Cinelandia (December 1930)

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60 Mucho más suave y liviana La mujer moderna exije para su vida activa el máximo de comodidad en la toalla sanitaria. La Kotex está hecha de algodón celuloso, la substancia más liviana y absorbente que existe. La Kotex tiene ángulos redon deados y atenuados—pasa desapercibida por ajustado que sea el vestido; neutraliza el olor, y es fácil des e hacerse de ella. Kotex Compúnt 122 East 42nd St., Nueva York, E. U. A. HOTEX La nueva toalla sanitaria que neutraliza el olor ARAS IEEE RETIREN, IEZOTRAEN TON TA BRE TIE ZII MEA FEITAAS HOY ES EL AYER DE MAÑANA Estudie y prepare su oportunidad en la AVIACION an % La Aviación presenta magníficas oportunidades de fama, dinero y bienestar. oportunidad es recibirá sin costo alguno nuestro folleto trado. “Use el correo aéreo”? PAN AMERICAN SCHOOL OF AVIATION € RADIO P. O. Box 477 Dept. M-1 Los Angeles LEA CINELANDIA la revista del cine más popular en todo el mundo La llave para su nuestro curso técnico-práctico por correspondencia, serio, moderno, y acabado. Escríbanos hoy en detalle, y a vuelta de ias 1USs California ! quedaban costureritas en los Estados Unidos, y muy lindas, de trabajo y creación muy personal. Quedaban en el único lugar donde la producción de vestidos po podía sistematizarse por la máquina, no podía hacerse en serie. Era en los estudios del film, en algunos de estos estudios, en unos cuantos; pero ahí estaban, conservando el fuego sacro de las leyendas doradas, conservando el tipo imposible de las cenicientas. Recuerdo aquella visita mía al guardarropa de la Metro-Goldwyn-Mayer; ese suntuoso costurero donde se producen vestidos de todas las épocas y se hilvanan con sedas modernas todos los períodos de la Historia Universal. Ahí están las manos pacientes y artistas de unas cuantas muchachas, que harán las prendas únicas que habrán de exhibirse en el más estupendo, múltiple y simultáneo de los escaparates, ese que está abierto a las más de las curiosidades humanas: la pantalla. Ellas dan la puntada que es, tiene que ser, no la puntada monótona y sin gracia, sino la puntada necesaria para poder dar a una prenda el carácter y la gracia que necesita, sobre todo, si ha de enmarcar una individualidad escogida. Son estas costureras de Hollywood uno de sus anacronismos; porque la calidad de su trabajo, trabajo de paciencia a la antigua, es una selección para las almas. No cualquiera muchacha por hábil que sea en costura puede trabajar y persistir en el trabajo de una guardarropía de estudio. Se necesita tener un alma especial, un alma ahora muy rara, un alma al estilo de la de Lillian Gish, en fin, un alma lilial. Costureritas, verdaderas midinettes. Por eso, ya varias veces ha acontecido que de ahí mismo ha salido para el múltiple y converso taller de la evocación realista de la vida, más de una costurerita. Sí, cuando se necesita una muchacha que ha de tener un espíritu diferente al de la muchacha moderna. Ahora la Metro-Goldwyn-Mayer acaba de extraer de ahí, para sus películas en español, nada menos que a una mexicanita. Ojalá que pronto su nombre llene al mundo latino con su fama. La mascara... (viene de la página 8) Desde allí podrá contemplar siempre el ilustre desaparecido el teatro de sus luchas y triunfos, el célebre Hollywood. Como vivió, así fué su entierro. Sencillo, austero, solemne. La familia no quiso que revistiera gran pompa, precisamente porque él, de saberlo, lo hubiera impedido. No le gustaban las ostentaciones, ni alardeaba de sus triunfos. Era un hombre amable y modesto, a quien bastaba tan sólo la satisfacción moral del deber cumplido y el halago de la óptima expresión de su arte. Pero no se podía impedir que supieran del entierro los fieles amigos y admiradores de Lon Chaney, y cuando se le estaba velando en modesta capilla ardiente, antes de llevarlo a la última morada, fuese juntando a la puerta del edificio