Cinelandia (December 1930)

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64 HIPNOTISMO jDesearía Ud, poseer aquel misterioso poder que fascina a los hombres y las mujeres, influye en sus pensamientos, rige sus deseos y hace del que lo posee el árbitro de todas las situaciones? La vida está llena de felices perspectivas para aquellos que han desarrollado sus poderes magnéticos. Ud. puede aprenderlo en su casa. Le dará el poder de curar las dolencias corporales y las malas costumbres, sin necesidad de drogas. Podrá Ud. ganar la amistad y el amor de otras personas, aumentar su entrada pecuniaria, satisfacer sus anhelos, desechar los pensamientos enojosos de su mente, mejorar la memoria y desarrollar tales poderes magnéticos que le harán capaz de derribar cuantos obstáculos se opongan a su éxito en la vida. Ud. podrá hipnotizar a otra persona instantáneamente, entregarse al sueño, a hacer dormir a otro a cualquiera hora del dia o de la noche. Podrá también disipar las dolencias fisicas y morales. 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A. contrado horrible muerte el noble explorador Aunque decía casi siempre que había naci do en México—cosa que, entre paréntesis, nadie le creía—, no pocas veces se hizo pasar por colombiana; mas lo curioso es que, menospreciando sus afirmaciones, algunas gentes la suponían española, y aun había quien asegurara que era inglesa, si bien criada en algún país indolatino. Con antecedentes semejantes, cabe poner en duda lo que, acerca de su nacionalidad, dijo en cierta ocasión a Eugenio Santibáñez. Mas lo cierto es que hablaba el español correctamente, si bien con la prosodia hispanoamericana. Dominaba el inglés, el francés y otros idiomas. Era proverbial su cultura en asuntos de viajes, de artes y de letras. Había vivido en Europa; había visitado a la India, a Egipto y a otros países no menos legendarios—si hemos de dar crédito a lo que se desprendía de sus sabrosas pláticas—. Cuando se sentaba al piano, tocaba con maestría, y a las veces lucía en público su perfecto conocimiento del bel canto. Si empuñaba un pincel, pintaba con claro sentido de la perspectiva y del color. : ¿Fué, acaso, su afición a arte pictórico lo que la arrojó en el camino de José Manuel, cuando el pintor mexicano se debatía aún en el sotabanco de la mediocridad? Es posible que en algo hubiera contribuido esa afición, pero sería ilícito considerarla como determinante. Se encontró con él en lo que los americanos llaman un «avild party—expresión que no tiene equivalente exacto en castellano, pero que puede sustituirse por la más pintoresca que use Belda en su célebre Suegra de Tarquino, al describir una bacanal romana—. La fascinó su varonil prestancia, su orgullosa pobreza, su jocundo concepto del arte y de la vida. Desde entonces, no sólo fué su protectora, sino también su amante cariñosa, y en más de una ocasión lo hizo encenagar su arte y su númen en las cloacas del amor libertino. Llegó a sentir una verdadera devoción por el artista; mas para hacer justicia a su clara inteligencia, bueno es advertir que nunca abandonó la cúspide del amor cerebral. ¡ Horrorizábase ante la sola idea de un cariño sentimental o histérico! Las fibras de su sensibilidad—<que en apariencia hallábase atrofiada—sólo latieron ante la euritmia de la linea o del número. Su carácter bondadoso y alegre fué siempre la mampara que ocultó sus pecados; su escarcela inexhausta la lámpara que alumbró sus amores. Vano empeño habría sido el pretender averiguar la edad que se escondía bajo la pertináz suavidad de su epidermis, pues aunque sólo es cierto a medias que la mujer tiene la edad que quiere, el aforismo, en su caso, alcanzaba las proporciones de un axioma. Ello no obstante, era notorio que bajo el oro desvaído de su rizada cabellera diez lustros pugnaban por enseñar sus canas. José Manuel tomó asiento en un hundido sillón, junto