Cinelandia (December 1930)

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68 E) Todos los caminos conducen al Roosevelt E, hotel Roosevelt se encuentra situado en un punto convenientemente accesible de todas las estaciones de ferrocarril y ómnibus, muelles de vapores y aeródromos. Un pasaje subterráneo, privado, conduce desde el lobby a la Grand Central Station y los trenes subterráneos que llevan a cualquier parte de la gran ciudad de Nueva York. Caminos directos y retirados del tráfico llevan del Roosevelt al Holland Tunnel y a todos los caminos principales de New England y el norte. Al escoger el Roosevelt como residencia, se encontrará usted en el centro de la gran zona central, con sus rascacielos, almacenes más famosos del mundo y las tiendas más exclusivas y elegantes. En el Great White Way, a pocas cuadras de distancia, encontrará las últimas atracciones de diversión. *Vea la oferta especial que aparece abajo. Me Edwin Clinton Fogg, Administrador Madison Ave. and 4th St., New York City, N. Y. *Antes de visitar Nueva York, . , escriba al Roosevelt pidiendo gratis AE esta guía de diversiones. LNUE “Gotham Life”? publica cada semana las últimas atracciones teatrales y del cinema, iglesias, conferencias literarias, museos, juegos de sport y otras diversiones. Diíganos cuándo intenta visitar Nueva York y le enviaremos como obsequio la edición más cercana a esta fecha. —Procura no dormirte con la mano sobre el corazón. ¡Excelente panacea doméstica para no soñar en naufragios ni en vestiglos!; sobre todo, muy en consonancia con el vocabulario de los enamorados. —¿Será por eso?, ¿crees tú? . . . —interrogó llena de candor Isabel. Eugenio no pudo contestar. Es posible que su terapéutica sentimental hubiera producido a la postre una fórmula de carácter menos negativo, pero en esos momentos se detuvo frente a la terraza un Cadillac cerrado, del cual bajaron José Manuel y Mrs. Mary Patrick. Isabel, que no había oído hablar siquiera de la hermosa matrona, sintióse ligeramente conturbada cuando hizo el artista la presentación. —La señora Patrick — manifestóle José Manuel—tenía vivos deseos de conocerte. —Ahora me explico cómo has podido pintar un cuadro tan hermoso—dijo galantemente la señora, luego de contemplar con insistencia la lozana belleza de Isabel, cuyo rostro se tiñó de rubor. —Estarías ya aburrida Manuel a la joven. —No lo creas—respondió ella con imprudente ingenuidad—: el señor Santibáñez me hizo el favor de distraerme. José Manuel sintió una sacudida. HEugenio entró en esos momentos de la terraza. Saludó fríamente a Mrs. Patrick y fué a asomarse a la ventana del jardín. trick lo siguió anhelante con los ojos. Notólo Isabel y palideció ligeramente. José Manuel, dirigiéndose a Eugenio, exclamó: —Mrs. Patrick venía a pedirte que la acompañaras al comercio. La aludida vió al pintor con extrañeza, como diciendo: “¿cuándo tuve yo semejante pretensión?”; pero José Manuel le dijo con los ojos algo que la hizo permanecer callada. Eugenio quiso balbucir una excusa. José Manuel recalcó: -—Le aseguré que la acompañarias. Con positivo gusto lo habría hecho yo, pera ya sabes que tengo que terminar hoy el cuadro. —Estoy a sus órdenes, señora—tartamudeó Eugenio, luego de comprender que toda excusa sería poco gentil. Precedido de Mrs. Patrick salió del estudio. Desde el rellano de la escalera levantó los ojos. Su mirada se cruzó con la de José Manuel, y “el pajarraco de los celos picoteó como nunca en sus entrañas. Mientras tanto, la enamorada joven era víctima de una inquietud desconocida. Su alma ¡ingenua encontraba inexplicable el que su ídolo se marchara con otra mujer. Silente y pensativa salió a su vez del saloncito del estudio. Pasó junto al artista y, sin levantar los ojos, bajó lentamente la escalera, encaminando sus pasos al pabellón del jardín. Mefistófeles sonrió una vez más en los labios de