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—De una de mis últimas comedias musicales.
—¿Te importa si la uso? Me puede ser útil.
Egbert se siente feliz. Sus planes comienzan a desarrollarse perfectamente. A la hora indicada llega Rudolfo Tonetti, el hombre que deberá estar en el cuarto de Mimí para cuando, a la mañana siguiente, sean ambos descubiertos por los detectives. Y le dice que busque a Mimí, repitiendo el siguiente santo y seña: “Oportunidad es el nombre que los tontos dan a la fatalidad.”
El encuentro de Mimí y Guy no se hace esperar. Mientras la joven y su tía almuerzan en la terraza del hotel, el bailarín la descubre desde lo alto de un balcón. Guy no puede contenerse:
—¡ Mimi!
Y comienza una carrera desenfrenada. Mimí trata de escabullirse, pero Guy logra alcanzarla.
—Mimí,—le dice en tono suplicante—he andado buscándola por todas partes... .
—¿Qué está usted haciendo aquí?—pregunta Mimí.
—Lo mismo que usted. ....
—¿Qué dice? ...
De paseo con su tía
Guy se acerca a Mimí amorosamente. Y aprovechando los acordes de la orquesta, le canta una canción. Una vez que termina, Guy vuelve a insistir:
—Aún no me ha dicho qué está usted haciendo aquí. ...
—Estoy de paseo con mi tía.
—¡ Vaya qué coincidencia! Yo estoy también con mi “tía.” Mi tía Egbert. ...
—¿Egbert?
—Sí, Egbert Fitzgerald. Un amigo mío que es abogado. Estamos aquí trabajando en un “caso”.
Mimí se siente desilusionada. Ese hombre por quien sentía indudable simpatía, resultaba ser nada menos que “la tercera per
sona” que debería “plantarse” en su cuarto
para conseguir el divorcio. Su actitud cambia repentinamente.
Guy, que no acierta a comprender la actitud de Mimí, sonríe:
—¿No va usted a darse por vencida? Cuando dos personas están destinadas la una para la otra, como nosotros, es inútil contenerse ....
—¿Cree usted en esa clase de destino?
—Por supuesto que sí. En estos casos no hay tal cosa que se llame oportunidad. ¡Oportunidad es el nombre que los tontos dan a la fatalidad!
Al oir la frase Mimí, convencida, no puede contenerse:
—¡Usted ... !
Guy vuelve a sonreir. o decir.
—¿Yo . . . ? Por supuesto que yo soy.
—Usted es el hombre que he estado esperando. Esta noche mos encontraremos en mi habitación, a medianoche. El número de mi cuarto es 216.
Guy queda con una expresión de sorpresa. La muchacha de sus sueños le ha dado una cita .. . a medianoche ... en su cuarto...
Aquella noche, a la hora determinada, Guy se dirige a la habitación de Mimí. Cerca de la entrada se encuentra con la tía Hortense, -a quien no conoce. Esta no le presta atención. Guy se decide a entrar. El encuentro es frío. La actitud de la muchacha le resulta inexplicable. Guy trata de hacer conversación:
—Se ve encantadora con esa negligée—le dice.
—No se acerque—le dice—haremos esto de la manera más discreta posible.
Entre tanto, el pobre Tonetti busca a su dama por cielo y tierra, repitiendo ante cada dama con que se encuentra el santo y seña convenido. Hasta la tía Hortense es detenida por Tonetti. Es entonces cuando comienza ésta a darse cuenta de lo ocurrido. El hombre que penetró en la habitación no era el convenido. Y decide ir a contarle a Egbert.
La situación se aclara más tarde, explicando Mimí a Guy su gran error. deciden seguir adelante con la comedia. Pe
¡Usted 1 No sabe qué hacer
Una buena bicicleta en perfectas condiciones es tan buena como un caballo para hacer
ejercicio al aire libre.
Estos aficionados son George Murphy y Nancy Carroll, artistas de
Columbia, pasando una temporada en Palm Springs, en California.
Y todos :
CINELANDIA, ENERO, 1935
ro Egbert ha olvidado dar órdenes a loy detectives para que vengan a la mañana si. guiente y decide regresar a Londres perso. nalmente a fin de encargarse del asunto Tonetti, por su parte, impide que la pareja salga de la habitación, pero éstos logran ausentarse por algunas horas para ir a reu. nirse con los que en el salón del hotel bai. lan al compás de la canción “Continental” que está de moda. |
A la mañana siguiente Egbert y Hortense llegan con la gran noticia: en vez de traer detectives han traído nada menos que al marido. Llegado el momento convenido, Rupert Glossop penetra en la habitación y encuentra a su mujer en los brazos de otro: hombre. Pero no se inmuta. No cree que su esposa pueda estar en amores con un tipo. que, como Tonetti, parece más bien un mani-. quí. Mimí, herida en sus sentimientos, lla-. ma a Guy, a quien le pide que la bese en presencia de su marido.
Mimí, desesperada, pide su divorcio, pero Rupert contesta negativamente. En ese momento la aparición del mozo logra aclarar la situación. El geólogo era un hombre casado, cuya esposa, una francesita, había conocido aquel anteriormente. El esposo, al verse perdido, abandona rápidamente la habitación. Guy y Mimí se miran felices, Momentos más tarde, Egbert y Hortense llegan allí. Al preguntarle el abogado si todo se había arreglado satisfactoriamente, Guy le contesta:
—Te presento a la futura señora Holton,
RENDEZVOUS ...
(viene de la página 23)
verdadera fruición a los placeres de epicúreo, En Gotham se venden los más exquisitos caviares, las cervezas europeas, los jamones, los antipastos y los bocadillos traídos de allende los mares. En las mañanas de sol, no muy lejos del Boulevard, “Vendome” está dispuesto a satisfacer con su cocina de luxe a los más exigentes. Allí van las estrellas en gran cantidad y los precios están de acuerdo con las circunstancias.
Por la noche, cuando las brisas frescas 0 los vientos gélidos descienden de las colinas, Hollywood ofrece un espectáculo poco seductor. Los lugares de diversión están en su mayoría retirados. El Hotel Roosevelt que era un lugar concurridísimo, ha perdido mucho de su interés. Montmartre quebró y el nuevo espectáculo que ocupa su lugar no se le equipara en popularidad.
Es preciso hacer un viaje de cuatro millas al más lujoso barrio de Los Angeles y en el edificio jardín del Hotel Ambassador pasar los umbrales del Cocoanut Grove, el célebre huerto de los cocoteros, y en el cabaret unique de Los Angeles encontraremos todas las noches estrellas y luminarias de la industria cinematográfica.
La orquesta no tiene, por lo general, rival en Hollywood. Las luces entornan sus pupilas irizadas, en el pavimento suavísimo se arrastran los tacones dorados y plateados de las damiselas. Bette Davis, toda vestida de terciopelo rojo, baila con su esposo. Ernst Lubitsch divaga con sonrisa diabólica entre los deliquios de la danza y la copa de cristal llena de sabroso hkighball. Lloyd Pantages, el hijo del millonario griego, ojea con cara de presunción infinita a las parejas que bailan. Y en otras mesas sonríen satisfechos Winfield Sheehan, Frank Morgan, Jackie Coogan con Toby Wing, la pareja más joven de Hollywood, etc.
A las doce de la noche la orquesta adquiere un ritmo más vivo aún. El ring de