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La Cera Mercolizada Conserva el Cutis Joven
Su cutis puede que parezca envejecido y ajado y feo, pero debajo de ese. deslucido velo hay un suave y joven cutis que saldrá con todo su encanto juvenil, mediante el uso de Cera Mercoli
zada. Esta cera absorbe el cutis exterior descolorido, haciéndolo caer en diminutas partículas. Hasta las manchas más persistentes, la amarillez, la untuosidad, etc. desaparecen con esta telilla exterior. Luego aparece en su lugar el cutis inferior—fresco y juvenil, rebosante de color, que es el encanto de cuantos lo ven. La Cera Mercolizada hace resaltar la belleza oculta. Saxolite en Polvo reduce las arrugas y otras señales de la edad. Disuélvase 1 onza de Saxolite en Polvo en un cuarto de litro de bay rum y úsese diariamente como astringente. En todas las boticas,
cualquier precio, cualquier rol que se le ofreciera. De esta manera Hollywood podría admirarla libremente y era fácil atrapar lo que el trabajo de tantos cameramen no habían logrado conseguir. El público suele discernir con mayor precisión de que se puede suponer. Los actores son para él y es él quien debe elegirlos. Aceptó Ruth gustosa la ocasión que se le presentaba de volver a las tablas, y Hollywood, entusiasmado, se inclinó ante la actriz genial que pertenece a aquel pequeño grupo de mujeres creadoras que recuerdan la gloria de Sarah Bernhardt. ea La comedia era de escasa importancia intrínseca, y tal vez no merecía la pena, pero Ruth figuraba en el reparto y es imposible olvidar su emocionante interpretación. Perdió la obra, de por sí plúmbea, su mal sabor religioso y anticuado, tornándose real, plena de vida, electrizante, al pasar al través del espíritu genial de la actriz. Todavía nos parece escucharla, de pie junto a la tosca mesa de la pequeña casita de Servia, echada hacia atrás la soberbia cabeza, responder varonilmente a su padre airado: —““Todo lo que vos lograis ver son unas cuantas estrellas pálidas flotando en un pedazo de cielo oscuro, pero yo en cambio he logrado ver el universo entero, nuestro mundo y muchos mundos como él .. .”
Y Ruth los veía sin duda. De allí la aureola que existe en torno de su nombre y por qué Selznick arriesgó tantos miles de dólares, y por qué finalmente Warner Brothers no ha vacilado en ofrecerla un millón por dos años de trabajo.
Emil Jannings estuvo presente en el Belasco. Eran los días en que el nacimiento del cine hablado, llenaba la pantalla de discursos huecos. (No olvidemos que la pantalla parlante está aún muy lejos de haber cautivado la máxima expresión de la palabra.) Como quiera que fuera, Jannings hacía su última película silenciosa, un tema típico y apropiado para él que todcs recuerdan aún: “El pecado de los padres.” Sin vacilar, el gran actor reconoció el genio de Ruth y su capacidad para impresionar las tragedias de la vida. (Es mucho más difícil arrancar una lágrima que provocar una sonrisa.) Jannings no descansó hasta ver firmado el contrato en la Paramount, para que se le asignara a Ruth Chatterton el rol femenino de la película. Y fué así como la fé de Selznick inició aquella carrera memorable escrita con letras de oro en la pantalla.
Tan pronto como Ruth Chatterton pasó a ser una figura mundial en el cine, Selznick la aconsejó que se moviera en el terreno económico y avanzara tanto como le fuera posible por sí sola. No hace mucho que el conocido agente explicaba en uno de los periódicos locales sus teorías a propósito de esto. No es justo, dice, que los actores demanden sumas exorbitantes por su trabajo, pero hay que tener en cuenta que la palabra exorbitante significa según el diccionario, todo aquello que está más allá de nuestros propios límites y lo único que el agente puede atreverse a prometer es el máximum dentro de lo posible . . . —y así discurría con estas y otras enrevesadas razones, de cuya lógica quizás pueda dudarse, pero no de su excelente aplicación a la vida práctica, ya que él fué quien vendió en un millón de dólares los servicios de William Powell a la casa Warner e introdujo no menores competencias en el sueldo de Ruth Chatterton.
