Cinelandia (September 1934)

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S0 Helen Vinson toma lecciones de ballestería bajo la competente dirección de Gene Raymond. Ambos son artistas de reconocido mérito. puesto entre sus intérpretes. Tiene todas las condiciones: intensidad dramática, simplicidad cuando es necesario, humana comprensión. Le falta posiblemente, figura. Es demasiado sencillo, casi campesino en su aspecto. Y eso aumenta su mérito, porque no poseyendo el “corte” teatral de líneas de un John Barrymore, ha hecho interpretaciones geniales, de todos los tipos posibles, en mayor abundancia y mejor que intérprete alguno del cine norteamericano. Edward G. Robinson en “Little Cesar,” y James Cagney en “The Public Enemy,” se ganaron la simpatía popular con el dinamismo de sus interpretaciones. El triunfo rápido de ambos que les mantuvo en cartel durante un par de años ha venido a dañarles ahora, porque no hay insistencia que no canse y tanto uno como otro han venido insistiendo en pintar de una misma manera todos los personajes que interpretan. Robinson, más hábil, ha variado en sus últimas cintas dándonos tipos más profundos, más dramáticos, con cierta calma interior y cierta comprensión humana que él sabe imprimir con mucha sinceridad. Cagney, en cambio, continúa haciendo mu chachos vulgares y dinámicos, exagerando el acento neoyorquino de su pronunciación. Y podríamos pronosticarle una carrera de no muy larga vida, a no ser que decida volver a la tierra y hacer algo un poco más intenso, sobre todo cuando posee amplias condiciones para ello. : Richard Cromwell, un niño estudiante de Long Beach, elegido por selección pública, resultó de la noche a la mañana un actor formidable al interpretar al protagonista de “Tolerable David,” filmada por la Columbia, el mismo tema que hiciese famoso hace muchos años a Richard Barthelmess. Cromwell posee una dulzura infantil que sigue explotando con éxito y que, en él, es absolutamente sincera. Ha tenido la habilidad de no marearse con el triunfo y de seguir siendo simple y natural en todas sus películas. Y ayudado por una figura física muy agradable, va escalando: mejores sitios. Necesita ahora sólo un buen tema y un mejor director para dejar la categoría de adolescente y entrar en la de galán. El caso de Katharine Hepburn es uno de los más interesantes de los últimos dos años. Actriz de teatro de relativo prestigio, alguien tuvo la indudable habilidad de ver en ella una posible gran actriz de cine. Posiblemente se pensó que su parecido con Greta Garbo sería suficiente para realizar un pingúe negocio. Pero había en ella algo más que eso. Y aunque las comparaciones CINELANDIA, SEPTIEMBRE, 1934 resulten siempre amargas, como intérprete dramática y clásica, la Hepburn está por encima de la estrella sueca, aunque la atracción espiritual que esta última posee sea inimitable e incomparable. : Katharine Hepburn tiene, además, una atracción tan grande, un “angel” tan definitivo, que aquel que se interesa por ella no sólo la admira como actriz sino que termina por encontrarla bonita, aunque esté muy lejos de serlo. Katharine Hepburn es, a mi juicio, el descubrimiento más importante que ha hecho el cine norteamericano durante los dos últimos años y es lástima que ciertos excesos y exageraciones de propaganda la estén rodeando de una atmósfera artificial que podría dañarla. Sería mejor, en el caso de una actriz de su talla, que nada se dijese de ella ni de su vida privada. Que no se comentase si viaja, si va o viene, si se niega a ver a los periodistas O si hace vida misántropa como la Garbo. Sería mejor, simplemente, que supiésemos de ella en el instante en que comienza a exhibirse una de sus películas. Porque la Hepburn posee un encanto casi etéreo que no se aviene con las notas prosaicas de una propaganda organizada. Dorothea Wieck, la estrella alemana de “Maedchen in Uniform,” es otro caso típico de triunfo a primera vista. Hubo quien la consideró la actriz más grande del momen| to a raíz de su aparición en aquella pelícu| la. Hubo error, sin embargo. Dorothea Wieck es una buena actriz, apenas sobria, de figura físicamente muy interesante, pero de cualidades interpretativas muy discutibles. Su labor casi insignificante en “Cradle Song” y menos brillante aún en “Miss Fane's Baby Is Stolen,” prueban que eran exagerados los conceptos de la crítica. Ahora, no renovado su contrato con la empresa Paramount, Dorothea Wieck vuelve a Berlín, posiblemente a caer en el olvido hasta que algún buen director y un mejor tema le den algún nuevo chispazo de gloria. El caso de Jan Kiepura es también semejante. No muy fotogénico, aunque de simpática personalidad, su aparición en “Be Mine Tonight” le hizo el ídolo de todos los públicos. No se ha vuelto a hablar de él y casi podría apostar que, por muchos esfuerzos que se hagan, no volveremos a verle en nada tan interesante como en aquella cinta. El éxito de Baxter Warner Baxter, que vegetaba alrededor de los estudios, sin gran éxito, colocó su nombre entre los más famosos a raíz de una espléndida ocasión interpretativa, en “In Old Arizona.” Al Jolson, popular como cantante de vaudeville, tuvo la suerte de ser | elegido para la primera cinta vitafónica, “The Jazz Singer,” con un tema tan dolorosamente sentimental que fué suficiente para dar al astro una popularidad inusitada. | Marlene Dietrich provocó entusiasmo al aparecer en “Blue Angel,” debido sobre todo al extraño misterio de su figura ultrafemenina, aunque de dotes histriónicas muy discutibles. Paul Muni, el actor más formidable del cine norteamericano necesitó apenas de una película, pero de una película tan grande como “Scarface.” Para convertirse en ídolo popular, Mae West mostró su complicada personalidad de demi mondaine en “Born to Sin” e interesó, inmediatamente, a los públicos masculinos, si bien su triunfo ha sido un poco esporádico y ahora la volveremos a ver.en su más reciente film “It Ain't No Sin.” Maurice Chevalier cantó en “Innocents of Paris,” e inmediatamente tuvo al mundo entero a su