Cinelandia (April 1932)

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50 Hermosee sus Ch con la nueva MAYBELLINE Basta un toque con la nueva Maybelline, a prueba de lágrimas, y las pestañas aparecerán más largas, obscuras y abundantes. La transformación toma lugar inmediatamente. Quedará admirada de la facilidad con que se adhiere la nueva Maybelline. Y no causa escozor si acaso llega a entrar a los ojos. Haga la prueba. MAYBELLINE CO. 5900-06 Ridge Ave, Chicago, 11l., E, UD. A. Obscurece las pestañas SUBSCRIBASE A CINELANDIA pa CUALQUIER TORCEDURA se alivia rápidamente al ponerse L£INIMENTO e —-Mata-dolores prensa norteamericana que un romance de amor se había inciado entre el gran actor y la famosa estrella. Nada parece haber de cierto, sin embargo, salvo que de la unión de ambas personalidades ha salido una de las obras maestras de la pantalla. Demasiado enamorados de su arte, ambos han puesto al trabajar juntos, todo el fuego de sus temperamentos, ofreciendo al público el espectáculo perfecto de la pasión que simulan sobre la pantalla, y que si no es real, lo parece y merecería serlo, PROBLEMAS ... (viene de la página 33) abolió la universalidad del actor y de la producción norteamericana; desplazó el imperialismo de estos valores, para dar cabida a otros de distinto origen espiritual y racial y que son los que hoy disputan a aquéllos, en abierta competencia, su derecho a sub' sistir y alentar, con más amplias energías de vitalidad, demandando para sí el lugar que en rigor les corresponde y que los distintos públicos reclaman para ellos. Ha sucedido, pues, el caso curioso de que —niéguese o reconózcase el hecho—la cinematografía yanqui ha sido despojada de sus omnímodos atributos en su propia casa, por elementos extranjeros; cumpliéndose en todas sus partes el adagio que dice: “de fuera vendrá quien de casa te echará.” Porque es preciso que convengamos en la evidencia, bien manifiesta, de que la industria cinemática de aquel país, en el presente, si bien es cierto que por su capital y empresa continúa siendo norteamericana, por sus valores espirituales y artísticos, pertenece de igual derecho a los diferentes países culturales del orbe. No sabemos hasta que grado los industriales de ésa puedan haberse penetrado de esta realidad incontestable; lo que sí podemos aseverar es que es de todo punto necesario que ellos la admitan sin reservas ni CINELANDIA, ABRIL, 193, restricciones y sin recurrir en egoísmos ey. trechos ni partidarismos interesados respec. to del giro que deben dar a la labor art. tica de sus talleres, pues lo contrario sería exponer peligrosamente el negocio cinemj. tico, suscitando competencias extrañas, Como primera y principal advertencia q] propósito es preciso que se repare en el hecho de que la atención y el interés de los diversos públicos, están concentrados en el grupo respectivo de elementos afines a yy raza que les representa en ésa, y cuya labor artística les inspira profunda y parti. cular simpatía. El triunfo de esos com. patriotas se hace cuestión de dignidad patria para ellos; sobre todo al tratarse de artis. tas conocidos que gozan de consideración y popularidad en su país y de ningún modo pueden consentir en ver con buenos ojos que se les coloque en situación de inferior. dad. Y es muy natural que este sentido de apreciación prevalezca, pues en la actual com: petencia de valores artísticos que la pan: talla ofrece, ningún pueblo desea que sus exponentes raciales de cultura sean postergados; o que se les presente en deslucida o inferior condición ante la espectación universal. : Es este un problema planteado por el cine sónoro cuya trascendencia no debe desconocerse, y mucho menos tratar de eludir valiéndose de medios equívocos. Las represalias que una tal conducta pudiera ocasionar, serían funestísimas para los interesas capitalistas de la industria hollywoodense. Y si nó, véase como los países en general, que tienen parte en este asunto y que ya han sufrido “lesiones” en sus embajadas artísticas de ese país, se han replegado en una actitud molesta de despecho, aprestándose a la lucha defensiva. Porque ahora el cine no representa, como antes, una manifestación de arte, ambigua e incolora, cuya base descansaba únicamente en el capital y cuyo monopolio absoluto, norteamericano, nadie se interesaba mayormente en disputar. Robert Montgomery y Norma Shearer se encuentran extenuados después de una batalla casera en que el mueblaje queda por los suelos. La escena pertenece al film “Vidas privadas,” en que aparecen estos dos artistas en el rol de pareja de jóvenes reciencasados.