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los FAVORITOS
de
RECUENTEMENTE se ha dado el caso de grandes artistas, pintores, músicos, poetas, virtuosos del teatro o de la danza, que aprecian ante la gente como seres en
diosados, fanáticos de sí mismos, engreídos con su talento, y con su fama.
Difundían por todo el orbe sus excelencias; trompeteaban sus triunfos; se exaltaban ellos mismos; no toleraban la más mínima discrepancia de la crítica ante sus realizaciones estupendas; ellos lo eran todo, nadie podía parangonárseles, ni siquiera podía aventurarse otro nombre ante la omnipotencia de sus personalidades.
Y sin embargo, en su fuero interno, una vez quitada la careta de prepotente altanería que usaban siempre ante las masas, para conservar, en gran parte, su prestigio, cuando estaban a solas con sus propios yos, se descubrían ellos mismos preferencias marcadas por otros artistas; admiraciones entusiastas y espontáneas por congéneres suyos, que ante el público se mostraban solamente como temidos y despreciados rivales.
IEMPRE hubo lucha y emulación entre gente destinada a
expresar de diversas maneras el arte. Pero donde ha descollado esta lucha sobre todo, ha sido entre los artistas teatrales, cuya gloria está pendiente de un capricho del público, y que por lo tanto, está sujeta a continuas rectificaciones, y requiere una tensión terrible de parte de los que a esa carrera sededican.
En esas circunstancias, cualquier gesto, cualquier hallazgo de los rivales, es un arma que puede dar al traste con la más sólida reputación. De ahí que los actores no concedan, ostensiblemente, ningún signo de admiración hacia la obra realizada por sus antagonistas, porque ello podría llevarles a un debilitamiento de su popularidad.
Pero nadie mejor que un artista, cualquiera que sea su actividad puede aquilatar la labor de sus compañeros. Por eso resulta interesantísimo en extremo el juicio que emitan, espontaneamente, llevados de un entusiasmo generoso, de improviso, antes de que pueda surgir la consideración de los intereses creados.
La opinión sincera y desapasionada de un pintor: sobre la obra de otro pintor tiene, indudablemente, más interés que el juicio docto y frío de un crítico profesional, porque por más que éste sepa y diga con elocuencia y justicia lo
En primer luzar tenemos a Richard Barthelmess cuyo actor y amigo favo. rito es Ronald Colman. Le sigue Greta Garbo que es la preferida de la mayoría de los artistas cinelándicos. Después viene Ramón cuyo favorito, es Lawrence Tibbett.
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los astros
que piensa, aquel posee todos los secretos y presiente y comprende la menor vibración del sentimiento que inspira a tal o cual artista.
Pero lo curioso es que se dé el caso de apasionamiento ciego y tozudo al emitir opiniones y veredictos sobre el trabajo y el estilo artístico de algunos por parte de los del mismo gremio.
Entonces los artistas ya no actúan en profesionales, sabidores de las reconditeces del oficio, sino que pasan a la categoría de aficionados, es decir, a la categoría de amadores fanáticos de determinada expresión artística en ésta o aquella modalidad personal, y a veces de grupo o de escuela, claro está.
Independientemente de lo que acontezca en terrenos artisticos de diversa índole, tales como los que se han citado más arriba, es interesantísimo observar lo que sucede en el mundo del cine.
La afición, término español que han querido hipotecar los taurófilos, es una especie de enfermedad que se apodera del individuo y no le deja, a veces, hasta que rinde el último suspiro antes de ser enterrado en la generosa mansión de los muertos.
Los que escribimos sobre tópicos de cine sabemos los puntos que calzan los cofrades de “nuestra señora la afición”.
ON terribles. Lo saben todo. Viven pendientes de la vida (JD y milagros de sus ídolos, y hasta adivinan las actividades a que se dedican fuera del tablado o la pantalla, y en la vida privada. Coleccionan con esmero datos, fechas, realizaciones fílmicas, y palabras emitidas por las estrellas, y, en múltiples ocasiones pueden enmendarnos la plana sobre determinada cuestión que les ataña.
Sobre ellos se ha escrito mucho. Forman legión y tienen una psicología especial, inconfundible. Para ellos la vida es el cine. Si les arrebataran la ocasión de ver y, ahora, oir a
los preferidos de su corazón, morirían de desesperación, se Sabemos, a ciencia cierta, de muchas muchachas
. . , suicidarian.