Cinelandia (May 1929)

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66 MILLARES MUEREN EXTERMINADOS POR COMPLETO Un vecindario vengativo aniquila a sus enemigos Una población vecina fue escena, hace poco de una de las hecatombes más extraordinarias de que se tenga memoria. Centenares resultaron muertos de un solo golpe y el total de las víctimas pasa de dos mil. Desde hacía tiempo que los habitantes de dicha población venian sufriendo las incursiones de hordas invasoras que no los dejaban en paz. Enfurecidos, se apoderaron de una arma poderosa, y, apenas aparecieron los merodeadores, abrieron el fuego. Instantes después, los cadáveres quedaban diseminados por doquier. No hubo un solo sobreviviente. Las difuntas moscas, que habían sido fuente constante de molestia para todos y que, al llevar suciedad desde los establos y el corral al interior de las casas, resultaban peligrosas para la salud de sus habitantes, no pudieron resistir el ataque de Black Flag Líquido, el insecticida por excelencia. Black Flag en Polvo es igualmente fatal. 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No le ha visto—porque no ha podido verle—en docenas de películas metido entre los extras, haciendo de mozo de café, de paseante en las calles de París, de revolucionario ruso, de soldado alemán, maquillado, sucio, con patillas algunas veces, elegantemente vestido de “smoking” otras—y cree que esa vez, cuando su nombre figura por vez primera en el reparto de la cinta, es la iniciación de su carrera cinesca. Esa es la diferencia entre el tiempo viejo y el nuevo. Hace años, las oficinas de reparto de los talleres no estaban organizadas: no habían miles de nombres inscritos, ni los productores se atrevían a gastar sumas enormes en contratar una muchedumbre para pagarles siete dólares cincuenta por un día de trabajo. Simplemente llamaban a grupos de obreros sin trabajo, a soldados en días de descanso, a los mismos operarios del taller. De este modo tenían un ejército de extras diversos cada día, que actuaban por una suma pequeña—dos o tres dólares—que no poseían interés por adquirir experiencia, y que posiblemente no volvían a actuar ante el lente ninguna otra vez en su vida. No existía pues la profesión cinesca. Cuando alguna muchacha o algún joven demostraba buenas condiciones en una prueba privada— pruebas hechas siempre por amistad, pues que en aquellos tiempos las “estrellas” eran las esposas, los hijos, los hermanos y los parientes de los directores y productores— se le daba en el acto un rol de cierto valor, luego otro y así iba poco a poco, a la vista del público que seguía sus películas, haciendo su aprendizaje, demostrando lo mal que trabajaba al comienzo y cómo mejoraban sus condiciones. Hoy, simplemente, ese aprendizaje se hace sin que el espectador lo vea— perdido el principiante entre la masa de extras—y así siempre cientos de aspirantes listos para convertirse en buenos actores cuando algun director se fije en ellos. Pero queda el punto de mayor importancia en toda la organización cinematográfica, la base y el secreto del interés del tema, del éxito de la cinta, de la buena elección de los intérpretes y de la buena interpretación de estos. Y es una persona que figura apenas, que el público de los países lejanos a Hollywood muy rara vez toma en cuenta: es el director. A través de veinte y cinco años de experiencia cinematográfica, la película norteamericana ha sufrido variaciones provechosas convirtiéndose en un espectáculo perfecto. Antes, alguna actriz famosa del teatro hablado, alguna belleza femenina sin experiencia interpretativa o algún tipo varonil de vaquero del Oeste, tenían derecho suficiente para hacer gestos, morisquetas y piruetas ante una cámara y unas pocas luces, siguiendo, nó las instrucciones, sino lo que indicaba un argumento escrito a la carrera. El director mantenía, en cierto modo, la disciplina de la escena. Pero nada más. Y resultaban películas atroces, en que el protagonista se paseaba por la pantalla más interesado en lucir su figura que en defender el tema. El público soportaba porque eran las primeras cintas, y por la actriz tenían hermosa figura, Pero más. La labor interpretativa era a queña, y el progreso, entre una cinta Bet lento también. Diez O quince años se E taron así para convertir a Mary Pickford.. Perla White, a Ruth Roland, en verdad ya actrices dignas de interpretar un 50 humano y verdadero. tema Hoy día nó. De la noche a nombre nuevo de mujer o de ser famoso, nó solamente po que resulte de haber interpr protagonista, sino por la trabajo escénico. Esa es la obra del director, ¿ese es el tra, bajo mecánico, lento, de estudio, de Obserya. ción y de perfeccionamiento, que el públi no ha visto a través de la pantalla y dl se ha ido realizando año tras año enla “entre-bastidores” de los más important 8 talleres de Hollywood. El director es el alma y la base de Wa producción. Poseedor de la confianza qe productor, lo que significa, en término; comerciales, de que ha obtenido de aquel |, autorización para gastar a su antojo me. dio millón de dólares o más, es quien de. cide y hace, de una sinopsis, resumen dq. argumento, escrita en un par de hojas qe papel, una película que tanto puede ser um producción insignificante como una obra maestra, . Bajo su vigilancia se escribe la “adapta. ción,” lo que los talleres norteamericany llaman el “script,” o sea la distribución, en escenas, explicando cada gesto, cada ángulo de la cámara, cada escenario o decoración, de aquel primer 'resumen de la historia ele. gida. Mientras la parte mecánica del talle; se pone al trabajo, preparando los escen. rios, los trajes, los útiles, etc, que ese “script” exige—sin que se dé una pincelada ni y corte una yarda de tela que no haya tenido el visto-bueno del director—tiene éste a cargo la tarea más árdua: la elección de los intérpretes. El sistema más común es el de realizar una prueba cinematográfica de cda uno, vistiéndole con ropas semejantes al del personaje que se espera interprete y ha: ciéndole, generalmente, actuar una de las escenas de mayor importancia del argumento Pero esta tarea es larga, difícil y costosa, Cada prueba de un candidato demora mu chas veces algunas horas y cuesta bueno cientos de dólares. No es posible, por lo tan: to, ensayar cientos de personas para cada rol, pues se malgastaría así más film y mí dinero que en la producción entera. Es pues necesario que el director posea un criterio tal que sepa seleccionar, de entre los vario miles de actrices y actores—fogueados, pri cipiantes y extras a la espera de oportun: dades—tres o cuatro de entre los cuales de: berá necesariamente encontrar, mediante la prueba fotográfica, el tipo ideal para si argumento. Y debe pensarse también, qu en esta tarea como durante la filmación de | la cinta entera, tendrá sobre él una opinión a quien contentar: el productor, que ts, tl | realidad, “el hombre del dinero,” y quien $ da a sí mismo, a menudo, el cargo de “super visor” de la cinta, contemplando cada tarde sobre la pantalla, lo filmado el día anterio. Y más de una vez, después de ver en siler cio algunos cientos de metros, abre la bo al final de la sesión para decir fríamente al | director: —¡No sirve ni un metro de lo que Do filmó ayer! Y cuando por fin está elegido el reparto cuando la cinta deja de estar “en lane ción” para comenzar a figurar en cédula de taller como película en “filmación,” apart. en toda su magnitud la labor del directo rodeado de la colaboración inteligente % cientos de personas que tienen a su cif departamentos y secciones técnicas que Col que el actor ; la mañana mM hombre Pasa r la publicida etado un ro] de perfección de "