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CINELANDIA, JULIO, 1932
LAS ESTRELLAS... .
(viene de la página 23)
William Bakewell, Marguerite Churchill, Russell Gleason, Mary Brian, Polly Ann
Young (hermana de Loretta) y otras cuatro
o cinco personas constituyen lo que ellos mismos llaman “la banda de piratas.” Visten trajes fantásticos, de pirata, y juegan a que andan en busca de tesoros, Llevan suficientes provisiones a fin de hacer un continuo día de campo y si por ejemplo se les acaba antes de tiempo, terminan por saquear los barcos de los amigos. El sábado por la “noche se detienen en la isla lo bastante para asistir al baile en el hotel; y el lunes por la mañana puede vérseles de vuelta en los estudios, refrescados, quemados por el sol y encendidas las mejillas como unos tomates.
En el invierno, lo más apropiado es irse al desierto. Puede decirse que Hollywood envía sus celebridades cinescas—con baúles y todo—al lugar conocido con el nombre de Palm Springs. Llegan como a las cinco de la tarde del viernes y solamente la llamada del estudio los hace dejar lugar tan encantador para coger el primer aeroplano que sale el lunes para Los Angeles. Fué hace tres años cuando comenzaron a descubrir los encantos que ofrece el desierto. Janet Gaynor fué allí a recuperar su salud de un decaimiento nervioso—y acabó por comprar un lote de terreno. Un lote de “arena,” para ser más exactos, pero donde crecían algunas palmeras. Ahora apenas si se puede conseguir alquilar un cuarto en uno de los cinco hoteles—y ya no hay más lotes de venta ...
Al comenzar la primavera, yo misma caí víctima de la atracción que ejerce Palm Springs. Fuimos en auto. Atravesamos una inmensidad de tierra, al parecer abandonada u olvidada del hombre, y de vez en cuando encontrábamos algún artista, cubierta la cabeza con grandísimo sombrero que lo protegía del sol, y traspasando a su lienzo la hermosura del desierto. Apenas comenzábamos a apreciar las fatigas que deben haber sufrido los pioneers (exploradores y fundadores), cuando ante nuestra vista apareció un espejismo—el manantial de Palm Springs.
Condujimos el auto por la verja de entrada del hotel más cercano, “El Mirador,” y Nos encontramos en medio de frondosos Jardines tropicales. Parecía como si allí se hubieran citado todas las estrellas, astros, y directores más famosos. Podía decirse que era “la convención de Hollywood,” donde todo mundo se divertía y actuaba como cualquier mortal. Nadie hablaba de contratos ni “partes” por las que darían un ojo o un diente por actuar ....
La exquisita Marian Marsh tenía su cuarto frente al mío y cuando yo entraba, ella salía lista para tomar su baño diario de sol, —Me gusta irme a un cuarto de milla de distancia y tostarme al sol tirada en la arena—fué la explicación que me diera.
Mientras tanto, en la alberca de natación, Billie Dove, más hermosa que nunca en su traje de baño, era la atracción del sexo feo que la rodeaba como de costumbre. Y Jimmie Durante, el comediante de la narizota, estaba allí sin lugar a duda. Con un puro que había masticado una y mil veces entre sus dientes, vestido solamente en pantalones de baño, un sombrero hongo y los pies metidos £n viejas alpargatas. En una palabra, Jimmie no era ningún adorno para el hotel. Pero ¿qué importa?, tenía a todo mundo muriéndose de risa con sus canciones que él mismo se acompañaba al piano. Otros que
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