Cinelandia (April 1932)

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En todas las boticas. origen norteamericano, por los de su propia nacionalidad. Este es un criterio que a primera vista podrá prevalecer, pero no si se examina el asunto a fondo, como lo veremos. Existe un hecho que hoy salta a la vista de cualquiera; y es el de que el público no acude a las salas de espectáculos, en la proporción que antes; ya se trate de una cinta en que intervengan artistas norteamericanos, como de una protagonizada por elementos de su misma raza. La indiferencia y desapego son idénticos. Y ya este fenómeno ha sido advertido y comprobado por los magnates de la industria. No cabe pues duda de su efectividad. ¿Dónde, pues, está esa preferencia tan pregonada, por estelar de procedencia norteamericana ? La verdad es muy otra, y hay que salir a encontrarla por otros senderos muy diferentes. Concretémonos al caso nuestro. Los films hablados en español que se hos presentan, son en su inmensa mayoría, interpretados por elementos de segunda—por no decir tercera—categoría; mal dirigidos y mal concertados. Denotan a la legua esa clase de mercadería pacotillera, confeccionada con los desechos y factores de segunda mano; que deja a los ojos de todo el mundo una triste impresión de falsa presunción dentro de su ordinariez manifiesta. Acostumbrados, por ejemplo, al lujo suntuoso de los otros artistas, que merced a sus privilegiados salarios, lucen “toilettes,” diseñadas especialmente para la realización de las diversas escenas de un film, encontramos que los nuestros son menos elegantes, meno bellos, menos desenvueltos; que les falta el chic de los otros. Siendo que lo que CINELANDIA, ABRIL, 1932 les falta es el check, la milagrosa varita de virtudes que tantas gracias concede. Porque no cabe duda que en esto del cine, no tiene aplicación práctica el refrán que dice: “q hábito no hace al monje,” puesto que con frecuencia solemos ver que en él, la ves; menta encubre y disimula, ¡no pocas veces! las escasas luces del que las ostenta. Y si hacemos extensivo este detalle que señalamos, a todos los demás órdenes, nos encontraremos siempre lo mismo: inferiori. dad material. Desde luego que nuestros artistas, en general, no han demostrado poseer la eficien. cia necesaria ni las facultades interpretativas requeridas para filmar ante la cámara: pero, hasta en esto debemos reconocer la misma razón anotada de economía (aparte la inexperiencia consiguiente de estos ele. mentos que se inician) que no permite escoger al que vale, o sea al elemento de selección, como se hace en el departament norteamericano. Pero por lo demás, ¡vaya si son capaces, los nuestros, de interesar! Y no sólo a estas plazas, sino que también a las extranjeras, ¿Una prueba? Imperio Argentina. La exquisita y bella actriz hispana que encarna maravillosamente la gracia flexible y espiritualísima de nuestra raza, y que en “Su noche de bodas,” se reveló una actriz completa. Hermosa, distinguida, elegante e inteligente; por unanimidad la crítica de todos los países la elogió entusiastamente; y en particular, la de la capital francesa—tan parca y estricta en conceder méritos, y que sin embargo, se inclinó en encomiásticas alabanzas para la talentosa artista de nuestr raza. : Este grupo interesante e interesado en la lectura de CINELANDIA, pertenecen al per sonal de la Compañia de Opera Kendall de Vally. Esta empresa fué formada en los Estados Unidos con el objeto de producir óperas en la pantalla sonora, y asi llevar a los rincones de la tierra, este arte que hasta hoy, fué patrocinio exclusivo de las grandes metrópolis. y esperamos que esta vez se lleve a cabo. Maestro Ignacio del Castillo, (conductor). Davis, (soprano); Gerald Kendall, (secretario); Willow Wray, Muchas son las compañias que se han formado para este laudable propósito Sentados: Mr. H. E. Kendall, Presidente, y De pie: Ivan Edwardes, (tenor); Wynne (mezzo-soprano); y y Jack Howell, (barítono).