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La Odisea de
un Argentino
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imponer silencio y habló de manera tan convincente y sincera que a la media hora “ contaba con el apoyo de todos los presentes y la batalla quedaba ganada.
Ocho días mas tarde Barry Norton decía adiós a su ciudad natal desde la proa de un gran paquete inglés que le llevaba a Nueva York como pasajero de tercera, con los fondos subscriptos por los redactores de “Crítica” para el descubrimiento y consagración del nuevo Valentino. . . .
Transcurrió un año. Barry Norton, aspirante a “astro” de la pantalla supo de todas las amarguras del extranjero que lucha desesperadamente por realizar un ideal más caro que la vida misma; y un buen día la suerte quiso que de la larga lista de “extras” de un “studio” de Hollywood, se eligiera su nombre para desempeñar una parte insignificante. Luego vino “El Precio de la Gloria,” obra en la que se le confió un papel sin importancia, pero con muchas posibilidades, y que él hizo famoso en todo el mundo, y por último Paramount ha hecho ahora su consagración definitiva, al elevarle al rango de galán joven actuando junto al gran artista Emil Jannings en su próxima gran producción llamada
“Los Pecados del Padre.”
A novela de la vida de Barry Norton
está pues, en camino de ser una obra completa; sus sueños se están realizando uno a uno, y ya nadie puede dudar de su consagración definitiva. Pero, antes de terminar esta crónica, conviene relatar una escena que el que estas líneas escribe, presenció en la Redacción de “Crítica,” en Buenos Aires, a raíz del estreno de “El Precio de la Gloria.”
Un matrimonio de edad algo avanzada se presentó una tarde y solicitaron hablar con el redactor de cine.
—Somos—comenzó diciendo el marido—los padres de Barry Norton. Hemos leido anoche en su diario que ustedes fueron quienes ayudaron a Barry a ir a los Estados Unidos a buscar un problemático porvenir artístico en la cinematografía, y que ahora porque le han confiado una parte mínima, se enorgullecen de haber descubierto un “astro” de la pantalla. ¡Ojalá sea verdad!
El hombre hizo una pausa, visiblemente conmovido, mientras su esposa trataba en vano de contener las lágrimas. Un silencio profundo reinaba en la sala, y todos estaban pendientes de los singulares visitantes. Asi transcurrieron largos segundos, minutos quizá hasta que el padre de Norton prosiguió su discurso
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interrumpido por la emoción que le embargaba:
— Muchachos — comenzó diciendo — Ninguno de ustedes está aún en la edad de saber lo que un hijo, e hijo único, significa para sus padres que ven en él la realización de los sueños de toda su vida.
“Barry fué hasta hoy nuestro más grande y doloroso fracaso. Su instinto lo llevó a huir del hogar paterno, a negar todos los principios y las tradiciones familiares, en busca de una gloria artistica inconcebible para nosotros, burgueses por los cuatro costados.
“Parece, sin embargo, que los tiempos han cambiado y que él y ustedes tenían razón y que nosotros estábamos errados. Y hoy, que es un día sagrado para nosotros, porque el hijo de nuestra sangre ha triunfado al fin, hemos querido venir a agradecerles a ustedes por haberle abierto a Barry el camino que nosotros le habíamos cerrado con nuestra obstinación de viejos enchapados a la antigua.
“Muchachos: ¡ Que Dios los bendiga !”
Y diciendo estas palabras, la bondadosa pareja salió de la sala, estrechamen
te abrazados y ante la emoción de todos, se fueron regando con lágrimas de dicha, los corredores de un diario que jamás estuvo más cerca de la vida y sus dramáticos misterios que entonces.
E esto hace ya un año. No pasará
otro, sin embargo, antes de que bajo la acertada dirección de Paramount se proclame al mundo el triunfo definitivo de Barry Norton, y ese día querríamos —y ojalá el destino lo quiera—estar en la vieja sala de redacción de “Crítica,” donde sin duda alguna habrán de ir los padres de Barry para entonces millonarios, a bendecir a unos muchachos locos que en su locura y su bohemia se deshicieron de unos tantos centavos para impulsar en la vida a un hermano intelecmal...
Y queremos estar ahí porque esas bendiciones brotadas de esos dos corazones adoloridos de tanta alegría, hacen bien aún a nosotros, los periodistas, que por estar tan cerca del fondo trágico y mentiroso de la vida, nos vamos haciendo un poquito duros, un algo egoístas, amargaOS: 0