una multitud silenciosa y llena de unción que siguió a la comitiva hasta el cementerio. Además de esta muchedumbre, por donde quiera había micrófonos y cámaras colocadas en ventanas y en columnas, y unas cuantas docenas de periodistas listos para captar ese momento inolvidable y lleno de significación. Adentro, el infortunado actor yacía en un suntuoso ataúd plateado. Un grupo de soldados de infantería de marina hacían guar dia a ambos lados del túmulo. En un ángulo un soldado inválido lloraba inconsolablemente. La luz que despedían dos grandes blandones, arrojaba una claridad sobre el rostro de cera, en donde un gesto de paz y de centento sellaba los rasgos. Chaney estaba vestido con sencillo traje gris. Su expresiva cara no tenía ni remota semejanza con las “mil caras” que representara durante su vida. Su máscara final era una máscara de paz, de descanso. Su enfermedad no había logrado demacrarle; fué tan rápida. La primera vez que vimos a Chaney una discreta orquesta tocaba aires discretos en el set mientras él representaba aquel famoso “Jorobado de Notre Dame”. Hoy también una orquesta susurra aires conocidos, aires que él amó en vida y que estaban vinculados a su actuación en la pantalla. Por una rara coincidencia los mismos músicos que siempre tocaron durante las representaciones de Chaney en los estudios cinematográficos fueron esta vez quienes interpretaron sus piezas favoritas. El momento fué sumamente emocionante, pero alcanzó su algidez cuando al levantarse para hablar el capellán de marina. Teniente Coronel H. S. Dyer, de la base naval de San Diego, el puerto de Los Angeles, la orquesta entonó la canción “Ríe, payaso, ríe”. Después el capellán, de pie, dijo la oración fúnebre. Habló del espíritu religioso del desaparecido, de su respeto por la moral, por el deber. Ensalzó la fineza de su carácter y la magnitud de su arte. Relató el respeto y el cariño que había sabido inspirar a los marinos, cuando fué a la base naval y estuvo en ella algún tiempo para filmar la parte de un sargento de la infantería de desembarco en la cinta “Dígaselo a los de la marina”, que es uno de sus mayores aciertos. “Lon Chaney—dijo—fué un hombre de gran corazón. Fué fiel a sí mismo y a sus amigos. Se ha ido para siempre, pero no como un esclavo que cae víctima de su pusilanimidad y falta de carácter, sino como un ser que se acuesta en el lecho de su muerte para entregarse a los más placenteros sueños. Además de eso, fué un hombre sencillo. No le gustaría—añade el capellán marino— que yo haya dicho lo que he dicho en su. honor y alabanza, si me pudiese oir.” Al acabar de hablar este recio amigo. de la estrella que ha muerto, que se ha apagado, la orquesta: vuelve a preludiar “Ríe, payaso, ríe”, y a los acordes de esta música, que es como una síntesis de lo que fué su propia vida, la comitiva se dirige lentamente hasta el cementerio. En el trayecto, el tránsito se suspende, la gente admira en silencio, poseída de tristeza, el paso del cadáver. Innumerables inválidos esperan a las puertas del cementerio, a fin de dar el postrer saludo a aquel que hiciera simpática la vida de estos infelices, por el amor y el entusiasmo con que representó en la pantalla tipos de esa parte de la doliente humanidad. Entre los concurrentes están Luis B. Mayer, Irving Thalberg de la Metro, así como Harry Rapf, Hunt Stromberg, Ruth Rolland, Fritz Tilden, Lew Cody, Cliff Edwards, Eddie Gribbon, Polly Moran, Mauricio' Costello el padre de las dos Costello, Dolores y Helen, Lee Moran, y Milton Cohen. Además de tan selecto grupo de íntimos la viuda, el hijo, Creighton, con su €s-. posa y los nietecitos, Lon y Ronald Chaney, así como su mejor y más íntimo amigo John Jeske. Ninguno más; no se repartieron invitaciones ni esquelas de ningún género. Como vivió Chaney, apartado, serio, en la "mayor tranquilidad, así fué su despedida para el mundo del más allá, silenciosa, austera, sin lujo ni vanidades.