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ejemplo: sería una escepción si encontrásemos una que no relatase un episodio larguísimo, en que la historia vá desarrollándose a través de años y años que el espectador necesitaba “imaginar” con ayuda de algunos títulos explicativos y de algunos cambios en
la apariencia de los artistas y en el aspecto de los decorados.
POR esta razón, el cine silencioso se nutría
A exclusivamente de temas melodramáticos, de literatura vulgar que no alcanzaba a despertar interés en la gente culta. Todos se preguntaban siEmpre, por qué no era posible llevar a la pantalla a literatura moderna, las novelas cortas, llenas de verdadera vida, de pequeños y violentos conflictos de la lucha diaria, Y no era posible por la razón muy sencilla de que, no existiendo los diálogos ni las frases que demoran la acción y dan la sensación interior de cada personaje, la mímica silenCosa, para no cansar, debía ser corta, condensada, comprimida, por decirlo así, en algunos gestos ya clásicos, y de este modo un novelón de cuatro tomos servía para hacer una película de diez rollos, pero una novela corta o un cuento de cincuenta Paginas apenas si habría alcanzado a formar algunos cientos de pies de celuloide en que la historia, silenciosa, habría resultado trreconocible.
A llegó el cine hablado. Se han hecho al comienzo, o más diversas índoles, largas algunas, absurdas e sadoras la mayoría porque se trata de ensayos de un
0 arte y hay desorientación en los que producen, en los E y en los que dirigen. Se abusó en las primeras mo por ejemplo “Interference” y “The Canary
e o del exceso de diálogos, entusiasmados los diaL por mostrar al público como podía oirse claramente a interprete. Se está abusando ahora del espectáculo musi
Algún chiste picante le está contando Karl Dane a William Haines, a juzgar
por la expresión de estos dos pícaros.
Derecha, una
chiquilla extra de Warner Bros. en “The Great Divide”.
cal: el cine se está vengando de sus muchos años silenciosos, ofreciéndonos una verdadera inundación de películas habladas, cantadas y bailadas que pasan, obligatoriamente, alrededor de los teatros de vaudeville y que muestran, entre cada par de escenas de un tema insípido, una sucesión de cuadros de variedades que se desarrollan en el escenario. Ha habido algunas dignas de elogio por su perfección, como “Broadway Melody” y “On with the Show,” pero en general estas cintas no significan sino un desahogo de los talleres por los muchos años en que el cine permaneció mudo, y, también, con el propósito muy comercial de llevar al resto de los Estados Unidos y posiblemente del mundo entero, el secreto de los espectáculos lujosos de New York, que había estado vedado por años a los que no tuviesen los medios suficientes para viajar hasta la ciudad de los rascacielos, y que ahora podrá ofrecerse de pueblo en pueblo como una nueva mercancía en conserva: “New York EU DOS a e
Pero en cambio, el cine hablado ha abierto de inmediato sus puertas a la literatura más purísima, a la trama novelesca más humana, a la observación más clara de la vida, sin
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