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yo quiero Black Flag
¡Exija el Black Flag! Es el insecticida más mortífero que hay— y cuesta menos. :
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black
(BANDERA NEGRA)
FIJESE EN LA BANDERA NEGRA
se
este acto público la opinión de todos los que han visto la labor de ambos artistas en la película de que nos ocupamos, que es “Paso al marino” (Way for a Sailor).
Aunque uno no quiera tiene que establecer comparaciones. Y en ellas sale ganando Wallace Beery, con la circunstancia de que no desempeña en la obra citada, el primer papel, sino uno secundario, de “apoyo”, para hacer resaltar la figura del protagonista que es John Gilbert, joven marinero de un barco de carga enamorado de Leila Hyams, encantadora empleada de una oficina de correos situada en los muelles donde siempre regresan a atracar su barco después de largos y tormentosos viajes por el mundo. :
Pues bien, a pesar de ser Gilbert el “novio”, el muchacho guapo y gallardo que se destaca de toda la tripulación de marinerotes toscos y feos por su prestancia, a pesar de momentos afortunados en que se recuerda al apuesto oficial de la “Viuda alegre”, entre otras de las magnificas interpretaciones que antaño hiciera, el “otro” se lleva los honores. Su risa de bárbaro, sus modales bruscos, su simplicidad de marinero curtido en los azares de esa vida de mar, su gesto cómico y humano, que sabe de heroismos y de grandes aventuras, son otros tantos atributos que prestigian su labor.
Wallace Beery está en esa película soberbio. Cree uno verse frente a frente de un verdadero lobo de mar. Tal es la naturalidad y el verismo con que representa. Otro tipo que ha debutado en la pantalla, desempeñando el papel del tercer marinero compañero de Wallace y de Gilbert es el famoso escritor Jim Tully, a quien dió la humorada de lanzarse en esa aventura y resulta un “tipo” muy elocuente y simpático.
Causa una gran desilusión contemplar a John Gilbert, el que fuera en un tiempo ídolo de los grandes públicos, el dios menor de la pantalla, el árbitro de la elegancia y de los gestos de moda de Hollywood.
Su voz, aun en contraste con la de Wallace, que es tosca y ríspida, resulta débil e incolora. Parece una voz que saliera de otra parte. No es la voz que uno espe
raba de John Gilbert, Es la voz de un ven-:
trílocuo. Es la voz de un El Brendel que no fuera El Brendel. En fin, una voz nada eufónica, sino — digámoslo de una vez— desagradable, intolerable. Una voz que uno quisiera no oir.
Pero lo que es más terrible es que a la voz no acompaña aquella seguridad de apostura; aquellos gestos elegantes y viriles, que le conquistaron en poco tiempo uno de los puestos más envidiables, sino que ahora sus ademanes parecen cohibidos, torpes,
desposeídos de gracia y de espontaneidad.
No convence en su papel de marinero enamorado y travieso. Ni siquiera ostenta el desparpajo que debía tener un buen marino de tal índole. Su modo de andar, su traje, su cara, son tan de otra persona, que cree
uno que no está viendo y oyendo a fohn
Gilbert, sino a un actor desconocido, a un principiante, indeciso, que tropezara a cada rato consigo mismo en un esfuerzo supremo por alcanzar el papel que le han asignado.
En algunas ocasiones, durante el desarrollo de la obra, su rostro no expresa nada y las palabras le salen desganadas de sus labios; en otros una risa inoportuna echa a perder el efecto de la frase. En todas las escenas se tiene la impresión de un fracasado que aun pugna por salir del agua agarrándose a la tabla de salvación de su antigua fama.
La película en sí no tiene gran valor artístico como obra de entraña. Las fotografías son estupendas; y muchas de las escenas tienen un movimiento y una acción maravillosos desde el punto de vista cine
matográfico. Pero el “fondo” no es e tente y el sencillo argumento de los am intrascendentes de un marinero y um. pleadilla, tiene un fondo agitado y lleno acontecimientos marginales, de “news my muy bellos en sí y en los que pue tacarse mejor la figura tosca y salyaj tipo que es Wallace Beery. No hay juzgar quizá como definitiva esta a desgraciada de John Gilbert. Sin emp se ve que el ídolo está vacilante en y tiguo pedestal, y no sería raro que es nómeno del mal registro de su voz le apocado el ánimo provocando un dese brio tan notable de sus facultades de
Es, sin embargo, muy elocuente e de que Wallace Beery haya ido esca los dominios de la gloria hasta ] sentarse en el trono de la predile los mismos productores, que saben muy cómo responde la famosa taquilla del teatros. y
Y también es elocuente que el fam John Gilbert, a quien tantos adora de capa caída, y figure ya en seg terceros lugares, aun cuando su contra asigne 10,000 dólares semanales.
Los tiempos cambian. Ya no se tipos bonitos y elegantes, sino ac actrices que convenzan, que encarnen los personajes, que tengan voces y adem de maestros que no fíen su boga a palrit retrecheros, sino a su personalidad, este caso de Beery, a quien muchos pasar el cetro que abandonó Lon Ci
al morir.
La gente paga . .. (viene de la página 33) .
dispondrá, por lo menos, de intérpretes mp: níficos, ya que hoy día existe en Hollywu una treintena de elementos de verdade valor—del teatro español algunos y afco nados otros—con condiciones físicas, art ticas e intelectuales para llegar a alcan el mismo enorme prestigio que consiguen los astros de la era silenciosa.
Pero otro punto muy importante comiem a resolverse en éstos momentos: el directo Cuando se iniciaron las películas en españ no había directores de nuestro idioma pudiesen actuar en Hollywood. Había qu formarles, darles ocasión de adquirir t: periencia. Hubo un grupo que intentó: posibilidad de dirigir, pero cometier error de pretender llegar a la labor dirt torial por caminos literarios, por condicion casi exclusivamente artísticas, cuando fl realidad el director norteamericano ts ll hombre práctico con un gran sentido t tético, y es a la vez algo así como ll mezcla de general y de pintor, de psico y de hombre de mundo, pero jamás excl vamente un hombre de letras, por serlo produciría novelas en celuloide, interesantes para un grupo _de intelectil avanzados como aburridas para la M popular. a
Por tanto, no existiendo directores estudios debieron entregar la dire elementos norteamericanos con exp técnica. Y estos cometieron. el error= table por cierto—de seguir dirigiendo películas de acuerdo con la técnica ellos conocen pero imposibilitados de Mí lo con tan buen acierto por su ADS ignorancia del idioma español y de las tumbres y gustos de nuestros pueblos.
Ese fué el secreto de todos los frac De una cinta silenciosa actuada por” teamericanos con títulos traducidos Al pañol, a una cinta hablada en español una enorme diferencia. De aquella %
(va a la página 57)
apvl