Mensajero Paramount (1927)

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Mensajero tfaramxuuit Harold Lloyd Impresionando un Nuevo Film E V . ■ ,N los últimos días del mes de septiemi i bre del corriente año, una troupe de artistas cinematográficos se pasó una emana entera en las inmediaciones del puene de Brooklyn, donde aún hoy se mantienen •n pie las vetustas ruinas de lo que antes leí advenimiento de los ferrocarriles elécricos, que subfluvialmente atraviesan el bra 0 del Hudson que separa las ciudades hernanas de Nueva York y Brooklyn, era estaión del ferry, o embarcación para el transiorte de pasajeros y vehículos de una a jtra orilla del río. Harold Lloyd, el inimitable actor de los isustituíbles e imprescindibles anteojos de arey, formaba parte de las huestes cinescas ue se dedicaban con todo empeño a filmar as escenas de una película para la Parajiount, la cual, si no mienten las crónicas, se strenará a principios del año que viene y rá una de las mejores, si no la mejor, de aantas lleva interpretadas el popularísimo larold. 1 La premura del tiempo, pues las escenas nales de la película se impresionarán en el studio californiano de la Paramount, obligó Harold Lloyd y a sus huestes a trabajar íez o doce horas consecutivas debajo del uente desafiando el viento y la lluvia, con . resultado de que algunos de los artistas, 'itre ellos, el propio Harold, contrajeron indos catarros. El simpático cómico de s quevedos de carey tuvo que guardar caa durante ocho días por orden facultativa, iles se temían graves complicaciones. Aforinadamente, Harold Lloyd logró vencer la ífermedad en menos tiempo del que los édicos esperaban y pudo regresar al estuto improvisado donde su troupe le estaba guardando para terminar las escenas de la dícula que en inglés llevará el título de Ipeedy, Diligente, si se nos permite tradurlo literalmente, en previsión del verdadero 1 ! definitivo título que la película llevará en ¡pañol, que ciertamente no será éste. j Una valla de madera de tres o cuatro meós de altura rodeaba el estudio improvisa5 donde la compañía de Harold Lloyd im"esionaba la película. A unos cuantos país de este cercado surgían de las turbias juas del río los cascos de hierro de algunos iques abandonados, mientras que en la ri:ra, a pocas varas de distancia del agua, icían los restos de media docena de auIjmóviles de moda hace diez o doce años. Desde las ventanas de los edificios de la ; , vecindad, habitados por gente obrera, sus moradores se daban el inusitado placer de ver trabajar a uno de los actores cinematográficos mejor pagados del mundo sin que les costase un centavo. Sin embargo, no todos los vecinos pudieron disfrutar de ese espectáculo gratuito, pues no todas las ca Pocas veces habrá tenido el lector ocasión de ver a Harold Lloyd, el chistosísimo actor de la Paramount, sin sus imprescindibles anteojos de carey. Aquí está el gracioso protagonista de "El hermanito," o "El socoyote," como llaman en México a esta película, entregado a la lectura celosamente custodiado por su perro favorito. sas daban al estudio improvisado. Los niños, los desocupados y algunos curiosos tuvieron que conformarse con encaramarse a las tapias de madera que cercaban el estudio, o limitarse a contemplar la impresión del film aplicando un ojo a los nudos desprendidos de la madera. Hubo ocasiones en que los chiquillos hacían cola para poder aplicar el ojo a un agujero un par de minutos. Una de las escenas más interesantes, cuya impresión contemplamos convenientemente situados en un lugar estratégico, a retaguardia de la batería de cameras, que a la sazón funcionaba, llamará sin duda la atención del público cuando la película se proyecte en la pantalla, pues se trata nada menos que de uno de los trucos que tanta popularidad han dado a Harold Lloyd en cuantas partes sus películas son conocidas. En ese truco, que nos está vedado revelar por razones fáciles de comprender, Harold Lloyd y el perro que le acompaña triunfan, gracias a su astucia, de una banda de granujas que quieren robar un viejo jamelgo con su correspondiente carromato al padre del protagonista. No todas las escenas de Speedy fueron impresionadas en el estudio improvisado que acabamos de describir, pues muchas de ellas lo fueron en diferentes lugares de Nueva York, en cuya ciudad se desarrolla la acción principal de la película. Catorce de los quince primeros días que la troupe de Harold Lloyd estuvo en Nueva York llovió o estuvo el tiempo nublado, siendo de consiguiente imposible impresionar una sola escena. De los quince días siguientes, se perdieron ocho por enfermedad del actor y los restantes fueron espléndidos días de sol, magníficos para recuperar el tiempo perdido. LO QUE OPINA UNA MUJER Luz Alba escribe en Universal Ilustrado, de México, lo que a continuación copiamos acerca de la película El hermanito, rebautizada en aquel país con el título indígena de El socoyote: "Para reír es inútil recomendar a Delgadillo, como para llorar es por de más recomendar a Lilian Gish. "Harold Lloyd tiene una risa amplia y sana y tal número de ocurrencias, poco más o menos cinematográficas, que la gente se ríe sin acordarse de que está en un cinematógrafo, pero también sin olvidarse de que Harold es un artista de cine. "En El socoyote encontrará usted carreras, caídas, cosas milagrosas, verosímiles... Tan verosímiles como la encantadora dulzura de Jobyna Ralston, que es, en la mayoría de las ocasiones, el único detalle equilibrado de las cintas del archisimpático Delgadillo. "Harold Lloyd es un loco, pero como por fortuna su locura es cómica, hay que aprovecharla, pues son pocos los que hacen volverse locos de risa a la gente, y una infinidad, en cambio, los que hacen perder la razón a los que la tienen con sus desequilibrios trágicos." PAGINA 29