Cinelandia (March 1928)

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Página cuarenta y dos CINELANDIA John Barrymore luciendo su agilidad de marinero a bordo de su yate “The Mariner” distinguido y adorado por millones de entusiastas. Se mezcla con su tripulación, les ayuda en su trabajo y se ensucia y embadurna las manos y brazos y ropa como el último de sus marineros. No se iza ni arrea un pie de velamen sin que él sepa la razón y el significado de tal movimiento. La brújula y los demás instrumentos de a bordo atraen constantemente su atención. Una aventura que cualquiera creyera haber salido de la imaginación del escritor Joseph Conrad, le ocurrió a Barrymore durante el viaje que hizo recientenmente a la costa del oeste de México y Centro América, durante las dos semanas de vacaciones que le dieron los talleres de United Artists, donde está contratado. Oigamos a Barrymore re latar la aventura: — En el viaje de vuelta nos encontramos con un temporal que corría hacia el oeste a través de las cuatro mil millas del Pacífico. Era la tormenta más feroz que he presenciado en mi vida, y nos vimos ante la necesidad de tener que buscar algún punto de refugio en la costa. Este refugio debíamos encontrarlo sin pérdida de momento pues las amarras de los mástiles de proa se habian reventado como si hubieran sido hechas de puro cáñamo. Durante un día y una noche The Mariner se dejó deslizar hacia la costa, hasta que por último divisamos la isla de Guadalupe, como a doscientas millas de la costa de México. Nuestro mapa mostraba que habia en esa isla una bahía de refugio y hacia ella nos dirigimos a través de agudas y enormes rocas, algunas de ellas de novecientos pies de altura. El viento soplaba como a cincuenta millas por hora al entrar en nuestro refugio, pero comparado con la tormenta de alta mar era esto como una bahía tranquila. John Barrymore en la salita de su departamento en el hotel Ambassador de Los Angeles, su punto de residencia. Marzo En un artículo del National Geographical Magazine había yo leido que la isla de Guadalupe había sido abandonada treinta años atrás por la guarnición de soldados mexicanos, y que era famosa por las focas gigantescas de sus playas. Algunos de los tripulantes agregaron que sabian positivamente de que la isla había sido también punto de refugio de los piratas. Todos estos datos nos incitaron a salir en exploración. Cuando el viento hubo amainado echamos al agua una de las lanchas a motor. Cuando nos deslizabamos. hacia la playa una ola gigantesca nos cogió y nos llevó a gran velocidad por más de cien yardas, para depositarnos a veinte metros de la arena de la playa. No comprendo a qué causa debemos el milagro de haber salido ilesos en vez de ser reventados contra alguna de las rocas que pasamos. Nada quedaba en la isla. Todavía se velan los murallones de adobe de los cuarteles soldadescos. Sólo vimos algunos burros y cabras salvajes, sin poder comprender cómo podían existir esos animales en una tierra donde no se veia ninguna clase de yerba. Gran sorpresa nos causaron las manadas de enormes focas de la playa. Las había por miles y miles. Me acerqué a una de las más grandes, y el animal le dió un mordizco a mis anteojos marinos, cuya señal todavia guarda la caja. Al volver a nuestra lancha vimos un buque que se dirigia hacia la bahía en que estábamos cobijados. Al momento se nos ocurrió que tal vez fuesen piratas llegados a la isla a atacar al Mariner. Nos precipitamos, por consiguiente, hacia nuestra lancha y volvimos a bordo. Pero nada ocurrió. A bordo del otro buque empezaron a dejar caer al agua algunas lanchas y se dirigieron a tierra, donde permanecieron por algún tiempo para volver a bordo al caer la noche, después de lo cual el buque se hizo a la mar. En dos ocasiones tratamos de salir de la bahía, pero la lluvia torrencial y el viento que nos oscurecia la vista nos obligó a desistir. Al tercer día, sin embargo, nos deslizamos fuera de la bahia durante un momento de calma y enderezamos la proa hacia el puerto de Los Angeles, después de una lucha con el Pacífico que no olvidaré nunca. *.or o* Esta misma tormenta, descrita por Barrymore y en la cual escapó sin averías de consideración su yate The Ma(Va a la página sesenta y seis)