Cinelandia (March 1934)

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4 pantalla El advenimiento del talkie puso en peligro lo que el cinema había conquistado después de larga y ruda lucha. La comicidad del celuloide trajo un elemento nuevo a los ojos del espectador. La gracia realista del cine—un sorbete de naranja que se le escurre por el descote a una señora respetable—logró remontarse a regiones superiores. Los pobres actores destinados a sufrir toda clase de incidentes desagradables, acabaron por plasmar dentro de sí un alma nacida al margen de sus peripecias. Fué un alma entre trágica y cómica, cuya suprema expresión es Charles Chaplin. Esa alma era la resultante de un cinema materialista, grotesco, rudimentario en su lucha desesperada por espiritualizarse. El talkie introdujo elementos del teatro y de la literatura, | que hasta ahora no han logrado crear “un arte nuevo,” pero que constituyen hoy por hoy la esencia de lo cómico en el cinematógrafo. Tratando de describir la esencia del humour, Carolyn Wells dice: “Es lo eludible, evasivo, _evanescente, efímero, intangible e imponderable.” La vaguedad de esta enumeración es obvia. Todo estudio filosófico de la risa, hecho a base de conceptos tan complicados, desnucaría a bostezos al lector. REGUNTEMONOS en primer lugar: ¿qué nos hace reir en las situaciones cómicas de la pantalla? Por ejemplo: un grupo de profesores artificiosos y solemnes, en plena ceremonia de gra'duación universitaria arrancan de repente a bailar un charleston. El auditorio no puede con¡tener una carcajada fenomenal. Oliver Hardy mira su compa_ñero Stan Laurel con aire pro'tector; lo “mete al orden” con una mirada formidable, y al volverse muy satisfecho de su superioridad, como una deidad apaciguada, da media vuelta y se mete de patitas en un charco de agua. Otro caso: Charles Chaplin, en plena tormenta de nieve, busca algún objeto con: que frotarse las manos medio congeladas. Lo encuentra y el infortunio quiere que sea una valla de alambre de púas. Son tres clases de humorismo básicas. Primero: lo inesperado: y esencialmente ridículo. Segundo: fracaso repentino de un personaje que se siente superior. Tercero: desventura cómica de un infeliz. En este último caso la risa va mezclada con un sentimiento de piedad. Desde que existe el talkie, existen dos categorías de comicidad. La ocular y la auditiva. Para obtener resultados perfectos, ambas deberían ir ensambladas la una en la otra. Pero esto es difícil. La estrechez de talento y la falta de originalidad, hacen que en el noventa por ciento de los casos una película cómica no sea sino una sucesión de chistes (va a la página 48) Arriba de todo vemos a ese par de cómicos, Wheeler y Woolsey, cuyo arte se basa en la agudeza de su diálogo rápido y burlón. _ Después tenemos a Lee Tracy, con su voz chílona y ademanes violentos; Jack Oakie, el colegial jocoso y sentimental; Edward Everett Horton, tímido y vacilante, y “robador” de muchas películas: Chester Conklin, con sus anteojos en la punta de la nariz; y Joe E. Brown, con su gran bocaza. A la izquierda, Groucho Marx, líder del célebre cuarteto de hermanos, y maestro del retruécano y del gesto gracioso. Artistas geniales, todos ellos.