a los finos jarrones de un magnífico gabinete oriental. Frente a él, ataviada en elegante peinador, y reclinada con indolencia en policromos y mullidos cojines, hallábase la interesante efigie de Mrs. Mary Patrick. —José Manuel—empezó diciendo la matrona—, tú sabes cómo te he querido. Mi vida entera ha estado llena de ti. Bajo tu aliento me he sentido joven; viendo la luz de tus ojos me he creído buena. El artista quedóse turbado y pensativo: ¿adónde iría a parar aquel exordio? Mrs. Patrick le cogió las manos amorosamente y continuó: E —José Manuel .. . , en la hora más solemne de mi vida, necesito tu auxilio; pero sin regateos, sin cortapisas, sin condicioRen... —Se me hace raro oírte hablar así... —Hay en mi vida, es cierto, algunas cosas tantes. raras .... que desgraciadamente no puedo revelar. —¿Ni siquiera a mí? —Perdóname, José Manuel: ¡ni siquiera a ti! —Tendré que confesar que no te entiendo. —Y será inútil que pretendas entenderme: mi vida está llena de signos que ni yo misma puedo descifrar. Si has de ayudarme, debes hacerlo, repito, sin condiciones; o, más bien bajo la única condición de que respetes mis secretos, —Está bien—aceptó José Manuel, visiblemente amostazado—. Estoy a tu disposición. —Pues bien, antes que nada, es preciso que declaremos sin efecto cualquier compromiso sentimental que pudiera haber entre nosotros, Los ojos de José Manuel irradiaron un relámpago de júbilo, que no pasó inadvertido para la señora Patrick. Refrenó, empero, sus ansias el artista y murmuró con afectado candor: —No comprendo bien... —Demasiado bien lo comprendes, amigo mío—replicó ella con una amarga sonrisa—. Lo comprendes . . . ¡y lo deseas! —María ... —¿Vale algo entre nosotros la ficción? ¿O es que acaso crees que te reprocho? No. José Manuel, no lo creas. Yo bien sé que mi cariño ya pesa demasiado en tu vida. ¿Por qué, entonces, no decirlo? ¿Acaso nuestras relaciones han sido algo más que un simple fruto de nuestra inteligencia? ¿Alguna vez me he acordado yo del corazón?, ¿te has acordado tú? Era obvio que fingía: en ese mismo instante, su corazón palpitaba con violencia suma, al acariciar las musculosas manos de su amante. —Yo sí, Maria; tú bien sabes . . .—se aventuró a decir José Manuel. —Repito, amigo mío, que no hay por qué fingir. ¿Vas a decirme ahora que eres sentimental ? —Según lo que se llame ser sentimental— murmuró tímidamente José Manuel, quien en presencia de la dama solía perder su acostumbrado aplomo. —No sé cómo definirás tú el sentimiento, pero .. . . ¿me hace falta saberlo? Sólo sé que me has tenido o me has fingido cariño 5d a pesar de que nos separan muchos años. José Manuel guardó silencio. Aunque no se nos crea, diremos que estaba enternecido. Quedóse observándolo ella por breves insLuego prosiguió: —Te decía, pues, que en lo sucesivo ya no podrá haber entre nosotros más que una amistad sin interés. No creo que llegues a necesitarme, pero, en todo caso, ya sabes que estaré siempre a tus órdenes. ¿Lo dijo con ánimo de recordar sus favores? Por lo menos así parece que lo entendió José Manuel, pues, contra su costumbre, se puso ligeramente sonrosado. —Gracias, amiga mía; lo mismo digo yo . « . —dijo con voz queda, aceptando de una manera tácita la separación. —Pues bien—continuó Mrs. Patrick, luego de una breve pausa—, hechas las aclaraciones anteriores, voy a decirte por qué te rogué que vinieras a verme. —Te escucho con atención. —Se trata .. . del porvenir de Eugenio. José Manuel no pudo disimular su excitación. Una sonrisa maliciosa y sangrienta apareció en sus labios. ¡Ya barruntaba él que Eugenio andaba metido en todo aquello! Mrs. Patrick, que parecía leer en el alma de su amigo, murmuró: —Si eres noble, debes desterrar de tu imaginación cualquiera idea malsana. Mi interés por Eugenio es más puro de lo que tú te figuras. ¡No puede ser más puro el cariño que se toma una madre por su hijo! eS