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SSA
CARTA DE VENEZUELA
Hace unos cinco años, en una crónica publicada en Caracas aprecié las circunstancias que marcaban la futura decadencia de las películas norteamericanas en los mercados hispanoamericanos.
El cine hablado ha precipitado la crisis. Por acá, cuando nos acercamos a las taquillas de los teatros, lo primero que hacemos es cerciorarnos si la cinta es hablada en español.
Pero todavía hay algo peor. La mayor parte de los argumentos de las películas americanas, —argumentos redactados especialmente para los Estudios de Hollywood,— resultan mediocres é insípidos. Están plagados de circunstancias acomodadas, artificiosas, más propias para distraer muchachitos de escuela, que para sensacionar a un
| público adulto y comprensivo. He visto pelí'culas en donde los personajes van siempre encontrando acomodadas a la mano todas las ¡circunstancias y objetos necesarios para ir saliendo de los sucesivos trances; y entonces, en vez de sentir las emociones que la película se propone dar, sentimos ganas de tomarle el pelo al autor del argumento.
Son películas huecas, carentes de sentido natural, fuera de toda psicología y de cuan
i
Í tas son bases perdurables del arte.
A lo menos, el alma latina, que, posee un paladar sensible y penetrante para frutos de arte, se ríe y se burla de esa clase de dramas.
El espíritu hispanoamericano tiene otros gutos. Su evolución cultural es más despierta, más perspicaz, y exige emociones más re
fexivas y psicológicas.
Esas películas de escenas acomodadas más con la mano que con la cabeza, que parecen caricatura de la vida, no gustan entre nosotros. Cuando vamos a verlas es porque no tenemos en el momento otro centro de diversión donde ir.
Despreciamos también esas películas donde, sin pertenecer logicamente a la acción de la novela, aparece a cada rato un actor haciendo el pajuata, viéndose el burdo propósito, el mal acomodado prurito de dar una nota humorista dentro de la sensación dramática; pero el autor del drama lo hace de wa manera tan desencajada del sentido del asunto, que en vez de ser humorismo, aparece ridiculismo. El detalle humorista dentro del drama es para autores ingeniosos, de gran talento. No para todo el mundo.
Hollywood nos ha estado invadiendo con películas que no dicen nada a nuestro espíritu, que no remuevan nuestro corazón, que no edifican nada en nuestra mente, ni en nuestra moral, ni en nuestros conceptos de arte. Eso de que las cosas necias tienen más clientela, porque la sensatez es una minoría, es un error, y en cuestiones de arte, un error mayor. Lo bueno es bueno en todas partes, y la belleza impresiona bien a todo el mundo. A lo menos por aquí se les está dando la espalda a esas películas de argu
¡mentos infantiles para almas de 15 años.
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Suramérica podrá adolecer de todas las deficiencias de los pueblos nuevos, en for
¡ mación; pero nuestra alma continental es
mayor de edad. Nuestro espíritu está amasado con espíritu latino, con la vieja civilización latina, rejuvenecida bajo nuestro cálido y exhuberante cielo tropical.
(va a la página 56)
TALA BIRELL Universal