Cinelandia (January 1932)

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| M UBH OS e hobran techo st l esos lujosos vestidos que usan las l estrellas para caracterizar persona| jes de un mundo de refinados millo| narios, | me, pues no se trata de cosas imprei sionistas ni hechas a la ligera sino í' materia que anualmente invierten los POR JUAN DE LA SERNA pregunta, infinidad de veces, al contemplar en la pantalla El gasto que representan es enor vestidos acabados, de una factura y un estilo, a veces, irreprochable. Se dice por persona autorizada en la talleres la fabulosa suma de seis millones de dólares tan solo en vestidos para las estrellas, sin contar probablemente las figurantas y demás elementos femeninos de la “atmosfera” que abunda en todas las películas. Aquí, en Estados Unidos de Norteamérica, donde casi nada se desperdicia, sino que a todo se le procura sacar partido, se ha establecido una segunda industria, que para muchos será desconocida: la de aprovechar los vestidos desechados por las estrellas. Naturalmente que esto no es nuevo. Toda la vida se han distinguido las grandes artistas del teatro por el despilfarro en el vestir. Traje o “toilette” que se ponían una vez, en la escena, no volvía a ser utilizado una segunda ocasión, o por lo menos sólo duraba una semana más o menos. En el cine ocurre algo análogo a esto; y gente avisada y lista está siempre a caza de la ocasión para convertir en: ganancia el capricho de esas señoronas. RESTE se comprende que un vestido, por lujoso que sea, por bien hecho que esté, cansa a su poseedora cuando tiene ésta que ponérselo en la repetición tediosa y cansada de las escenas cinemáticas. Después del primer día aquel vestido no tiene ya la apariencia de nuevo que tenía al principio, cuando su vista provocaba la admiración de todos y la envidia de muchas. Una vez puesto un vestido se vuelve una cosa habitual, inadvertida. ¿Cómo es posible que una estrella mimada y favorecida de la fortuna caiga en la chabacanería de querer seguir usando estos vestidos Que se HACE de los VESTIDOS de las ESTRELLAS hechos casi exclusivamente para la cámara fotográfica ? ; Los vestidos de las estrellas—ellas lo saben—una vez que han sido captados por la cámara ya no tienen ese poder de elementaridad, de misterio, de aparición fantástica que suelen tener las grandes “creaciones” de los afamados modistos. Para que persista la sensación agradable provocada por la vista de un vestido de estos es necesario que sólo pueda ser notado y admirado de tarde en tarde, en un momento inesperado, en un instante magnífico y deslumbrador. Pero si les vamos a ver repitiéndose diariamente en todas las pantallas de todos los cines del mundo, ¿qué tiene de ilógico y de innatural que las estrellas les rechacen y les digan adiós para siempre? E esta actitud se aprovechan las casas secundarias de ropa de señora de Los Angeles, que venden remozadas o ligeramente adobadas estas vestimentas de lujo. Los talleres las venden a estos comerciantes listos, rebajando por (va a la página 60) En el centro vemos a la artista Linda Watkins, hercína del film “Good Sport” de la Fox, luciendo el vestido cuyo diseño vemos arriba a la izquierda. Abajo, diseño de un “ensemble” que la joven Watkins usó en ese film, y que viene a completar la colección de trajes diseñados por Mr. Duty. 15