Cinelandia (May 1932)

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arre NO ms o NA PUBLICADA EN HOLLYWOOD MAYO, 1932 CINELANDICAS do cartas a granel, protestando enér — gicamente contra la falsa representación de la vida y costumbres de esos dos paises en tres o cuatro películas que aquí se han hecho recientemente. En Panamá llegaron a suprimir la exhibición de una película por esas razones, y a fe que sentimos no haber averiguado su titulo para publicarlo en estas columnas, junto con nuestra calurosa felicitación a las autoridades panameñas por su admirable decisión en este asunto. Como nuestros lectores bien lo saben, D E CUBA y de Panama siguen llegan la forma popular de transporte y la guitarra no había sido aún substituida por las orquestas de danzones y de jazz. Y “bien sabemos nosotros que nuestras historias y nuestras tierras ofrecen un manantial inagotable de hechos románticos y costumbres interesantes que desearíamos ver en la pantalla. Pero, ¿quién llegaría a convencer a los productores, con sus normas cortadas a molde, que argumentos basados sobre el folklore de nuestras tierras resultarian atrayentes a la masa norteamerlcana? Así que mucho tememos que este mal CINELAN DIA O ha po y por no tenga cura. Al público norteamericano, seguira protestando contra el descuido y que es el principal consumidor de películas apatía de los estudios hacia esta fase de las JUAN de MORENO hollywoodenses, no le interesa nuestra vida películas que tanto daño nos ocasiona. Pero Director moderna y cosmopolita. De eso tiene de nuestras protestas, y a veces súplicas, caen en oídos sordos porque los productores tienen una idea establecida acerca de estas cosas que nadie los podrá hacer cambiar. Bien saben ellos que la Habana que vimos en la película “The Cuban Love Song” no es la moderna ciudad de los rascacielos, de las calles asfaltadas y gente cosmopolita que rivaliza con cualquier metrópolis mundial. Y bien saben ellos también que el Panamá de hoy no es ni la sombra del Panamá de antes de la construcción del canal, y sin embargo, siguen dándonos películas mostrando un ambiente native que quizás se puede encontrar en los rincones más apartados de esas dos repúblicas. ¿Cual es su razón? Muy sencilla. La representación de la vida moderna de nuestros países no es muy distinta a la de otras ciudades del mundo; la vida es más o menos la misma: vida agitada de ciudad moderna con sus autos, tranvías, teléfonos, y demás detalles que por ser tan familiares no son interesantes. ¿Qué hacer, pues, cuando se necesite representar una obra en que se muestre algo distinto, algo exótico, (y recuérdese que ellos piensan siempre en satisfacer los espectadores norteamericanos que forman el noventa y cinco por ciento de sus clientes) que no puede hallarse en los límites de Estados Unidos? A SOLUCION es echar mano a un país, ni muy cerca ni muy lejos; un país tropical donde el aguardiente no es cosa prohibida, y donde la vida es primitiva y brutal. (De acuerdo con la idea popular de la clase inculta que aún nos imagina vestidos de toreros, gauchos y charros.) Y así lo hacen los productores, no porque ellos ignoren la verdad, como tampoco la ignora la clase culta y educada de este país, sino porque lo extraño es siempre lo eternamente misterioso e intrigante y la concepción popular de los países tropicales, es la concepción formada en los tiempos en que la carreta era sobra en casa. Lo que quiere ver es la vida tropical que se figura existe en nuestros países; quiere ver el Shanghai native y no la vida moderna de la Colonia Internacional; está interesado en el Africa salvaje v no en la vida que rige en Johannesburgo y otras grandes ciudades; y así por el estilo; y el productor que, como buen negociante, busca la satisfacción de sus parroquianos, les da lo que ellos quieren. Y viendo el reverso de la medalla, ¿qué es los que sucede cuando los films norteamericanos presentan a nuestros públicos una idea exagerada de sucesos que, de ser creídos, son corrientes ejemplos de la vida de este país? ¿Dónde existe esa vida primitiva que los films de vaqueros y del oeste nos muestran y que desapareció hace más de treinta o cuarenta años? ¿Dónde se encuentra la exagerada descripción de las hazañas de los bandidos metropolitanos de Chicago y Nueva York, que los films nos presentan? De ser cierto, la vida en esas metropolis sería imposible, y los sucesos de esta índole son amplificados hasta el ridículo en los films de esta clase. Y lo mismo sucede con la exposición de otras fases de la vida de este país. Siempre la exageración, siempre la aureola de misterio y fascinación de lo que no conocemos; pues la vida real, la vida que nos rodea a diario, es bien prosaica, y aunque nos codeemos con el drama, la tragedia y el romance, tenemos que presenciarlo en la pantalla, con todas sus fantasías y artificios para que podamos creer en ellos. N el correo de este mes encontramos dos cartas que hablan de un mismo asunto: las parlantes en español, y por ser un tema tan interesante para todos nosotros, y presentar ideas que se nos ocurren acertadas, vamos a mencionarlas en estas columnas. Dice la señorita Amelia Rodríguez de Monterrey, N. L., México: “Todo lo que se ha discutido y se discuta sobre la producción hispana sale sobrando, pues aun cuando se logre el éxito deseado, se presentará (va a la página 50)