Cinelandia (May 1928)

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tesolución obtuvieron para Irene Rich su entrada en el gremio de los extras. Hace diez años Irene se descolgó en Hollywood, casi sin más dinero que el necesario para mantenerse una semana. Sin ninuna experiencia en el mundo del trabado, y sin otro bagaje que una firme determinación de ganarse la vida y de E antener a sus dos hijas pequeñitas, que 10 tenían otro sostén que ella en el mundo, Irene empezó su ataque a la fortaleza Como en aquel tiempo no existía la Oficina Central de Repartos, Irene saltó una por una las oficinas de los diferentes talleres. "Mister Goodstadt, de iia le ofreció cortésmente apuntar el número de su teléfono y llamarla el día en que se presentara una ocasión de emplear extras. La futura estrella se quedó helada al escuchar esas palabras. ¿Acaso había iónico ella de San Francisco para ¡sentarse en el cuarto de su hotel y eserar la llamada del teléfono día tras .. Con candorosa sencillez, Irene “explicó al director de repartos que aquello era totalmente inadecuado para sus necesidades; insistió que estaba obligada 'a encontrar trabajo aquel mismo día, no “a la semana siguiente. Aquella misma moche Mister Goodstadt le telefonó, “ordenándola que apareciese en el escenario a la mañana siguiente, para trabajar entre los extras en la película Stella Maris, de Mary Pickford. quienes pasan de un corral a otro. La paciencia y la resolución obtuvieron para Irene Rich su primer trabajo de extra, hace diez años. — Estaba yo muy creída que nada menos que Mister Jesse Lasky me recibiría en la oficina al otro día — me. contaba riendo Irene — Puede usted figurarse mi sorpresa al verme arrollada y arreada con dos o trescientas personas más, como una manada de carneros a No tenía yo ni siquiera la consabida caja de maquillaje, pero una muchacha compasiva me prestó la suya. Sonrela yo a cuantas personas me rodeaban, y a todos aquellos con quienes me topaba por el taller. Esa tarde una de las chicas que estaban contratadas entre las colaboradoras, y que ganaba el fabuloso sueldo de quince dólares a la semana, me instruyó en lo que me sería necesario comprar para abastecer una caja de maquillaje, y me enseñó el modo de usarlo. Durante el resto de aquel día no la dejé a sol ni a sombra. La seguía yo para arriba y para abajo; pero la buena muchacha era de buena pasta, y lejos de enfadarse por mi insistencia, me sonreía amistosamente. El haberme transformado así en la sombra de mi protectora fué causa de un erandísimo golpe de buena suerte. Escuché a una de las otras chicas colaboradoras quejarse a algunas de sus amigas de que si ella no hubiese aparecido en el papel de monja en las primeras escenas de la película, la habrían escogido para el de enfermera de la Cruz Roja en las que se habían de tomar al día siguiente. Sin esperar a oir más me escurri cautelosamente, y me dirigí a la carrera a la oficina de Mister Goodstadt. Le hablé a éste en la manera más persuasiva, informándole que había yo estudiado para enfermera en un hospital, y de que serlía:muy capaz de actuar ese papel en las escenas que se debían filmar al día siguiente. Mientras peroraba yo así, tuve un momento de temor de que Mister Goodstadt me creyera loca, o por lo menos imbécil; pero después de un largo intervalo de pausa, me dijo que volviese al otro día. Eso me valió tres días consecutivos de trabajo. La siguiente racha de buena suerte le ocurrió a Irene en una película de guerra, en los antiguos talleres de Metro. Trabajó en el lodo y la inmundicia, mientras los explosivos y la pólvora estallaban a su rededor. Al acabar cada día de trabajo, el director la miraba algo sorprendido y le preguntaba si no estaba demasiado cansada. Trabajaban desde el amanecer hasta el oscurecer; todos los otros extras eran de la clase burda y fornida, especialmente del tipo tosco de inmigrantes italianos y húngaros, entre quienes Irene llamaba la atención por su persona más delicada y blanca. Sin embargo, cada noche Irene podía Página cuarenta y siete George Leavis, intérprete principal de la película en serie, “Los COLEGIALES,” empezó como extra en el ejército de persas y chinos en la película “EL LADRON DE BAGDAD” de Fatrbanks. reunir las fuerzas suficientes para sonreir y asegurar que no estaba cansada. A la mañana siguiente era la primera en el escenario. Cuando la película estuvo terminada, el director le firmó la papeleta de pago a razón de cinco dólares por cada día de trabajo, siendo que todos los otros extras sólo recibían tres. Además, el director la intimó que nunca aceptara menos de cinco dólares diarios por su trabajo. Irene siguió el consejo; pero, curiosa coincidencia: fué ese mismo director el que algunas semanas después le rogó que consintiese en trabajar por tres dólares al día, explicándole que eso era todo lo que la administración había decidido pagar a los extras que trabajaban en su película. Irene aceptó, y trabajó en una