Cinelandia (February 1930)

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60 En el baile, TMaybelline produce unos ojos seductores lo que los labios no osan—y no Ojos opi y ps —srodéados de obscuras, largas y sedosas pestañas son el modo seguro de ser popular .. . Ojos_hellos por si solos carecen de algo cuando las pestañas no son definitivamente marcadas. Basta con un e de Maybelline, el inofensivo embellecedor $ pestañas. Hermosas mujeres del teatro y e a pantalla, mujeres hábiles prominentes en circulos sociales, así como las más populares debutantes— todas usan Maybelline para obscurecer instantaneamente las pestañas; hacerlas aparecer largas y espesas, y al mismo tiempo dar a los ojos un efecto de expresión irresistible. Siga esta nueva Y agradable boga que mujeres por doquiera practicas ompre el inofensivo Maybelline hoy mismo. SE sorprenderá al ver la nueva belleza animada de sus ojos. Sólido o líquido immune al agua, Maybelline, negro o castaño, se vende a 75 cts. en todas las tiendas de articulos “de tocador. que dicen lo necesitan decir. Que puede resistir el encanto de unos ojos MAYBELLINE CO., CHICAGO Forma líquida (immune agua) Forma Sólida Embellece las pestañas UNA NARIZ DE FORMA PERFECTA Ud. Puede Obtenerla Fácilmente L aparato Trados, Modelo 25 E corrige ahora toda clase de narices defectuosas con rapidez, sin dolor, permanentemente, y cómodamente en el hogar. Es el único aparato ajustable, seguro, garantizado y patentado que puede darle una nariz de forma perfecta. Más de 100,000 personas lo han usado con entera satisfacción. Mi expe << e riencia de 13 años en el estudio y fabricacion de Aparatos para Corregir Narices están a su disposición. Modelo 25-Jr. para los niños. Escriba solicitando testimonios y folleto gratis que le explica cómo obtener una nariz de forma perfecta. M. TRILETY, ESPECIALISTA Dept. 1271 Binghampton, N. Y., E. U. A. == SEDA PARA DAMAS Que lindo es un fino juego de ropa interior de seda, que fresco, como se amolda a las bellas formas de la mujer. No debemos olvidar las medias de seda. “Ud. puede obtenerlos gratis. Pida informes. UNIK CO., 509 5th Avenue, Dept. 2, New York más! Pero que interesante su relato. Richard Harlam es honrado y como Production manager de esa película dirigida por Henry King, tenía que obrar con propiedad. De él dependía que al fin hubiera en Hollywood una película con ambiente exacto. Y sobretodo en la indumentaria. Sabedor de la variedad que caracteriza a las costumbres de los pueblos latinos, no podía dar tres o cuatro modelos de vestidos para que se hicieran varias docenas semejantes. Necesitaba realismo y exactitud. Entonces, partió para Cuba. Se dedicó a atisbar en muelles y cafés, bohíos y playas, pesquerías y cabildos, los trajes interesantes. Veía a un individuo vestido de una manera particular y le invitaba a tomar una copa; de pronto, le requería así: — compadre, cuanto quieres por lo que traes puesto? — El cubano se desconcertaba. Gente humilde, su ropa, tenía valor insignificante. Y a veces creía se trataba de una broma. Entonces había que explicarle todo lo de la película. Y el afortunado se despojaba de sus ropas a cambio del valor de un repuesto nuevo. Así juntó Harlam más de quinientos vestidos con sus respectivos calzados y sombreros. Y también algunas libras de sudor y mugre. Naturalmente que hubo que lavar, desinfectar y esterilizar todo ese cargamento. Pero conservar las manchas características. Una vez llegó a un poblacho de pescadores. Comenzó a comprar indumentos. La noticia voló por la comarca. A la hora centenas de personas trataban de venderle sus prendas. El mercado era limitado. Entonces volaron amenazas e injurias. Por poco sale Harlam linchado, a no ser por la oportuna intervención de un destacamento rural. Al fin logró un surtido pintoresco, detallado y magnífico de prendas cubanas, reales para un ambiente propicio, menos en su natural mugre de cada individuo. Pero esto era lo de menos. El sitio del trabajo era en los alrededores de Tampa; aquí radican veintidós mil cubanos trabajando en las fábricas de tabacos. Tampa era pacífica, normal, monótona, constante, sencilla. Cuando se estableció el campamento cinematográfico, Florida sufrío una revolución. Harlam fué a las fábricas en busca de algunos millares de extras. Hombres y mujeres desertaron de sus