José Manuel. En el transcurso de aquel día, sus dedos ágiles terminarían una obra maestra, mientras aquella otra que con siniestras líneas había bosquejado el genio del Mal en su cerebro, seguía tomando forma gradualmente, bajo el nocivo influjo de una insana pasión. . —dijo José TERCERA PARTE I A ROMANTICA personalidad de Euge nio Santibáñez empezaba a rutilar en el cielo de la cinematografía. Vencido apenas su contrato de seis semanas con la Imperial Productions, recibió el joven una oferta tentadora de la misma empresa: quinientos dólares a la semana, por un período de dos años prorrogable a voluntad de las partes, y el disputado título de leading man de Adelina Sanderson. En caso de aceptar, de Mrs. Pa: debería prepararse para salir en el acto con el director, la estrella y otros personajes, a bordo del yate de Mr. Thomas Williamson— uno de los principales accionistas de la Imperial—, rumbo a las Islas Filipinas, que era donde se tomarían las principales escenas de la espectacular película El Tifón. Firmados que fueron los contratos de ritual, loco de júbilo se encaminó Eugenio hacia el lugar en que tenía estacionado su automóvil: quería ir desde luego a dar la gran noticia a Isabel. Había puesto ya el motor en movimiento, cuando vió que un individuo de bombíin, patillas y bigote a la káiser, salía del estudio y le hacía señas para que se detuviera. Intrigado, esperólo Eugenio. —Soy Sebastián Frederick, agente de publicidad, de la casa “Frederick and Son”. —En qué puedo servirlo?—preguntó el joven con afabilidad. —Deseo que me dé algunos datos biográficos de su persona y permita que mi fotógrafo obtenga de usted algunas docenas de retratos. Halagado en su vanidad, pero al mismo tiempo poseído de extrañeza, Eugenio murmuró: —No puedo pagar todavía un agente de publicidad, Mr. Frederick. De todos modos le agradezco ... : —Never mind! Hay una persona que me paga . .. y me paga bien. Frunció Eugenio el entrecejo y preguntó: —¿Qué persona es esa? ¿Está conectada con la Imperial Productions? —No lo sé. Supongo yo que lo estará. —¿Es un hombre? Mr. Frederick guardó silencio unos instantes. —Tengo entendido que es una mujer. Eugenio hizo una mueca de contrariedad. Vió al agente con positiva ira y descargó sobre él una expresión plebeya. Luego, pisó con furia el acelerador del roadster, dejando patitieso al hombre del bombin. Riendo y llorando de júbilo y de pena, escuchó Isabel los pormenores del estupendo triunfo de su amado. —¡Imagínate! . . . : ¡dos mil dólares al mes! .. . Pronto seré rico .. Nos casaremos inmediatamente que regrese .. —Si ... , pero no nos vamos a ver en mucho tiempo... —Qué quieres, Isabel: ¡ése será el precio de nuestra felicidad! ¡Con qué maravillosa fantasía edificaron luego los vergeles flotantes del halagieño porvenir! cumpliera un año de muerto; es decir, unos meses después de que él regresara de las Filipinas. Mientras tanto . . . . , ella rogaría a Dios por que nada desagradable le ocurriera en el viaje; y en las horas de angustia de la tirana ausencia, se consolaría soñando con la inefable venturanza de su almor ... . —Le tengo miedo al mar . . . —murmuró de súbito lar joven, acordándose del sueño marino. —¿Miedo? . . . ¿Y por qué? ... ¿No viajan millones y millones de gentes? Claro que el mar tiene sus peligros, pero . + ¿acaso no hay peligro en todas partes? ¡Ahora mismo podría derrumbarse esta casal io; ÉS Posiblemente su lógica no era irreprochable, pero resultaba la más adecuada para infundir tranquilidad a la doncella. —Sin embargo . . . . aquel sueño .. . — insistió Isabel : —¡ Vamos, tontuela!, ¿vas a preocuparte por una pesadilla ? Uno en brazos del otro, ora riendo, ora llorando, quedaron sumidos los jóvenes en un deliquio embriagador Al retornar al plano de la realidad, Isabel preguntó: —¿Y vamos a comunicar ya a José Maduetos 5? : Se casarían cuando don Pedro i |