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del cine.
CINELANDIA, MAYO, 1932
WALLACE BEERY
(viene de la página 24)
dada la popularidad y el cariño de que
disfruta. Su actuación en “Min and Bill” acabó de darle ya una posición firme y bien
cimentada, y ahora “TI'he Champ” corona,
como su obra maestra lo que ha llevado a cabo en años de intensa labor.
Wallace Beery es uno de los adelantados Estuvo al frente de los estudios Essanay en Niles, California, cuando se
hacían las primeras películas de vaqueros, así como las primeras de Chaplin.
En esa época no era aún actor, pero había dirigido
nada menos que a Francis X. Bushman, con
muy buen éxito. En los estudios citados hacía de todo, es decir de todo lo que se
refería a la parte económica de la organización.
Sin embargo, esto nunca le agradó. “Decididamente no nací para jefe de oficina,” declaró en una ocasión. Y volteó la proa de sus actividades hacia otros rumbos,
Un amigo suyo estaba organizando una
“compañía para hacer películas en el Japón. Wallace Beery se interesó en el proyecto,
dió dinero y empezaron a hacer los preparativos necesarios. En esto estalló la conflagración universal de 1914. Tuvo que dejarlo todo. Se arruinó.
Pero su esfera de acción había de estar siempre concentrada alrededor del cine. Volvió a las comedias en los estudios Keystone, y comenzó a experimentar innovaciones de su iniciativa mezclando, por ejemplo al “villano” con los personajes cómicos de una comedia. La innovación tuvo éxito, porque
él mismo había tenido ya una larga expe
riencia en representar esta clase de tipos.
En “El cargamento del diablo” es donde aplicó por primera vez esta idea, que gustó mucho al público, que desde entonces pidió a voz en cuello esta clase de comedias.
Su opinión sobre los actores de cine es muy interesante. Según Wallace Beery: —Es inútil reclutar actor o actriz alguna para la pantalla entre aquellos que han estudiado en conservatorios y academias de declamación. El cine requiere una gran
“naturalidad que ellos generalmente han per
“dido.
Hay que ser humanos, ante todo. Humanos, con todos los aspectos, ridículos
y trágicos que tiene siempre el alma humana.
Wallace Beery nunca ha estado pobre desde que empezó a dedicarse a cuestiones de cine. A veces le ha ido mal, como el lector puede ver, por los ejemplos que hemos citado, pero en seguida ha reaccionado y continuado la lucha. (Como resultado de su larga experiencia difícilmente se podrá encontrar un actor que sepa tan bien como él todo lo que se relaciona con contratos.
—A, mí nadie me pasa la mota—ha dicho siempre, y con mucha razón. Porque sabe perfectamente lo que trae entre manos y en sus asuntos privados, el artista estupendo que es, se convierte en un frío hombre de negocios, que ve, observa, pesa, y al fin decide lo que le conviene.
La vida es su maestra. No sólo ha recibido golpes morales esos golpes que reducen el espíritu a sus limitaciones naturales, sino que muestra en su cuerpo cicatrices fehacientes de que, a veces, ha tenido que defender sus derechos con la fuerza de sus puños.
Haciendo el papel de campeón de box últimamente, Beery no tuvo que acudir a ningún subterfugio para pintarse cicatrices en los brazos, sino que mostró las que tenía, “adquiridas” probablemente cuando era do
. dice March,
mador en el circo, o cuando defendía sus derechos entre vaqueros y “villanos” de verdad, en los primeros días de la cinematografía.
Su cara bonachona de gordo satisfecho, no convence a nadie, en la vida cotidiana acerca de sus “malos instintos.” Wallace Beery en “El presidio,” en “Min and Bill” y en otros no ha sido, además, ese canalla empedernido que debería responder en la realidad a su tipo, sino un hombre con su lado malo, pero también con su lado bueno.
CARACTERIZACION
(viene de la página 11)
y a la humanidad. vocará la simpatía, miento.
El “otro,” el Hyde, es un tipo repugnante de criminal nato, con cuerpo vagamente antropomorfo, con cráneo de pitecantropo, es decir casi de mono pero con la agravante de la mirada aguda, degradada, de un hombre actual vicioso, cruel, despiadado.
Freric March pudo hacer estas dos caracterizaciones admirablemente. Pero en las escenas asignadas a Mr. Hyde, tuvo que arreglarse de tal modo el pelo y los rasgos de la cara por ciertos medios de que se valen siempre los expertos en maquillaje, que de joven guapo, de facciones interesantes, inteligentes como son las de su cara en la realidad, se convirtió en el hombre más deforme y monstruoso que uno se pueda imaginar. Aparte de este maravilloso cambio de tipo, el actor que es él ha desplegado todos sus conocimientos y experiencia y los ha puesto al servicio de esas dos caracterizaciones tan opuestas.
Sin embargo, March ha declarado que, si no se le exige por la opinión pública y por los. productores de una manera ineludible, preferirá no volver a revestir esa careta que adoptó en Mr. Hyde.
Durante las escenas hubo de sufrir torturas indecibles, pues a fin de deformar el rostro, especialmente, March “acudió a estratagemas del oficio que le: convirtieran en un verdadero espantajo muy cercano de un chimpancé sanguinario y terrible.
Dientes postizos, colmillos salientes fuera de unos grandes belfos, una nariz de base aplastada y abierta desmesuradamente, los ojos completamente abiertos y los párpados estirados en arrugas irregulares y asimétricas. Además de esto las cejas enriquecidas con enorme pelambre que aumentaba el arco frontal y sobre este una cabellera hirsuta y desaseada, toda enredada, amen de un vello largo y ralo que cubría el maxilar protuberante y brutal. Tal es a grandes rasgos el aspecto de la cara de Mr. Hyde.
—De lo que más sufrí fué de los ojos— sonriendo ahora que ya todo terminó—. Con el arreglo hecho para deformarlos en un rictus asimétrico en ambos lados, era difícil para mí. el mantenerlos abiertos, y sin embargo, no podía parpadear ni una vez. Las luces me irritaban, las lágrimas pugnaban por salir. a causa de la irritación constante producida por el maquillaje y por las luces klieg. Me sentía nervioso y acobardado. Los ojos son sumamente delicados y me dolían terriblemente.
—Lo único que me causó cierto alivio fué ponerlos en blanco, de vez en cuando, pero el alivio era momentáneo solamente. Durante toda la película trabajé con un dolor de cabeza terrible, y al terminar había perdido cuatro libras por la excitación y tantas molestias.
La gloria cuesta siempre.
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