trabajos de años por la novedad del cine, es decir, de Hollywood transplantado a Florida. Cuantos sueños podrían ser realidades sin el trabajo de ir en pos de la ventura miles de leguas al Oeste! Esos cubanos usaron los trajes quitados a sus compatriotas y pronto dieron el sello personal que caracteriza a las prendas de todo individuo. Sello netamente cubano, Lupe Vélez era la estrella. Jean Hersholt el principal papel masculino. Al St. John, el veterano comediante, uno de los villanos. Cabarets, candencia de danzas criollas, fuerza de evocaciones! Richard Harlam había escogido la mejor de las músicas típicas posibles ahora en América. Una orquesta de negros cubanos, tocadores de legítimo Son, magos y dominadores del ritmo hecho plástica, en suma, los populares negritos del Sexteto Habanero, tan conocido en las ortofónicas, tan amados en París. ¡Cadencia de rumbas, de guajiras, de sones y danzones y de todas las fiebres cubanas de música y danzar! Lupe Vélez estaba loca, estimulada por la fuerza de los ritmos. Como trabajaba la muchacha incansable, tremendamente dispuesta, sobrehumana... sin faltar, tras de horas y horas de matarse actuando, a alguna alegre francachela nocturna. Aquello era un oceáno de alegría: los py baneros son tan jocundos, tan ruidosamen joviales. Los tres meses de trabajo fuer tres meses de continuo festival. Se bebía, y jugaba, se cantaba, se reñía, se gozaba y secundariamente, se filmaba. En las fábricas era una dislocadura de labores. En cada sección faltaban cinc; seis hombres y diez o doce muchachas, Si aviso, sin pretexto, sin causa. Al día y guiente la excusa: enfermedad. Otro día fal taba el capatáz. Pero se descubría el secret ni el capatáz mi los obreros hacían camp estaban como comparsas ganando 'sus tres y cuatro pesos diarios. Hasta honrados rep tistas y buenos burgueses de Tampa tuvier su alucinamiento y fueron a servir de cm. parsas. Entonces, vino la revolución. Comenzar los disgustos. Las fábricas tienen también y ritmo, que no puede ser sincopado. Ot ocuparon los puestos, Hubo el consipuien retraso en la producción. Lo curioso es qu había obreros que dejaban un salario q siete u ocho pesos en las fábricas para ir; ganar tres a la película. Y cuando el campamento se levantó, cu les fueron los últimos resultados: ¡Oh, ir fluencia de Hollywood! más de cuarenta di vorcios se habían originado en ese lap como consecuencia de esa inesperada inv sión cinematográfica. Pero hoy, Tampa ha vuelto a su normal dad. Hollywood, es tan sólo una pesadil) en el recuerdo de sus moradores, Valentino... (Viene de la página 37) amor de su vida, del amor de Natacha, qu nunca supo corresponderle con igual vigor; vehemencia. ' Al principio la orgullosa Natacha con deró a Valentino como un esclavo atrevid que osaba pretender su distinción. Tal en la actitud desdeñosa y fría de esta sen diosa. Pero la gracia exquisita que posll aquel a toneladas, como que era un latin pudo más que su desdén. No había oportu nidad alguna que él no aprovechara, con ul tacto y un savoir faire admirables. Cuand ella tenía que quedarse en el estudio has hora avanzada, él se las arreglaba pan tener algo que hacer y. estar listo pan acompañarla a su casa, cuando saliera. Como todo enamorado, pronto supo cuáles eran sus gustos en libros, en flores, en lo más raros objetos, que el le traía como mut* tras de su devoción y de su amor inmen más fuerte y más profundo cuanto más dut y altanera era ella, Un día, después de una asidua constancia que pocas mujeres habrían dejado pr longarse tanto, llegó el gran momento, tl momento que habría de decidir, de una vt, en la vida de ambos. Fué en ocasión de ul gran baile que se celebraba en el Hotel An: bassador. Valentino se armó de todo el valo de que podía disponer, y temblando de emo ción la pidió que' le acompañara a fiesta, de gran tono y nombradía en Holl; wood. Sus manos estaban frías y el aliento le faltaba mientras esperaba la contestació de labios de la diosa. Ella accedió. Se trataba de un baile de trajes, así que él llevó el de gaucho que había usado tl “Los Cuatro Jinetes”. Ella fué nada men que de Cleopatra. No iba en realidad reptt sentando a aquella famosa reina de la ant: gúedad. Era Cleopatra misma, con sus 0J0% dominadores, sugestivos y bellos, y su av* salladora personalidad que se le escapabl por todos los poros, di