Cinelandia (December 1929)

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| | E ] sustituyó, y vive en la memoria de los fanáticos como tal, como Don O. Y quien dice Don Q dice el Zorro, quizá más célebre aún. A representación de un jeque altivo y gallardo en cierta film harto Ms dió a Valentino el espaldarazo definitivo de semidios de la cinta de plata, y de tal modo hubo compenetración entre intérprete y personaje, que de allí en adelante no se motejó al actor sino con el título, bien ganado, de El Jeque. Existe sin duda alguna una linea de horizonte, en el mundo del cine, en que lo verdadero y lo inexistente se dan la mano. Es difícil dilucidar en un momento dado cuál es cuál. Si nos hablan de Madame Dubarry no sabemos si aluden a esa célebre mujer de postrimerias del imperio francés, o si quieren referirse a la inquietante Pola Negri. Si de Bello Brummel, ignoramos si mencionan al personaje de esa vista famosa “Brummel” del cine, Juan Barrymore. Y así en muchos casos análogos. Cuando queremos saber a ciencia cierta la verdad de algunos efectos o de algunos hechos que caen dentro del campo de la cinematografía necesitamos armarnos de todas armas, a fin de no sucumbir en nuestras primeras pesquizas, ante el vaho mortífero de un dragón apostado en la encrucijada más inofensiva, o ante el oropel y las dádivas que ante nuestra vista despliegan cien brujas en fila de batalla inminente en las lides de ese mundo imaginario y funambulesco, que en tierras lejanas nos da timo de tierra prometida de De arriba para abajo, vemos a Renée de la Fonte, Richard an Mattemore, Sarah Frances Lon, Richard Brimmer y llian Bohny, ¿Reconocen los ares a alguno de estos fa0808 astros de la pantalla ? : ¿$ lo legendario y lo suprasensible. (Esto es imaginativo, naturalmente.) Pero todo ese artificio es inútil. Ante ciertas palabras abracadabrantes que usamos, caen, como escamas o como telarañas, los velos inconsútiles que disfrazan lo verdadero de lo mentido, y a nuestra curiosidad un poco infantil, se muestran desnudas, tal como son, las más atrevidas e incomprensibles invenciones de la mente del hombre. Ya al tanto de los secretos del cine, seguiremos dejándonos engañar dulcemente por sus artimañas, a pesar de todo, puesto que el alma busca siempre, instintivamente un poco de engaño, un poco de irrealidad, como puerto al cual arribar cada vez que flaquean nuestros esfuerzos en la lucha biológica y fatal. Hablamos de nombres que quedan, casi independientes de los personajes, o de nombres de personajes que quedan a despecho de los nombres de los actores que los interpretaron. Igual acontece con la personalidad real de los actores y su personalidad artística o sea su personalidad profesional. Hay quienes han cobrado fama y son conocidos con el nombre y apellido que les fueron legados al nacer por sus padres, pero en una inmensa mayoría, los divos han hecho célebres, nombres que no son los que usan en la intimidad, o por lo menos que no son los que legalmente debían usar. El hábito llega a incrustar estos nombres postizos en la memoria de la (va a la página 45) £7