Cinelandia (December 1929)

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joe co | Jugada escena y traslación súbita de la misma, en una sucesión simultaneísta, solo comparable a la rápida secuencia de las imágenes apenas impresas en la retina interior del cerébro de cada uno. A todo esto contribuye el colorido especial, las luces deslumbrantes, los ángulos de sombra, la colocación sabia de los planos y los personajes que han de producir el cuadro deseado. ERO no obstante que se manejan elementos reales para la obten: ción de verdaderos milagros de fotografía animada, éstos parecen cosa irreal, por lo no previsto. En el mundo del cine se llega a confundir, entonces, lo real con lo irreal. Los mismos personajes de los argumentos cinematográficos toman igual camino que sus congéneres de la literatura; esto es, llegan a tener existencia real y positiva, enteramente desprendidos del ambiente en que nacieron a la vida ficticia de la pantalla. Su realización ha sido tan completa, tan fuerte, que hasta los actores que interpretaron esos caracteres, pasan a veces, a segundo plano, o se casan con el personaje que han representado muchas veces en iguales o parecidas interpretaciones, hasta ser sinónimos de él. Tal acontece por ejemplo con Charlie Chaplin. El verdadero Chaplin no es el señor que tiene dos o tres millones de dolares, que tuvo un disgusto con su divorcio de Lita Gray, que dirige y discute la filmación de sus películas en la Charlie Chaplin Moving Pictures Corporation, etc., sino el under-dog de los barrios bajos de Londres y en general de los barrios bajos de todo el mundo; que usa sombrero hongo de un color verdinegro, chaquetilla rabona, chaleco historiado, pantalones anchísimos, zapatones enormes y una caña de flexibilidad pareja de su enorme talento. Charlie Chaplin no es Charlie Chaplin y si es Charlie Chaplin, porque ha logrado crearse a sí mismo dentro del perímetro de una gran tragi-comedia que es la síntesis de todas sus geniales producciones. L que se interna en As bosque encantado de Hollywood le salen siempre al paso las más inesperadas experiencias. Le serán revelados intimos secretos del adobo con que se rebozan los escenarios y los artistas. Verá panoramas jamás soñados por la mente del hombre; perspectivas dislocadas y como prendidas en el aire; siluetas inverosímiles; cambios bruscos de escena y de lugar, imposibles de ser catalogados entre los fenómenos naturales ; transformación de seres en cosas y viceversa, como en los cuentos de hadas, y, envolviéndolo todo un airecillo sutil y perfumado de violetas del Olimpo, que es lo que conserva incólumes y frescos esos aspectos nítidos, deliciosos, de una sapidez inefable para los ojos y demás sentidos que tienen los divos del cine. Feliz mortal el que logra iniciarse, siquiera sea a medias, en esos arcanos. Mucho de su tedio anterior desaparecerá como por encanto, al pisar el umbral de un taller de cinematografía, o sea de un estudio, como pomposamente se les Douglas Fairbanks es D'Artagnan, y ha sido Don Q, pero este personajt tuvo tanta fuerza en sí mismo que lo : : ise llama en esta tierra astral. Porque es, en efecto, en esos antros consagrados Empezando por arriba, termos y e inasequibles para el pobre ser laico, donde puede asistirse a las maromerías pa od Pp P ei de e cea tllR lec. , . . E , Ya . pl . ra . de lo inverosímil que dejan alelado al más valiente y suspenso el ánimo de tores y estos tendiabrados artistón del a cualquiera, que no esperaba tanta volatinería. pantalla, bajo esos nombres tan extral Naturalmente que me estoy refiriendo a las decoraciones; a los cambios de 26 4