Cinelandia (December 1930)

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POR DARIO VARONA Arriba, en el círculo, podemos ver a David Manners y Loretta Young en “Cuando éramos” de First National. Derecha: Ken Murray, Irene Dunn y Eddie Toy, Jr. en “Leathernecking” de R. K. O. vechar nuestra visita a la hermosa antilla para dar a conocer a los lectores de esta revista las condiciones del cinematógrafo en Cuba. En esta crónica, por lo tanto, se estudiará, comparativamente, el estado actual de la fotogenia en este país. Y no decimos de la fotogenia cubana, porque como supondrá lógicamente el lector, en Cuba, como en nuestra América toda, no hay cinematografía propia, ni siquiera en la Argentina, en donde por la mayor densidad de población y la superioridad económica, pudiera esta industria haber alcanzado un gran desarrollo. Dijimos que analizaríamos comparativamente el estado actual del cine en Cuba y casi huelga precisar que el punto de partida para la comparación es la ciudad de Los Angeles, donde habitualmente residimos. De todas las ciudades hispanoamericanas, la Habana fue una de las primeras que la cinematografía conquistó. Desde los inicios se exhibieron en la capital cubana todas las películas que salían de los talleres neoyorquinos con algunos visos de perfección, y ya por el año 1910 había en esta capital teatros dedicados regularmente a este género de entretenimiento. Por demás está decir, pues, que tal espectáculo es del agrado del público cubano casi tanto como place al norteamericano. Desde antes de la guerra europea, la cinematografía ha ido ganando terreno al teatro en la Gran Antilla, al igual que ha sucedido en los Estados Unidos, al extremo de que aquí, como allí, por cada cinco personas que en el transcurso del año acuden a un espectáculo teatral, noventa y cinco van al .DIRECTOR de CINELANDIA desea apro 14 el cine en CUBA cinematógrafo. De ahí que hoy no haya más de cinco teatros dedicados a diversos géneros— ópera, drama, comedia, zarzuela, etc., etc.—en tanto que los cinematógrafos andan muy cerca del centenar. Las razones de tal preferencia—preferencia por lo demás que se observa lo mismo en Cuba y los Estados Unidos que en el resto del mundo—son de índole varia y compleja y de ello hemos hablado en otras ocasiones. La puramente económica que es la más evidente y por ende la más conocida, es a nuestro juicio la más trascendente. Pero como esto nos des viaría demasiado del tema de esta crónica, preferimos dejarlo para mejor oportunidad. dl ur extranjero que ha vivido por algunos años en la república yanqui y después viaja por otros países, ha experimentado seguramente la misma sensación que nosotros sentimos cuando saliendo de Nueva York visitamos Londres y París. “Todo lo que estas ciudades ganan en refinamiento y buen gusto, lo pierden en riqueza, en confort material, en grandeza semi-épica y en lujo, cuando se las compara con las grandes urbes norlándicas. Y lo mismo sucede en lo que a los cinematógrafos se refiere. Junto al teatro Paramount de Nueva York o al Chinese de Grauman en Hollywood, por ejemplo, los cinematógrafos de la Habana pierden en comparación y lo mismo nos atrevemos a afirmar de muchos otros países. En la capital cubana hay teatros como “El Encanto y el “Teatro Moderno”, éste último de reciente fabricación y de puras líneas vanguardistas, que seguros estamos sufrirían el parangón con la gran mayoría de los de cualquier otra capital hispanoamericana. Pero sería absurdo que los