En días pasados tuve ocasión de entrevistar a Myron Selznick. Me recibió de pie detrás de su lujoso escritorio y mirándome con indiferencia dijo fríamente:
—Se supone que soy una amenaza. Mis enemigos trabajaban a la sordina y el trueno de sus oprobios ha estallado al fin.
El opulento “mercader de las estrellay sufría por aquellos días una verdadera per. secución. Los estudios se preparaban at rrorizados contra toda futura invasión suya y el mismo Warner Brothers donde su jp. fluencia parecía decisiva, lo miraba aho; con desconfianza. La situación parecía jp. sostenible. El horizonte estaba cargado, $ expulsaba a los extraños de los sets y a lo agentes se les cerraba la puerta de los esty. dios. “Todo presagiaba el rompimiento cuando la declaratoria de guerra resonó en los labios de Adolph Zukor, que llamando , los productores hermanos dilectísimos unido; entre si por un solo interés, olvidaban triste. mente su condición eterna de lobos nacido, para morderse los unos a los otros,
El poderío indiscutible de Myron Selznick tenía tarde o temprano que despertar lo; celos de los estudios. ¿No había él hecho suyos los nombres y la gloria de las más fosforescentes estrellas de Hollywood? War. ner Baxter, Gary Cooper, Lilyan Tashman, Bebe Daniels, Lupe Vélez, Zasu Pitts, Reginald Denny, Jack Holt, Evelyn Brent, Clive Brook, Victor MacLaglen, Sue Carol, Chester Morris, Neil Hamilton y James Gleason, figuraban en la lista de sus clientes al lado de directores como King Vidor, Lewis Milestone, Edmund Goulding, William Howard y Mervyn Le Roy. Talentos y nombres que representan millones en la lista de pago de los estudios. Selznick y su consocio Frank Joyce, ocupan un piso entero en el Equitable Building pagando por el alquiler dos mil dólares mensuales, manteniendo tren de cuarenta empleados y cobrando de comisión una cantidad semanal de diez mil dólares poco más o menos.
En diversas ocasiones Selznick ha ofrecido hasta medio millón de dólares a Joyce por su parte en el negocio y este no ha querido cederla por menos de dos millones. Todo esto da una idea del gigante en que se ha convertido la agencia de Myron Selznick.
En las razones que alegan los productores hay mucho de verdad.
Ellos han recogido múltiples veces cualidades desconocidas, han convertido gent ignorada en celebridades mundiales, gastándose colosales sumas en publicidad, y todo para obtener muchas veces resultados dolo: rosos, desengaños inesperados. Entidades enemigas, firmas contrarias se los escamo: teaban delante de sus propias narices y dis frutaban el producto de tantos esfuerzos y de tanto dinero invertido en ellos. Desgracia es esta capaz de entristecer a cualquier sim: ple mortal y muchísimo más a los dueño precavidos de los estudios que tienen sus ojos y su corazón puestos en el brillo am: rillento de su oro. E
William Powell, por ejemplo, estuvo tra: bajando en papeles secundarios durant mucho tiempo. Su sueldo era entonces de quinientos dólares por semana y a ellos debió el crecimiento progresivo de su popular: | dad hasta convertirse en la estrella que ts ahora. Kay Francis no era cuando vino po! primera vez a Hollywood, sino una desco nocida, y Paramount consumió cuantiosas sumas en hacer de ella una estrella de li misma manera que hiciera posteriorment con Marlene Dietrich. Kay se lo debe tod al estudio y creo que no nos equivocaríamo al afirmar que su agradecimiento no mid más de una pulgada. El caso de Ruth Chat terton es totalmente distinto debido a qu hizo sus primeras obras en los días del cint mudo y el advenimiento del talkie fué h base de su popularidad. Selznick, además, la había conquistado a viva fuerza sus dit mil dólares semanales. ¿Era ella respons: ble de que el estudio reconociera demasiadi tarde el tesoro que tenía entre manos? Exiw ten otros William Powell y Kay Francs pero Ruth Chatterton es única.
Lo cómico que la situación ha encerrado