASI TE pach MENTE LESS LÑIFORMÉ parcos y cortos... ¡un buen burgués endo mingado! YO ASISTÍ a la ejecución del famoso “apache” Julot. Fué así: Ferdinad Sauzéde era un colega que redactaba el Boletín del Ministerio de la Marina de Francia. Una noche me telefoneó: “¿Quiere asistir a una ejecución ?” Yo titubeé cinco segundos... “¡Claro que sí!”.... “Entonces: cita en la Closerie de Lilas, a las dos de la mañana; de allí iremos a pie hasta la Prisión de La Santé, en el Boulevard Aragó”... Era una madrugada color ceniza; lloviznaba tenuamente; las aceras de asfalto parecían lustradas; las calles solitarias reflejaban las casas de siete pisos. El Boulevard Aragó daba escalofríos a lo largo de la interminable, rojiza, uniforme e imponente muralla de la prisión. Los faroles empezaban su agonía ante la luz matinal que se insinuaba. “Apaches” con gorra hundida hasta las orejas; “gigolettes” desfachatadas e insolentes, con claveles rojos entre los dientes; algunos trasnochadores de frac y chistera del brazo de algunas trasnochadoras en traje de sarao... medio ébrios todos. Olía a perfume caro, a pieles caras, a humedad, a catarro, a crimen, a crápula... Valla de soldados; la guillotina se levantaba junto al muro, sobre la acera; parecia enorme y altisima. Todos los ojos miraban el triángulo de acero que pendía de lo alto y brillaba siniestramente. Apareció Julot, pálido y ojeroso; junto a él, un sacerdote, los ayudantes... algunos otros hombres vestidos de luto. En la concurrencia exigua se produjo algo... ¡no sé qué! Todos se descubrieron. Yo quise ver hasta el fin... ¡no pude! Mis ojos se cerraron... Cuando los abrí, ví a algunos “apaches” empapando sus pañuelos en la sangre del ajusticiado, que escurría del canasto de mimbre. A una mujer le dió un ataque de risa nerviosa y sus espantosas carcajadas resonaban en la niebla que se espesaba por momentos como para amortajar al ajusticiado, como para borrar la escena, como para hacer olvidar ese resto de barbarie que acabábamos de presenciar. Cuando el colega Sauzéde y yo volvíamos hacia el café de la Closerie de Lilas, para tomar algo caliente, cruzamos una banda de elegantes borrachos, del brazo de mujeres ricamente ataviadas, que se dirigian al lugar de la ejecución, cantando a grito pelado: “Vamos a ver morir a Julot... ¡ONO Oi YA EN LA TERRAZA del café, pregunté a Sauzéde: —¿ Y por qué le llaman “La Viuda? —Sin duda—me respomdió—porque las viudas tienen fama de hacer perder fácilmente la cabeza a los hombres! 16 comp, Leche KRAFT en polvo en el nuevo paquete de cartón o en “== la popular lata anaranjada de I, 2/2 y 5 lbs. saquitos a prueba de aire para que se conserve bien la leche—cada uno suficiente para un litro. No se mide, no se desperdicia. Ud. prepara la que necesita—la leche restante queda encerrada, protegida ... fresca para otra ocasión. Página 393