Cinelandia (May 1932)

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Como el plebiscito no ha sido secreto, quizá resulte conveniente examinar algunos de los votos individuales: Joan Crawford, Ann Harding, Billie Dove, Bebe Daniels, Dolores del Río, Bebe Daniels, Jean Arthur, Evelyn Brent, Marguerite Churchill y Mona Maris, figuran prominentemente entre los sostenedores de la supremacía de Greta Garbo. Y hay que ver cómo se expresan de la estrella sueca algunas de estas luminarias: “Lo que más admiro de ella” dice Ann Harding, “es su arte y su personalidad.” Bebe Daniels, por su parte, dice de Greta que “es la artista cinematográfica más inteligente de hoy día, porque vive los personajes que representa; porque es bella y porque es exótica.” Evelyn Brent opina, contrariamente, que Greta Garbo no es una mujer bella. “Pero es,” dice, “el tipo más interesante que hay en el cine. La expresión de su rostro es más atrayente que la de la más fascinadora beldad.” Constance Bennett, a quien los críticos declaran una actriz mediocre, pero la primera entre todas desde el punto de vista de la atracción sexual, opina que Norma Shearer supera a Greta Garbo. Otros admiradores de Norma son Clara Bow, Anita Page, George Bancroft, y una legión de galanes jóvenes. (Es de notarse que la mayor parte de los votos obtenidos por Norma son de hombres, mientras que los que han dado la supremacía a Greta son de mujeres.) Muchos lectores preguntarán: ¿Y Marlene Dietrich? quien muchos consideran la más seria rival de Greta Garbo, no obtuvo en este concurso más que un voto, el de Lois Moram. Pero difícilmente puede haber un voto más: expresivo: “Podía estarme años enteros,” dice extática la adoradora de Marlene, “viendo sus piernas y escuchando su voz.” Semejante dualidad de fascinación resultaría poco creíble si fuera de un hombre; pues, con ser tan agradable la voz de Marlene, sus films han alcanzado fama más por lo que en ellos se ve que por lo que en ellos se oye. Ramón en papeles de niño lindo Al firmar su nuevo contrato con MetroGoldwyn-Mayer, se ha reservado Ramón Novarro una prerrogativa que muy pocos lograrían conseguir: dirigir y actuar. Mediante esta prerrogativa, podrá ser en algunas películas su propio director. Es sensible que el estudio con que Novarro está bajo contrato se haya reservado para sí un derecho que sistemáticamente se reservan todos los estudios: seleccionar los roles que habrán de estar a cargo de Novarro. Mediante este derecho, Novarro seguirá expuesto permanentemente a la crítica que hoy recibe en algunas partes de la Unión Americana (con motivo de su trabajo en “Mata Hari”) en forma inusitadamente agresiva. Pues Marlene Dietrich, a: CINELANDIA, MAYO, 1932 Condenado, por la fuerza del standard a hacer papeles de galán romántico, pocas oportunidades se le han presentado a Ramón para convencer con su arte indiscutible, Ej público de hoy día acoge invariablemente con una sonrisa no siempre amistosa, al hombre que se enferma y aún está a punto de morir de amor (“Call of the Flesh”), Esos papeles han estado reservados siempre para las damas neuróticas, cuya más fiel representativa murió de amor en un lecho cubierto de camelias. Novarro necesita papeles más humanos, más viriles, en que el he-man vuelva siempre por los fueros de su sexo. Hasta el estudio de Culver City debe de haber llegado ya la voz de la calle que pide para Ramón Novarro un cambio de radio de acción, pues acaba de asignársele el rol de héroe en una película de football. Es de esperarse que esta película marque una nueva etapa en la vida cinematográfica del gran artista mexicano. La etiqueta en Hollywood Era de creerse que en Hollywood ya no podría descubrirse nada nuevo, por lo menos en lo que se relaciona con la etiqueta (o con la falta de etiqueta). Sin embargo, el supervisor cinematográfico Paul Bern acaba de hacer un sensacional descubrimiento que está llamado a alcanzar inusitada boga: Escamado quizás por ingratos acaecimientos, al organizar Mr. Bern un rumboso party en el que había de estar presente lo más granado de la sociedad cinematográfica, urdió poner al pie de las invitaciones como una especie de cupón que deberían conservar en su poder los invitados. El dicho cupón decía más o menos lo siguiente: “El señor (o la señora) . . . lamenta profundamente su mal comportamiento durante la fiesta a que le hizo usted el honor de invitas. ala moche deb. i. deb solicita su perdón por la... falta . .. que cometió, y la... cual... vd... marcada, . con una cruz en la columna que aparece al margen.” En la dicha columna se consignan las siguientes faltas: borrachera excesiva; abandono frecuente y prolongado del lugar de la fiesta; destrucción de muebles; pérdida completa de la gravedad; lanzamiento de vasos, botellas y otros proyectiles; im properios al anfitrión o a los huéspedes; manifestaciones amatorias subidas de color, y, finalmente, accesos de náuseas en presencia de los circunstantes. Parece ser que, al menos como medida preventiva, esta extraordinaria innovación empezó dando buenos resultados, pues al día siguiente de la fiesta solamente recibió Mr. Brent veinticinco cupones en que se confiesan otras tantas faltas. Fiestas cinematográficas Y hablando de tertulias cinematográficas, fuerza es sacar a colación las que han venido a celebrarse últimamente en casa de la artista Miriam Hopkins. Primeramente se veían la mar de desairadas. Hay tantos lugares donde divertirse en Hollywood, que Miss Hopkins se quedaba a veces con los gastos hechos. Pero una noche, al sentarse a la mesa los comensales, incidentalmente recordó uno de ellos que la casa de Miss Hopkins fué durante algún tiempo residencia de Greta Garbo. “En efecto,” asintió Miriam, “aquí vivió antes Miss Garbo. La cama en que yo duermo la usó también ella.” Oir aquello los circunstantes y levantarse como un sólo hombre, fué todo uno: segundos después, desfilaban frente al lecho en que durmiera la estrella sueca.