We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.
Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.
de palabras con qué expresar su sentido.
Este good-will es un valor aparentemente no cotizable, pero, de hecho, mucho más precioso que si fuese aurifero metal. Para crearlo y sostenerlo se derrochan en este pais anualmente muchos centenares de millones de dólares, y se ponen a contribución los talentos más preclaros de la banca, de la industria y del comercio; para fomentarlo, los ventripotentes banqueros de Wall Street convierten a toda la recua de políticos, curas, pastores, jueces y demás titeres de la farsa política y religiosa de este país, en sus agentes y secuaces. Para crearlo en nuestros países, no titubearon en mancillar con su baba repugnante, figura tan inmaculada y noble como la de Lindbergh, y allá tuvo que ir el infeliz héroe, prodigando su gloria y exponiendo su vida, para que las salchichas de Chicago, los bonos de Wall Street, las frutas de California y las patatas de Missouri, Kentucky y Alabama, encontrasen un mercado más adicto y favorable. ¡Jamás tuvo la gloria y el heroismo más innoble y mezquino empleo! ¡Qué triste espectáculo el que ofrecía este genio del aire, vera encarnación del mismo Ariel, sometido y explotado por Calibán, y reducida su heroica ejectoria, a mero agente de propaganda comercial! ¿Concebís a un cóndor constreñido a empollar gallinas para enviar huevos al mercado? Pues ésa fué, en última instancia, la labor encomendada a este generoso muchacho, tan pródigo de su gloria y de su valor que ni siquiera sospecha su grandeza.
A través del cinematógrafo se ha venido formando por varios años en la América Latina este consabido good-will hacia el pueblo norteamericano, y creando en la conciencia colectiva y en el espiritu de las masas, un estado de ánimo que las predispone favorablemente y prepara el campo para la invasión comercial y el predominio económico de los rubios argonautas del norte. Su acción es lenta y sutil, pero tenaz y bien dirigida. En esto como en todo lo atañedero al comercio y a la industria, han sabido hacer las cosas con perspicacia y lucidez, sin dejar traslucir sus onerosos propósitos. Primero nos venden su filosofía de la vida, optimista y práctica, nos saturan de su idealismo trasnochado, nos deslumbran con sus riquezas, con sus efebos apolíneos y sus afroditas rosagantes y lozanas, nos convierten con sus películas esplendorosas y su lujo inusitado; mos embaucan
con su pretendida democracia y cacareada libertad; mos meten por los ojos una ficción de justicia social y de equidad que jamás existieron en la realidad nacional, y así, poco a poco, han llegado a persuadirnos y hacer de nuestra plebe admiradores y hasta aliados suyos, y, en definitiva, activos colaboradores de su absorvente invasión. Es una propaganda solapada, indirecta y muy bien disimulada en sus propósitos ulteriores y finales. Es un movimiento envolvente que se ha ejecutado a través de varios años y que hoy nos tiene copados totalmente y a su entera merced. ER
El cinematógrafo no es actualmente mas que un factor —si bien de los más trascendentales — en esta estrategia aniquiladora. Los otros están representados por la red de agentes comerciales, por el estado mayor del cuerpo diplomático y consular, por sus famosos capitanes de industria, por sus banqueros — en este caso, generalísimos y estrategas consuma
En contraste con el modo con que se representan los norteamericanos en el
cine, mostramos aquí la manera como muestran a los habitantes de los países
hispánicos. Esta es una escena de “Señorita,” de Bebé Daniels, en que se
muestra de la manera más injuriosa a los hijos de la Raza. En este caso se echa mano de los habitantes de la República Argentina.
dos, y en todo momento, supremos directores de la política doméstica y extranjera de este país, así como verdadera última ratio de su conducta. Agréguese su. incomensurable riqueza, su nunca jamás igualada fuerza económica, su
dinamismo inherente, su propio carácter,
dócil, crédulo, fácil a la persuasión, metódico y ordenado que los convierte en elementos dúctiles y aliados eficacisimos de los grandes dirigentes de la política — que aquí no son ni los mandatarios del pueblo ni las agrupaciones políticas, sino los banqueros, los grandes industriales, los once mil millonarios confederados en omnipotente oligarquía e identificados entre sí para propulsar los destinos de su nación y de la América Latina hacia los derroteros más provechosos y lucrativos para ellos.
En ningún país del mundo civilizado
Página diecinueve
interviene menos el pueblo, el demos griego, en las decisiones de la alta política que en los Estados Unidos. La democracia es una utopía irrealizable en todas partes del mundo, y aquí, como en todas partes también, es una farsa, un mito, sin actualidad ni sentido; es un nombre sonoro, una bella frase con que se embauca al buen demos para hacerle creer que si, que gobierna, que es rey de sus alcabalas y que puede hacer de su capa un sayo. Es la última ilusión que la omnipotente oligarquía de millonarios ya aludida le permite conservar. Por eso, sería injusto y poco equitativo. y noble culpar al pueblo norteamericano de las atrocidades que en su nombre se cometen en la América Latina. No, tan responsable es él de los atropellos de Haití, de Santo Domingo, de Nicaragua, etc., etc., como lo es el diácono de San Juan Capistrano. Antes al contrario, en el pueblo norteamericano radica un espíritu de justicia, un sano sentido de equidad y fair-play, como dicen ellos, una aguda sensibilidad ante la miseria y el dolor ajenos, que les obliga a condolerse de nuestras vicisitudes, y muchas veces, cuando se enteran, hasta a defendernos de las picardías de sus pro-. pios conterráneos.
Pero también es cierto que no hay en el mundo pueblo que como el norteamericano sea tan dócil y fácil de subyugar. Y la prensa yanqui atiza constantemente el espiritu imperialista, enseñando que los Estados Unidos deben regir en el continente americano. Como prueba de esto haremos notar algo bastante ilustrativo: Mientras en el Congreso Pan-Americano de La Habana los representantes de los Estados Unidos entretenian a los enviados de la América Latina con frases almibaradas y altisonantes, aparecian, simultáneamente en casi toda la prensa norteamericana, artículos en que se declaraba: “Los Estados Unidos deben supervise (dirigir y dominar) las próximas elecciones de Nicaragua, QUIERA O NO QUIERA EL CONGRESO NICARAGUENSE, y evitar que sea elegido un gobierno contrario a los intereses de los Estados Unidos, pues si esto sucede, serán cancelados los tratados que nos dieron derecho a construir el canal de Nicaragua. Los Estados Unidos deben y necesitan construir ese canal, y tomar absoluta soberanía del territorio a ambos lados del canal, y hacer todo esto sin andarse en miramiento ninguno.”
Pero volviendo a nuestro tema, o sea, a la nefasta influencia que la cinemato