Cinelandia (January 1935)

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46 El fotógrafo imprudente sorprende a un grupo de coristas de “College Rhythm,” detrás de bastidores, preparándose el maquillaje para la próxima escena de este film de Paramount. principesca retirada por entero del cine. Jackie Coogan, o mejor dicho su padre, fué un hábil financiero. El dinero ganado en sus primeras películas se invirtió en forma tan hábil en acciones de minas de carbón y en propiedades de arriendo en Los Angeles, que hoy día el pibe posee más de un millón de dolares, del que disfrutará cuando llegue a su mayor edad. Eugene O'Brien, Irene Vernon Castle, Mary Miles Minter—que posee en Hollywood un gran establecimiento de lavandería mecánica, instalado con el dinero ganado en el cine—, Conrad Nagel y Antonio Moreno— que aunque no retirados del todo apenas si hacen apariciones esporádicas en la pantalla—son artistas que tuvieron la habilidad suficiente y la tranquilidad de espíritu, tan difícil cuando se actúa en medio de un ambiente desenfrenado, para ahorrar e invertir esos ahorros en otros negocios que les aseguraban una entrada cuando terminase para ellos la carrera cinematográfica. Pero en los tiempos modernos, las cosas han cambiado. El cine hablado ha traído consigo la necesidad de elementos de mayor valía espiritual. Ya mo basta un perfil bonito, hay que tener una personalidad interior que significa casi siempre una vida cultivada o una larga experiencia teatral. En los Estados Unidos, los elementos de la farándula tienen una preparación pedagógica muy '" superior a la de iguales elementos en nuestros países. La profesión de artista de las tablas no es en absoluto denigrante ni despreciada, como lo ha sido por desgracia entre los elementos de cierta alcurnia de nuestra raza; y por lo tanto, aquí se dedican a ella muchachos y mujeres salidos de las universidades. Ese es el elemento que forma ahora la vanguardia estelar de Hollywood: hombres y mujeres que están preparados para triunfar sin marearse y para colocar sus dólares en buenas manos, en inversiones financieras en vez de mantenerlos en un cajón de la casa para irlos consumiendo en fiestas interminables. La vida fastuosa de Hollywood no les marea hasta el extremo de hacerles vivir al día, gastando semana a semana todo lo que ganan. Con algunas excepciones, todos ellos son propietarios deresidencias que representan una inversión cuantiosa y en muchos casos realizan operaciones bursátiles o comerciales con los fondos que en exceso reciben por su labor en la pantalla. No es posible imaginar que un Fredric March, o una Norma Shearer, o un Frank Morgan, tengan los cascos tan volados hasta el grado de consumir todo el dinero ganado. Son, en su vida privada, burgueses de existencia normal, que aprovechan la situación espléndida obtenida para darse mayores luJos que el resto de sus semejantes, pero dejando siempre aparte una suma que les asegure para más tarde una existencia tranquila. A pesar de los muchos divorcios que siempre atacan como una plaga a la colonia fílmica de Hollywood, hay aún muchos hogares en que los hijos crecen en medio de una existencia agradable, instruyéndose para ser más tarde, en vez de miembros de | CINELANDIA, ENERO, 1935 la farándula cinesca, ingenieros, abogados y médicos, todo eso con el dinero que sw padres ganan como artistas de la pantalla, Puede pues asegurarse que en la actua generación de estrellas y astros, hemos di verles seguramente retirarse de la vida activa con fortuna suficiente para lleva; una existencia regalada, reflejo de aquell: fastuosa y casi principesca querealizar mientras permanecen en el favor popular. THE GAY DIVORCEE (viene de la página 15) Egbert busca su cartera. Se registra nervio: samente los bolsillos: no la tiene. —Debido a la prisa con que me vestí en el tren, debo haber dejado la cartera en otro traje—exclama el abogado. Guy sonrie. —¡Qué harías sin mí, Egbert!—se apre sura a decir el bailarín, pretextando dis gusto. Pero su expresión cambia también al darse cuenta de que no lleva la cartera consigo. La situación es bochornosa. El propietario se acerca. Los dos amigos explican: se trata de dos personalidades. El uno, hijo de uno de los abogados más famosos de Inglaterra; el otro, un famoso bailarín. El propietario no se siente satisfecho. De pronto, Egbert tiene una idea genial: que Guy pruebe que es en realidad un gran bailarín: —Anda,—le dice—y baila un minueto 0 una polka. Y ante la insistencia, Guy se va al centro del cabaret, comenzando a bailar uno de sus típicos números de zapateo norteamericano, con tal maestría, que se conquista la admira: ción del público. El propietario, entusias mado con el éxito, rompe la cuenta. En ese instante Egbert descubre que llevaba la cartera en uno de los bolsillos. . ... Los dos amigos han llegado a Inglaterra. En las oficinas de la Aduana, y mientras revisan sendos equipajes, Egbert recibe un telegrama. Le pide a Guy que se lo lea. —Es de tu padre—le dice. Y comienza 4 leer—. “Salgo hoy para Escocia. Punto. Haste cargo oficina durante mi ausencia. Punto 0.” —¿Ves,—se apresura a interrumpir Eg:bert—mi padre deja todo en mis manos. ... Pero no debe hacer nada... —Un momento,—contesta Guy—que aún no he terminado: “ ... Pero no hagas absolutamente nada.” La expresión de molestia de Egbert es visible. La conversación se interrumpe. Uno de los empleados se acerca al inspector que revisa los baúles de los viajeros. —Perdone, Inspector, —dice—¿ podría ve: nir conmigo a la sección “D”? Hay allí una dama que no puedo entenderla. Se ha olvi: dado de todo, menos de su nombre. ... El inspector pide excusas y ambos se retiran. En otro extremo, la dama aludida espera impaciente. Ha quedado de encontrarse alli con su sobrina, pero ésta no aparece. El inspector se acerca: —Soy el Inspector General. que declarar? —i¡ Por supuesto que sí!—contesta la dama —Quiero declarar que esto es un abuso de confianza. Este hombre quiere registrar todos mis baúles después que he demorado horas en empaquetar tan cuidadosamente las cosas que he comprado. Pasan algunos minutos. De pronto aparece ¿Tiene algo