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una vida oscura y rutinaria.
Si no fuera lo que soy, y en
lugar de Hollywood, con su resplandor quizás ficticio y sus eternas promesas, tuviera que contentarme con ser una madre de familia más o menos recomendable, la vida me parecería insoportable.” Así se expresa Karen Morley. Es una rubia, de brillante personalidad, de exquisitas cualidades y una de las actrices más requeridas en el cine. Nació en lowa, un estado norteamericano. No hace muchos años se ganaba la vida pintando escenarios, disponiendo bambalinas y colaborando en la sincronización de sonidos para las
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tablas en el teatro mejor de Pasadena. Su extraordinaria complacencia ante el éxito, la satisfacción con que acaricia su propia realidad y admite que no la cambiaría por nada en el mundo, se deben probablemente a que luchó varonilmente antes de triunfar y a que es una mujer adornada por dos cualidades poco comunes: inteligencia sentimental y delicada, belleza casi perfecta.
Norma Shearer nació para conquistar el galardón de un destino excepcional. Se le acusa tal vez de ser demasiado calculadora, lo cual es una imputación a la mujer norteamericana de los últimos años en general. Norma luchó también y al través de vicisitudes subió al solio cinemático. Norma es trabajadora, cuidadosa y sumamente exigente en ciertos detalles no del todo triviales.
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Hablando de estrellas, no podemos dejar de mencionar a Karen Morley, de MGM, de quien habla el autor de este artículo. Abajo, la pareja Isabel Jewell y Lee Tracy, muy amartelada pareja de artistas del cinema, cuya boda es casi cierta.
Norma cree sinceramente en Hollywood. Vive un género de vida que concuerda con su profesión. Se acuesta a menudo temprano. Es sumamente regular en sus hábitos e inclinaciones. Ama la carrera cinematográfica por sobre todas las cosas y dice:
“El mundo, al menos para mí, cabe todo en los linderos de Hollywood, Hollywood en los linderos de los estudios de cine y los estudios de cine en el círculo de la lente cinematográfica.”
Entre los actores jóvenes de la pantalla, pocos encuentran en su carrera artística, en sus ambiciones e ideales, la intensa satisfacción que Douglas Fairbanks, Jr. Es uno de los fanáticos del cinema
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