Mensajero Paramount (1927)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

MENSAJERO PARAMOUNT ¡ "Un Caso Sensacional" ADOLPH ZUKOR y JESSE L. LASKY Presentan a RAYMOND GRIFFITH "UN CASO SENSACIONAL' (Youd Be Surprised) B. P. SCHULBERG Productor asociado, Estudios de California. Película Paramount Argumento de Jules Furthmann Editor en Jefe E. Lloyd Sheldon Dirección de ARTHUR ROSSON William Marshall, Fotógrafo REPARTO 1 señor Verdejo Raymond Griffith 'orotea Dorotea Sebastián 51 señor Blanco Edward Martindel Cl señor Prieto Earle Williams Íispector Moreno Thomas McGuire risón, un criado Granville Redmond ARGUMENTO tL juez de distrito, persona aristocrática y acaudalada, ofrece a sus amigos una opípara cena en una casa floEnte, después de la cual los invitados se enegan a los placeres del chárleston a los .cordes de una orquesta de jazz. De una lanera tan misteriosa como inesperada, tejiendo en cuenta la calidad de las personas llí congregadas, desaparece el famoso diabante Sultana, valuado en algunos centeares de miles de dólares. Con el objeto de dar al ladrón la última oportunidad de devolver la joya, sin tener que pasar por la humillación de descubrirse, el anfitrión reune a los invitados y después de enterarles de lo que ocurre, coloca el estuche vacío encima la mesa y apaga las luces. Pasan unos minutos de mortal silencio, y cuando uno de los criados de la casa vuelve a encender las luces, los invitados contemplan con ojos de espanto el cadáver del juez de distrito, tendido en el suelo, atravesado el corazón por la afilada hoja de un enorme cuchillo. Avisada la policía, el comisario prohibe terminantemente que ninguno de los presentes salga de la casa flotante hasta que el médico forense haya practicado las diligencias del caso. El forense recibe noticia del homicidio cuando se dispone a ir al teatro y, como es natural, cambia de intención y se dirige al lugar del crimen. Una mirada al cadáver y otra al cuchillo, bastan para convencer al médico forense de que se trata de un caso difícil y sensacional. Unas huellas digitales en uno dé los puños de la camisa de la víctima, que el médico examina cuidadosamente por medio de un cristal de aumento, complican la situación y hacen más intensa la atmósfera de misterio que envuelve el crimen. Apenas el médico forense ha tenido tiempo de devolver el cristal de aumento a su bolsillo del chaleco, una bala disparada por traidora mano le hace saltar de la cabeza ( ¡ no te alarmes, lector!) el sombrero de copa. Sin inmutarse por tan poca cosa, el forense se dirige hacia un enorme reloj de pie, y, al abrirlo, sale de él Dorotea, la preciosa hija adoptiva del juez de distrito, llevando escondido en la diestra mano, perfectamente apretada, el famoso chámente desaparecido. Interrogada Dorotea por el médico forense, se limita a implorar su inocencia, alegando que alguien, al apagarse las luces, la encerró en el reloj. Ninguno de los presentes, con excepción del forense, cree una palabra de lo que en defensa propia confiesa la joven. Dispuesto a descubrir al culpable a todo trance, el médico forense, con renovado celo, se dispone a tomar las huellas digitales de los invitados con el fin de cotejarlas con las del puño de la camisa de la víctima. Evidentamente, el asunto se complica. El forense descubre que el criado de confianza del juez de distrito es sordo y mudo de nacimiento. Interrogado en su propio idioma, al médico no le cabe la menor duda que el criado es el autor del crimen. Deseoso de averiguar si la joya encontrada en poder de Dorotea al salir de su encierro es falsa, el comisario abre el estuche para examinar el diamante, y lo encuentra vacío (el estuche, se entiende). Al contemplar el rostro acusador de una invitada rubia, el forense sospecha y obliga a ésta a quitarse la peluca, de la cual se desprende un diamante falso, mas, pronto aparece el legítimo en la cigarrera de oro de otra de las invitadas. La dueña de la cigarrera se confiesa autora del robo del diamante. El criado de confianza de la víctima confiesa, asimismo, que mató a su amo. El médico forense, intrigado, mas no convencido, manda a los invitados que ocupen los mismos lugares donde se hallaban cuando se apagaron por primera vez las luces, con el objeto de reconstruir el crimen. Apáganse nuevamente las luces por orden del forense y cuando vuelven a encenderse, aparece tendido en el suelo el cadáver jSÍHHI "Raymond Griffith "el chistoso actor de la chistera," en cuatro culminantes escenas de la película "Un casr sensacional," hábilmente secundado por la bellísima actriz Dcrothy Sebastián y les actores Earle Williams, Thomas McGuire, Edward Ivíurtindel y Granville Redmond. PAGINA 11