Cine-mundial (1946)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

Rubia, Kara y Romantica Por E. J. Ariza Ux redactor de esta revista que se ha pasado la existencia viajando por países extranjeros, aunque sin lograr expresarse en otra lengua que la materna, decía hace poco: —La nostalgia del idioma es horrible. Recuerdo que, una noche, en Viena, rodeado de sonidos guturales e incomprensibles, perplejo ante carteles y letreros que no entendía, oí de pronto a dos transeúntes que conversaban en algo parecido al castellano. ¡Me les pegué! Los invité a cenar, me aferré a ellos como ostra a peña. Eran rumanos. Y rumana es Lisette Verea, de modo que resulta inútil explicar cómo pronuncia su apellido. Es así: Verea. Aunque en Hollywood le digan “Veré...¡ah!” Y tiene que ver, y que admirar. Se trata de la “mujer exótica” por excelencia. Me citó, una tarde lluviosa, en un café caro, a las cuatro de la tarde. No había más que un camarero de servicio. El resto del personal se ocupaba en poner las sillas sobre las mesas, en barrer las alfombras y en apagar las luces. Ambiente así, por fuerza daba teatral relieve a la joven que, en la penumbra del recinto, me recibió sonriente, y dió sus excusas: —Francamente, no me atreví a salir porque acabo de comprarme este sombrero y no lo quiero mojar... ¿Me dispensa usted? Vine a merendar aquí y me he quedado con éstas... (señalando a dos jovencitas acompañantes) ... Mis hermanas... Una de las aludidas me hizo un guiño y la otra se echó a reír, a tiempo que preguntaba si debía esconderse debajo de la mesa mientras duraba la entrevista. Inmediatamente deduje que de hermanas no tenían nada, pues el inglés era sin el más leve indicio europeo, mientras que Lisette arrastra las erres y tropieza en otros obstáculos de pronunciación. De modo que me dediqué a fraternizar lo mejor que pude, mientras Lisette hablaba. Es rubia, de voz de contralto, ojos azules y firmes curvas. Estaba literalmente cuajada de alhajas. En la mano izquierda lucía el diamante más grande que he visto (y he tratado con toreros y hablado con el “lamentado Robledillo). En la mano derecha, la piedra de otra sortija escondía todas las coyunturas del dedo anular. Agosto, 1946 Lisette Verea y los hermanos Marx en una escena de "Una Noche en Casablanca’, comedia del productor Artistas Unidos. Luego, venían los brazaletes, de gruesas cadenas y con colgantes medallas de oro, grandes como doblones. Más de un jeme del brazo cubría todo aquel metal. En la blusa blanca y almidonada, un gran broche de plata. El sombrero miedoso del agua era de fieltro negro, pero tapizado por arriba con flores de organdí (esto me lo comunicaron las hermanitas). El bolso de mano no era tal, sino una caja de plástica, transparente, especie de maletín en miniatura, a través del cual se veían todas las cosas—y otras más—que es regla que las damas lleven en las “carteras.” Parecía una bombonera de Pascuas. La falda y la chaqueta eran lo único manso en aquel conjunto: azules ambas y sin botonadura ni adornos. —Esta pelicula, “Una Noche en Casablanca,” que acabo de filmar para Artistas Unidos—dijo Lisette, mientras paladeaba un refresco—es mi debut como intérprete de cine en Hollywood. —Pero en Europa... —En Europa he pasado por todas las etapas de la actriz: las variedades, los papeles sentimentales, cómicos y dramáticos en las tablas; la canción picaresca, la copla, el baile... ¡qué sé yo! En el teatro y ante la cámara, he representado desde papeles de ancianas hasta papeles de muchacho callejero... en Bucarest, en Viena, en Budapest. Pero ya se sabe que la consagración la da Hollywood. Por eso estoy tan satisfecha de mi interpretación con los hermanos Marx. —;: Y se propone usted seguir filmando? —Le voy a comunicar un secreto: quiero retirarme, ahora que todavía soy joven y que he logrado el éxito soñado. Quiero David Loew para casarme, tener dos hijos... dos nada mas, pero no menos de dos . y olvidarme del escenario, de las peliculas, de las desveladas, de los ensayos, de todo lo que, hasta ahora, ha constituido mi existencia... —Eso es lo que dicen en las entrevistas todas las estrellas hollywoodenses ... —Es verdad, pero estrella es la primera que lo expresa con el corazón. Soy una romantica... —; Hay pruebas? —Le daré una. Si me despiertan por la mañana con un portazo, con un telefonema o con un repiqueteo de reloj, me echan a perder el día. Pero si, para sacarme del sueño, me ponen un disco de tango en el fonógrafo y si ese tango es “La Comparsita,” estoy hecha unas castañuelas durante toda la jornada, aunque lluevan contratiempos después. —¿Y si le ofrecen a usted otros contratos, ahora que Hollywood la consagró definitivamente ... ? — Contratos... ? —Sabe usted representar; sabe cantar... —Muy mal... —Sabe bailar... —Bastante bien... —Sabe lucirse y vestirse... —En este preciso momento, el único contrato que me interesa es el de matrimonio. Apenas se estrene la película, me voy a casan Me voy aretiran e Me volví hacia las “hermanitas.” Una hizo un guiño. La otra se echó a reír, aunque comentando: —De las intenciones no estoy muy segura, pero novio tiene. Al despedirme, ya no llovía. Se lo mandé a decir a Lisette con el cancerbero que guardaba la puerta. Página 40í