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Página cincuenta
nando su país y haciendo un supremo esfuerzo ha venido a Hollywood, pronto se convence que sus sueños nunca pueden llegar a la realidad, y o se conforma con ingresar en el ejército de los “extras” o tiene que regresar al lugar de su origen, presa del mayor desengaño. La fama ha sonreído a muy pocos de estos aventureros. Muchos de ellos tardan en perder sus esperanzas; consideran que de un momento a otro puede ofrecérseles la “gran oportunidad,” y allá van por todos los talleres en una caravana interminable, logrando pocas veces y después de una lucha tenaz y de una perseverancia digna de mejor causa ser aceptados como “extras.” Cuando escribo estas líneas acaban de ocurrir dos suicidios — el de un hombre y el de una mujer —en aras de ese moderno y sanguinario Moloch de la cinematografía que día a día reclama nuevas víctimas. Era él un hombre en plentitud, que acometido por el diablejo tentador vino a Hollywood con todos sus ahorros. Luchó ardiente, desesperadamente, por iniciar su “carrera” en el cine, pero todo fué inútil. El fracaso era el único que coronaba su esfuerzo, y ante la puerta de oro de la invencible cinelandia se levantó la tapa de los sesos. En tanto, ella había trabajado ya en los talleres como “extra,” y un buen día, en que se le presentó la “oportunidad” para escalar la gloria, se encontró con que su vida miserable no le permitia todo el lujo que exigía el di
Lewis
CENELHAANDEA
Stone descansando entre escenas
TROYA.”
rector, y desesperada ante la impotencia o el sacrificio de su honor, apuró un activo veneno que le abrió las puertas del Más Allá.
Se estima que existen en Los Angeles cerca de cuarenta mil personas que llevan una vida precaria por la gran ilusión del cine, y día a día este ejército va aumentando y no es aventurado asegurar que no hay un solo tren que llegue a la babilónica metrópoli sin que traiga su contingente de hombres y mujeres fascinados por
Vista del escenario en que se filmaron las escenas de la Sala de Música de la reina Ana de Inglaterra en la película “EL HOMBRE QUE RIE.”
mientras filmaba en la caracterización del rey Menelao de Esparta en la película “LA VIDA INTIMA DE HELENA DE
Marzo
Hollywood. E
Pero veamos claramente la cuestión. La mayoría de los “extras” que ya conocen todos los secretos de los estudios y que además poseen experiencia y condiciones fotogénicas estimables no viven a expensas de las compañías cinematográficas. Tienen diferentes medios de vida y sólo ocasionalmente, y cuando se les brinda la oportunidad, van a los estudios a satisfacer pequeños contratos, para después volver a sus tareas habituales.
Los trabajos de los “extras” son siempre por temporadas. Bien retribuidos — de cinco a quince dólares diarios — pero solamente por pocos días, para después permanecer inactivos. Pocas son las épocas en que los talleres tienen necesidad de gran número de comparsas. Cuando ocurren grandes demandas los “extras” llegan a trabajar todo el día y aun parte de la noche, en dos o más compañías. En estas circunstancias llegan a percibir salarios de consideración — veinte dólares diarios — pero, repito, esto no ocurre sino dos o tres veces al año.
Existe en Hollywood una Oficina Central donde se hace el registro de todos los “extras.” Se lleva el record de cada uno de ellos, en el que se apunta su edad, su físico, pelo, estatura, color, condiciones fotogénicas, tiempo de experiencia, etc. Cuando un taller necesita “extras” ocurre a esta oficina, y en pocas horas logra tener listo el número indispensable.
La Oficina Central está sostenida por todas las compañías cinematográficas, y su creación se debió a que anteriormente existían muchas pequeñas agencias en las que sólo mediante una comisión que variaba de diez a cincuenta dólares daban trabajo a los aspirantes a “extras,” cometiendo estafas e irregularidades. Otras les exigían la cuarta parte del jornal.
No debo dejar pasar desapercibida la circunstancia de que esta pintoresca masa de actores anónimos está integrada en su mayoría por extranjeros. Los mexicanos son los que tienen mayor preponderancia. Ello se debe a la extensa colonia mexicana que radica en Los Angeles y a la circunstancia de que su trabajo es más eficiente que el de cualquier extranjero, según expresión de los directores más prestigiados.
Un nuevo sistema que se puso en práctica para seleccionar actores fué el de la Escuela para Actores y Actrices, que la casa Paramount instituyó en Long Island, Nueva York.
Desgraciadamente, y con gran pesar de los chicos y chicas de adónicos perfiles, la Paramount abolió esa escuela al trasla(Va a la página sesenta y seis)
Els