Cinelandia (April 1935)

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La vida de Jean Harlow está repleta de emociones y sucesos sensacionales. Por eso es ella una de las personalidades de la pantalla más explotadas por la prensa mundial, ávida de noticias emocionantes. A VIDA de Jean Harlow es como un fogonazo de magnesio. En la senda extraordinaria de su carrera cinemá:tica, la gloria fué repentinamente lluvia de oro que a veces se convirtiera en chubasco de lágrimas que humedecieran las mejillas de la beldad irresistible de cabello platinado y modales de modistilla. Miss Barbara Brown, exsecretaria y amiga íntima de Jean, me hizo la siguiente confesión según ella absolutamente cierta: —Jean es una buena muchacha. Los papeles que ha caracterizado en la pantalla y su figura exótica, predisponen al público al juzgar sus cualidades morales. En su vida privada, la mala suerte, la publicidad desfavorable, la han deombiaado a menudo. Todavía es hora de preguntarnos: Pero ¿es la verdadera Jean Harlow una muchacha cohibida amante de la virtud, una equilibrada mental víctima del infortunio de la popularidad ? ¿Es la joven tórrida de mirada provocadora, protagonista de tragedias, peligrosamente responsable y sellada por el fuego de todos los de seos, tan sólo la invención de periodistas ansiosos de publicidad ? Escuchemos la versión de sus propias aventuras tal y como brota de los labios de Jean, que debía quejarse amargamente de las injusticias del mundo que la rodea, pero que lo acepta todo filosóficamente. —Desde luego, yo he nacido bajo una estrella funesta que me condena a vivir para siempre en boca de murmuradores y chismosos. Inesperadamente he sido víctima de acontecimientos desgraciados que le pueden ocurrir a cualquier cuando menos lo piensa. Desde entonces y aún antes, muchos diarios se concentraron en mí como en una víctima facil. Muchísimas cosas y sucesos de mi vida han sido transformados para convertirlos en ocurrencias sensacionales a ojos del público. 16 A LUIS MONTERO Hay que tener en cuenta que, desde ante de la muerte de Paul Bern, Jean ya había llenado repetidas veces los títulos de la periódicos. La unión matrimonial de Pal Bern, hombre de mediana edad, bondados más bien melancólico, y Jean Harlow, pr totipo del materialismo y encarnación no lesca de pasiones violentas, era un acontt cimiento inesperado, insospechable, que dab a los plumistas incansables una oportunida de dar rienda suelta a su sed de lo sent cional. OS amigos de Jean declaran quel matrimonio con Paul Bern obedeció los deseos que tenía la estrella de edificaf una vida intima sólida, algo que oponel! torrente difamador que amenazaba naul gar su carrera apenas iniciada. —Jean es una buena muchacha . . +? merece lo que le pasa. Cuando la tragedia de Paul Bern cayó el olvido, el sensacionalismo no soltó des garras a Jean Harlow. Se puede decir ql de las mismas cenizas de su pimer fract brotó la segunda (va ala página ”