Cinelandia (July 1930)

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e As Cfea $ por Dario Varona No hay que decir que lo mismo ocurre con las estrellas de hoy da. Mientras gocen de juventud y hermosura pueden estar tranquilas que nO les faltarán los votos fieles de sus respectivos admiradores. Juventud y belleza son los únicos títulos que muchos ssí llamados artistas de ambos sexos tienen para justificar la predilección de sus devotos; no es de extrañar, pues, que al iniciarse h decadencia de ambos, amengue el entusiasmo y la devoción de sus adictos hasta desaparecer. Así vemos cómo, a pesar de sus grandes dotes, disminuye la popularidad de un Douglas Fairbanks, ua Mary Pickford, una Lillian Gish, una Norma Talmadge, ua Gloria Swanson, y tantos otros veteranos de la pantalla, un día idolos casi venerados y hoy ya en el ocaso Arriba, ZaSu Pitts, veterana del cine mudo que ha encontrado en la pantalla hablada un puesto envidiable. Centro, Polly Moran, la comedianta de cara bufónica. En el.círculo, Margaret Mann; cuyo rol:'c madre en “Cuatro hijos” fué trascedental. Abajo, Marie Dressler ; qlie casi arrebató los honores a Greta ÑOS en “Anna Christie”. ** del aura popular. Todos ellos, sin embargo, pueden ufanarse de haber sido durante diez o quince años—es decir, mientras-no“se:marchitó su juventud, y su belleza se conservó rozagante y fresca—el ídolc de millones y millones de admiradores y fanáticos. Jamás la infeliz característica pudo vanagloriarse de tal sostenida simpatía por parte del público. Y cuenta que muchas de ellas la merecen en grado mucho más alto que las jóvenes estrellas que las eclipsan. Sucede en el cine lo contrario que en el teatro. En éste última; por lo general, el papel de característica es la etapa final-de una; carrera artística, la cual, siguiendo la ley biológica de nacimiento, desarrollo, plenitud, decadencia, y muerte, empieza casi siempre en el coro, haciendo ¡papeles in“significantes; asciende lenta y penosamente hasta el de dama joven, primero, luego primera actriz, donde se mantiene algunos años y al “declinar de su vida desciende nuevamente al de característica. Por consiguiente, casi todas'las: características teatrales han saboreado al“guna vez la embriaguez de la popularidad y los aplausos. De aquí su eterna añoranza de “los buenos tiempos: con que se entristecen y consuelan a la vez. 0 Nada de esto ocurre en el cine. Y ello se debe a tres razones fundamentales. En primer lugar, es un arte demasiado joven para que se haya podido producir el tipo. En segundo, que la mujer que llega'a ser primera dama o estrella en la fotogenia hollywoodense al aproximarse su madurez otoñal, ha (va a la página 48)