Mensajero Paramount (1937–1938)

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JD^r '4 «*> «*/ 4\ «4 C C «/ «r Por Arthur L. Pratchett I A AVENTURA— porque para mí ha te_j nido todos los caracteres de tal este viaje de que voy a hablarles a los lectores del Mensajero Paramount — la aventura, pues, de mi primera visita a Hollywood, tuvo comienzo en la Habana, cierta tarde luminosa en que capital de Cuba, tan alegre y simpática a cualquiera hora del día o de la noche, parecíalo aún más que de costumbre. Terminados los asuntos que allí me llamaran, disponíame a salir para México, adonde me llevaba el doble objeto de pasar unos días al lado de mi hija y de enterarme personalmente de la marcha del negocio. Faltando apenas horas para emprender viaje, me entregan un cablegrama. Rasgo el sobre prontamente, con esa aprensión que muy pocas personas dejan de sentir en un caso de éstos. Y mi sorpresa, al enterarme del contenido, no puede ser más agradable. Porque el cablegrama, que es de Arthur Hornblow, Jr., dice de esta manera : "Ruégole de paso México toque Hollywood asistir como invitado mío exhibición previa 'Embrujo Trópico'." Contesté en seguida, aceptando irrevocablemente, como dijo el otro. A la verdad, no obstante la prisa que tenía por verme en México, me entusiasmaba la idea de pasar unos días en Hollywood mejor dicho, de conocer a Hollywood. Pues, por increíble que parezca, en veintidós años que llevo de trabajar con la Paramount, ésta habría de ser mi primera visita a la capital del cine. Cuentan de un gran poeta cubano, Julián del Casal, si la memoria no me engaña, que habiendo deseado toda su vida conocer a París, cuando por fin se le deparó la ocasión MENSAJERO PARAMOUNT de realizar tal deseo, se abstuvo de hacerlo, dando como explicación el temor de que la Ciudad-Luz, vista de cerca, resultase inferior al París con el cual había soñado tanto. Si alguien llegare a hallarse en igual caso con respecto a Hollywood, le aconsejo, fundándome para ello en la propia experiencia, que no desista del viaje. Hollywood, la Ciudad-Ilusión, en donde no necesita uno mirar a los cielos, ni tan siquiera a la pantalla de un cine, para ver las estrellas, corresponde con creces a todo lo que su nombre lleva a imaginar. Como quiera que a los lectores del Mensajero Paramount no habría de importarles mayor cosa la descripción que yo pudiera darles aquí de Hollywood, pasaré a hablarles de algo mucho más interesante, como es, la película por asistir a la exhibición previa de la cual había llevado a cabo este viaje. "El Embrujo del Trópico" me pareció algo sencillamente maravilloso. No me pregunten ustedes cuál o cuáles son las razones en que me fundo al expresarme así, porque me pondrían en un aprieto. Y no por falta de razones, no, señores, al contrario : por ser ellas tantas y tan buenas que no sabría yo cuáles escoger para dárselas. ¡ Qué acción, qué actores, qué música, qué bailes, vamos... qué película! Esto es lo que se llama una obra maestra, o yo, que llevo cerca de un cuarto de siglo de ver películas y de enterarme de lo que son en la taquilla, no entiendo jota del negocio. Y cuenta que, aparte de sus grandes méritos, que le aseguran un exitazo mundial, "El Embrujo del Trópico" tiene para nosotros, los que queremos películas que, sobre ser buenas, sean buenas para la América Latina, condiciones que la hacen acreedora al calificativo de película ideal para nuestros públicos. Recordaré aquí, por más que no creo que lo haya olvidado nadie, que el protagonista de "El Embrujo del Trópico" es Tito Guizar ; añadiré que el magnífico reparto que lo acompaña reúne grandes valores de Hollywood y de la América Latina ; no excusaré mencionar, por ser circunstancia que corre parejas con la muy importante de la presencia de Tito Guizar en la pantalla, que la música y las canciones son de Agustín Lara. Y, para no resultar interminable, concluiré asegurándoles a ustedes que en "El Embrujo del Trópico" nos han dado Arthur Hornblow, Jr., como gerente de producción, y Theodore Reed, como director, un film Paramount cortado a la medida del gusto latinoamericano y cuyo rotundo éxito, en cualquier teatro de la América Latina, me PAGINA 5