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Vistazo íntimo a la filmación de algunas cintas notables
mado de brazo de Irving Berlin, el famosísimo músico judío. Penetramos a uno de los escenarios; hace algunos días en aquel mismo sitio habíamos presenciado una lujosa escena de corte para “El general Crack,” la nueva película de John Barrymore. Ahora el gran salón resplandeciente de luces ha desaparecido; y en su lugar los tramoyistas preparan los departamentos interiores y los camarines de un teatro de variedades. Su: trabajo es lento, porque a cada instante suena el pitazo anunciando que se vá a filmar una escena hablada, y cada operario debe interrumpir su tarea, bajar desde el sitio donde está actuando y sentarse, orden estricta que tiene por objecto el impedir que los movimientos de cado uno, sus pasos o el crujido de sus zapatos inutilice la escena que se filma cerca. Luego un nuevo pitazo indica la terminación del trozo, y los obreros tienen algunos minutos para continuar su labor. Pero el trabajo avanza muy poco, y de allí que los
talleres se vean obligados a usar tres grandes grupos o turnos diariamente, dividiendo el día y la noche en jornadas de ocho horas, a fin de construir los decorados, de tal modo que jamás permanecen los talleres en silencio o inactivos.
Nos acercamos al decorado.
John Adolphi discute con los
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operadores una nueva colocación de las cámaras, y entre tant Pauline Frederick ha venido a descansar junto a un cat portátil improvisado. Viste un traje de equitación an amplios pantalones y apretadas botas negras. No es Joven ni mucho menos, pero posee aún el gesto dulce y la expresión interesantísima de la mujer apasionada y trágica que vieramo hace una década en “La Mujer X” en las tablas,
Ya están listas las cámaras. El decorado representa um mansión lujosa de una mujer rica y culta; son dos habitacio. nes amplias—salón una y biblioteca la otra—unidas entre y por un pórtico con algunos escalones. Se ensaya la escena y sólo entonces aparece Conway “Pearle que ha estado preoc. pado retocando su maquillaje en uno de los sillones; también está viejo: su rostro muestra las arrugas implacables del tiempo, pero la pintura amarilla y la luz harán su milagro y le rejuvenecerán lo suficiente para dar la sensación del hom. bre de mundo, maduro pero nó senil. Ya están ambos personajes listos: será una despedida, una escena de amor entre dos personas que han venido a reunir sus ideales en el ocaso de sus vidas. Y realmente ambos, con su edad, su aspecto y la distinción indudable de sus figuras, dan una exacta sensación de vida que no producirían actrices o actores jóvenes a quienes fuese necesario envejecer por medio del maquillaje.
Se dá la señal de comenzar. Un silencio absoluto envuelve el decorado. Ambos avanzan deteniéndose frente al pórtico. Allí se toman de las manos, y él, envalentonado, la abraza envolviéndola en un beso afectuoso y largo, un beso en que hay más amistad que pasión, más afecto que amor. Luego se separan sonriendo, se despiden en voz baja y él se aleja. Pauline Frederick queda sola ante el lente, y la actriz extraordinaria aparece en aquel gesto solitario. Su expresión de felicidad, de emoción, de satisfacción mezclada a un arrepentimiento pueril por el momento de arrebato en que acaba de caer, es perfecta, mientras mira alejarse al hombre que ama,
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Arriba, a la izquierda, vemos a Nils Asther dando la bien: venida a su compatriota la exótica Greta Garbo. Abajo, a la izquierda, Elliott Nugent y Sally Starr en la cinta de MetroGoldwyn-Mayer “College Days.” Derecha: otra pose de Sally Starr en el mismo film