Cinelandia (December 1930)

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46 LAS AVENTURAS DE NENA Bajo el sol de verano Gracias a la CREMA HINDS AHORA A GOZAR DE LA ALIVIA LAS QUEMADURAS Y EVITA EL REQUEMOR DEL SOL PLAYA ps PUES ME ABONO LA LA CREMA SANTO CIELO La Crema Hinds alivía las quemaduras desol, y polvéandose después abundantemente, evita que el sol oscurezca el cutis . .. Y esto apresura el matrimonio años de su estancia en América. En cuanto a Luisa Fazenda, por más pequeña que sea la parte que desempeña, pone en ella toda su alma, toda su risa, toda su indiscutible comicidad. ¡Las noches que he pasado yo riéndome a carcajadas, con las “cosas” de estos dos! Otro adorador de Chaplin, por encima de todas las otras estrellas, es Gary Cooper. Al menos es lo que ha dicho, en una ocasión, públicamente. En la íntima reserva, creemos que quien le tiene sorbido el seso completamente es el “ciclón de Hollywood”, la inquietante Lupe Vélez. Ve en Chaplin no sólo al genio organizador y creador de inimitables comedias, sino al ser que exalta en la vida la parte alegre, risible; que engendra la risa en los que le ven; que contagia el optimismo de su visión personal de la existencia. Después de estar obligado a desempeñar papeles en los que el simpático muchacho tiene, a menudo, que forzar la nota dramática, ansía, como Langdon, espansionarse, como cualquier chiquillo, en las regocijadas y profundamente humanas creaciones de Charlot. Doug Fairbanks, Jr., es también el ídolo de su padre. Este le adora. Cree que le ha aventajado como actor. Está orgulloso de él. Después de haberse opuesto a que abrazara la carrera del cine, ahora comprende que el muchacho seguía su vocación y que, como se dice en inglés, is making good, es decir está triunfando en toda la línea. En efecto, Doug Jr. ha creado un tipo análogo al de Gary, por cierto. Es el del joven gallardo, bien parecido, simpático, cuya interpretación está impregnada de naturalidad y sutileza al propio tiempo. Habrá defectos en ese actor, dijo un día su padre a un conocido nuestro, probablemente muchos. Pero no seré yo el que los señale ahora. Sólo sé decirle que es uno de mis actores favoritos—añadió. Bill Haines tiene dos favoritas. Como un verdadero sultán. Una es Joan Crawford. La otra Gloria Swanson. Le seduce la espléndida juventud de Joan, su innato talento, y la expresión magnífica de un gran temperamento artístico en la escena, ya del teatro, ya del cinematógrafo. Ha logrado imponerse con su belleza arrolladora, pero también con su voluntad y con la inteligente receptividad con que vive cada uno de los personajes que se la han confiado. Joan Crawford es una de las figuras más conspicuas y más legítimamente admiradas del cine. Tales son en síntesis las ideas de Haines acerca de la tentadora rubia, esposa de Fairbanks, Jr. En cuanto a Gloria Swanson, nos consta que ha dicho algo parecido a esto: —Gloria es un encanto. Es profundamente humana y deliciosamente artificial, al mismo tiempo. Y así discurriendo sobre estas predilecciones de artistas muy conocidos, llegamos a otro grupo, no menos admirado y famoso. He aquí a Clara Bow. Vamos a ver qué declara ante la pregunta indiscreta, formulada como las otras en el curso de una gran fiesta, amable y suntuosa, celebrada hace algunos meses en Pickfair, la residencia de los Fairbanks. Clara, moviendo con gracia y con ímpetu su cabecita alocada llena de rizos de humo de escándalo, responde entre risas entrecortadas: —Me gusta Norma Shearer porque me parece tan natural que se la puede fácilmente concebir como una de nuestras amigas más íntimas, esas que lo han sido toda la vida desde nuestra niñez, y para las cuales no tenemos secreto alguno. Además, Norma