Cinelandia (May 1934)

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50 La gentil Shirley Ross acaba de ser contratada por MGM, no sólo por su belleza sino por ser una cantante y bailarina de grandes posibilidades. Dicen que los motivos privados no son otros que su matrimonio con el actor alemán Willy Fritsch, con quien según algunos Miss Harvey se casó secretamente antes de partir para Hollywood. De acuerdo con Tala Birell, es una gran suerte trabajar para el cinema. Para ella a lo menos es uno de los motivos de felicidad más grandes que puede una mujer hallar en la vida. Además... “Es tan agradable leer muchas historia sobre uno en las revistas. Reirse ante las interpretaciones erróneas y saborear la habilidad de uno que otro periodista, que con nuestras respuestas imprecisas hilvana una buena historia. Tengo, además, otro motivo para adorar la carrera cinematográfica. En el teatro, donde trabajé por mucho tiempo representa cada aplauso un esfuerzo enorme. En el cine no recibe uno aplausos sino cartas. Y una carta significa infinitamente más. ... ” “El actor término. medio sufre amargamente las consecuencias de querer ser famoso. Y se arrepiente demasiado tarde. Yo por lo que me toca tengo un deseo intenso de tran quilidad, paz, reposo. Me agradaría vivir en un rancho, lejos de Hollywood, yo y mi mujer solamente y que nadie en el mundo supiera donde vivimos. Muchos se van de Hollywod, huyen, se esconden llevados solamente de su deseo de publicidad. Afortunadamente no es ese el caso mío. Cuando decida realmente terminar mi carrera, lo haré sin preocuparme de lo que diga la gente. Me marcharé a Bombay, a Nueva York, a París, a donde se me meta en la cabeza. Pero lo haré para no regresar.” Estas palabras terminantes proceden de los labios enérgicos y firmes de Richard Dix, uno de los más varoniles tipos de la pantalla. Y las declaraciones de Mr. Dix merecen ser transcritas íntegramente por ser de sumo interés. Continúa: “Yo no sé cuando me retiraré del cinema. No lo sé porque soy un hombre que cree en la espontaneidad y en el instinto. Es preciso adivinar el momento preciso cuando un nuevo capítulo se abre en el libro de nuestra vida y hay que vivirlo sin protestas y sin amarguras. El cinema, Hollywood, todo este mundo ficticio que rodea a la estrella de cine es un paréntesis maravilloso en el torrente monótono de la vida. Los que todavía conservamos el seso sabemos que tarde o temprano se cierra el paréntesis. Y es una gran felicidad. Nadie puede resistir lo artificial para siempre. El hombre en mi concepto necesita para CINELANDIA, MAYO, 1934 vivir, del hálito de la tierra, de la sencillez de la vida tal y como fluía en la superficie del mundo hace quinientos mil años. El hombre y la naturaleza. Y en verdad que el lugar favorito para mi retiro será un rancho. No hay hombre por fuerte y saludable que pueda resistir una vida entera en salones, en ropa de etiqueta, en bailes o en sets de cine. Es preciso respirar el aire, volverse primitivo, disfrutar con-la misma sencilla intención que un Don Juan Cualquiera la frescura del césped, el aroma de las flores, la atmósfera nítida del campo.” Y el hombre que hace estas apreciaciones sobre Hollywood, el hombre que cree que el cine ha sido en su vida única y exclusivamente un episodio, es uno de los actores que más larga vida han tenido en la pantalla. Si para él Hollywood es tan sólo un capítulo, precisa reconocer que es un capítulo bastante largo y ameno. LO QUE GANAN ... (viene de la página 15) 1 alguna, pero es preciso advertir una serie de razones que lo explican. En primer lugar es posiblemente la única industria artística en la cual se necesita el factor humano para presentar la mercadería. Siendo arte industrializado, el cine, yendo más lejos en el campo comercial que la pintura, la música o la literatura, necesita decididamente de determinadas personalidades que actúen frente a la pantalla lo que una infinidad de factores hi materiales o espirituales han venido preparando. El astro o la estrella de cine ganan más cuando llegan a alcanzar cierto prestigio, porque sus nombres defienden o hacen posible el éxito de una cinta que otros artistas no sabrían defender y porque, colocados en un anuncio de propaganda, son suficientes aún antes de conocer los méritos de la película, para que un grupo de empresarios paguen una suma determinada por el derecho a ser | los primeros en exhibir esa cinta en su te-. rritorio. Ningún productor cinematográfico h obsequia su dinero a los artistas, pues todos ellos poseen porcentaje en las utilidades y pagando altos sueldos sin razón alguna, casfi tigarían sus propios intereses; pero sí saben que vale más pagar cien mil dólares por una cinta a un actor cuyo nombre hará vender la película en un millón, que diez mil a otro fl cuya cinta obtendría apenas cien mil. El empresario que se interesa por adquirir la producción de los estudios se preocupa muy raras veces del valor del tema utilizado en cada película, o del nombre del autor o del prestigio del título de la novela llevada a la pantalla. Le interesa muchísimo más el nombre o los nombres de los artistas y paga el precio que el productor pide según sea la fama de aquellos. Porque sabe que a su vez cuando el público lee el diario de la mañana | para ver qué películas se exhiben aquel día, | suele algunas veces interesarse por un tema | determinado, pero mucho más a menudo va | a ver aquellas cintas en que actúan intér$ pretes famosos y con quienes simpatiza. Es | un espejismo muy semejante al de otras artes no tan industrializadas. Si se mos advierte que vamos a entrar a un museo en donde veremos un cuadro de Rembrandt o de Velázquez, nos preparamos a ver algo muy bueno, aunque no lo entendamos mucho y siempre, en cualquiera de aquellas actividades, estamos mejor dispuestos a seguir admirando la obra del ya consa-= grado que atrevernos a considerar la del principiante tan genial como la de aquellos. Yo soy un convencido que, de no haber es