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POR LORENZO MARTINEZ
juicio, expuesto al escalpelo de una crítica dura y malévola, desearía no ser nadie, no ser más que la “extra” que fuí yo antes de ser estrella.
UANDO los Carpenter, sus pa
dres, vinieron a Hollywood hace va algunos años, Helene asistía a la Hollywood High School, enclavada en el corazón de la ciudad cinematográfica, en Highland Avenue. En ese centro docente, como en todo recoveco de esta ciudad, la atmósfera está impregnada del “virus” del cine. Muchas de esas girls encantadoras, frescas, que uno ve cada mañana descender en enjambres de los ómnibus y ser tragadas por las puertas alegres, immensas de las universidades y colegios, serán mañana las más destacadas partiquinas, y quizá las estrellas de gran relieve.
Entre lección y lección, entre tarea y tarea, hay comentarios sobre las películas, sobre los ídolos. Jean fué poco a poco familiarizándose con la idea de entrar al cine. La familia retornó al este, a Chicago. Ella, de diez y seis años apenas, casó con un jovenzuelo rico, pero como es natural ese matrimonio apresurado y hecho a la ligera tuvo un fin desastroso. Al cabo de un año se divorciaron.
Entonces fué cuando ella propiamente ingresó a la vida cinematográfica. Con bastante buen éxito. Empezó ganando diez dólares diarios, como “extra.” En la primera película en que tomó parte fué en “Moran de Infanteria de Marina” en que las estrellas o Richard Dix y la aviadora Ruth Elder.
REO que era una parte de cierta
importancia, o al menos ella destacaba su belleza inquietante entre el conjunto de figurantes. Un funcionario de los estudios de Hal Roach se fijó en ella, y desde entonces Jean tuvo trabajo en películas salidas de alli. Esto fué en 1929. En menos de tres años se ha hecho famosa y rica. La película que le ha dado más nombre es, sin duda alguna, “Hell's Angels.” Después de esa tomó parte en otras como los “Seis conjurados” de la Metro; el “Hombre de hierro” de Universal; y el “Enemigo público” para la Warner.
En todas estas obras Jean es siempre la girl seductora, vampiresa, provocativa, que vuelve locos a los hombres. Es la (va ala página 40)