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no estaba en los años floridos de la juventud y que jamás habría logrado el premio en cualquiera de las justas de belleza de las playas de Florida, pero sabía también que Ruth poseía el genio, el fuego del genio que es una eterna alborada de perspectivas.
“Ruth era el reverso de lo que hasta entonces se titulaba estrella de cine y nada tenía que ver con el cortejo de muchachas sonrientes, dispuestas a enamorar a la vida en un alegre rendezvous. Era en cambio una mujer llena de honda experiencia, que había sufrido y gozado muchas veces, que había hecho su camino ganando y perdiendo con denuedo y estaba dispuesta simpre 2 empeñar una batalla decisiva. Detrás de ella existían diecisiete años de experiencia teatral, grandes éxitos, grandes compañías, los carteles luminosos de Broadway. Y he aquí que se encontraron, Hollywood, el pobre Hollywood que hacía esfuerzos inauditos por imprimirle voz a sus figuras y parecía asustado de su propio atrevimiento, y Ruth cuya garganta parecía entrenada por Dios y los angeles para deleite de los hombres ...
Había honda vida en aquella voz, tragedia, emoción extraña, admirable cultivo. Selznick maravillado escuchándola, anuncióle que algún día Hollywood entero, con todas sus presunciones, se inclinaría delante de ella y así ha sido en efecto, pero fué la fé de Myron Selznick la que hizo el milagro.
Tras los calamitosos resultados de las primeras pruebas fotogénicas, Ruth se preparaba para abandonar sus pretensiones y regresar al este, pero él, con la experiencia del productor, conocía los engaños de la cámara y sabía que un fotógrafo verdaderamente inteligente podía enfocar lo más exquisito de su personalidad, disimulando los defectos, y que si la cámara lograba captar el pensamiento, la emoción mejor que la figura, entonces la batalla estaba ganada.
Urgióle él que permaneciera un poco más de tiempo en Hollywood, pero Ruth le manifestó la carencia de recursos en que se hallaba. No podía mantener por más tiempo su casa de Beverly Hills. Ralph Forbes se había separado de ella definitivamente y sus ojos se posaban tristemente en torño de Hollywood encontrándolo enemigo y triste
Selznick le preguntó cuanto dinero necesitaba por semana para continuar dentro del mismo programa de vida. Eran menester nada menos que trescientos dólares por semana para pagar las cuentas del automóvil, la lujosa mansión, el chauffeur, y todo lo que impone una vida de las menos brillantes en Hollywood.
—Yo proporcionaré ese dinero hasta tanto que consiga Ud. trabajo—afirmó resueltamente el agente, y esta decisión que revelaba bien a las claras cual era el convencimiento de su valía y la seguridad en que estaba de su triunfo, devolvió a ella el valor, las pretensiones olvidadas, la energía, en fin, para la lucha cotidiana. Fué un renacer maravilloso. Parecía que comenzaba la vida de nuevo y dejaba ya de ser la mujer desengañada y rendida, víctima de la experiencia de la vida, para convertirse en una personalidad novel y fuerte que aguardaba la'
ds oportunidad para asombrar al mun0.
Nuevas “pruebas” se sucedieron; otros cameramen (fotógrafos) intentaron la emPresa y Selznick siguió ofreciendo los serviClos de su apadrinada de estudio en estudio, sin éxito alguno. Pero él no desistió jamás
y su grito de guerra parecía recordar aquel del viejo maestro de música: “Si Uds. no la Quieren, yo la quiero y es bastante.”
Presentóse entonces la primera oportuni
ad. John Colton iba a representar una comedia en el teatro Belasco de Los Angeles y Selznick la persuadió a que aceptara a
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