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CINELANDIA, ABRIL, 1935
—La dignidad no da de comer, muchacho —agregó sonriendo el maestro. -_—Agradezco tanta bondad—volvió a repetir Enrico—pero no puedo aceptar. —Y haciendo una venia, añadió: —Adiós, señora, adiós maestro . . . : El profesor y Teresa se le quedaron mi
rando: —Me gusta ese muchacho . . . hay algo enél .. . ¿No cree usted ?
—Para mí, nada más que una bella voz . . Pero es un tonto,
—Tonto, en este caso, quiere decir un caballero. Yo le ayudaré. ¿Dónde podría ver a Fortuni, ese amigo suyo?
—Creo que lo conozco. ¿Qué va usted a hacer? ;
—Pedirle que le preste a Enrico todo el dinero que necesite sin que él se entere que soy yo quien se lo proporciona. Bien sencillo .....
—Es ridículo que usted se preocupe tanto de ese pobre diablo ....
—Me preocupé de otros que valían menos. No todos los días se encuentra un diablo con una voz de ángel. .
—Ni un ángel que a veces hace diabluras —comentó maliciosamente el maestro.
—¿Es diablura ayudar a un pobre?
—Si el pobre es joven y canta, es peligroso. Creáme a mí... :
La estratagema de Teresa dió espléndidos resultados. Enrico comenzó a estudiar bajo la dirección del maestro Rubini. Su grado de perfección había llegado a tal punto que
y la fecha de su début se aproximaba rápidamente,
Llega su hora de triunfo
Por fin llegó el día ansiado. Los días anteriores a él, la prenmsa—con ayuda de Teresa, que ya no ocultaba su pasión por el muchacho—le había dado gran importancia y se esperaba que la presentación iba a constituir un verdadero acontecimiento. —Todo el mundo va a envidiarnos por haber descubierto a Enrico—comentaba Te-—tesa platicando con Eduardo mientras leían . los comentarios de la prensa. Enrico no cabía en sí de felicidad. Se ercaba su hora de triunfo. Aquella tarde
rtuni. Y allí se enteraba de uno de los Ss amargos comentarios sobre su persona: Ne era sostenido por Teresa y que la ayuda Fortuni era un simple cuento. Indignado é a entrevistarse con la supuesta bienheOra para descubrir la verdad. ,*ero para Teresa fué fácil convencerlo de que no era verdad. Y aún más, encontrándose ambos solos en el salón, ella no A Pudo contener su pasión y se acercó al muMacho besándolo amorosamente. —¡Bien, muy bien ... ! ad Eduardo de Martino que entraba de úIpresa a la habitación y descubría a la Pareja, Tratando de contenerse, se conetó a decir: _T¿De modo que éste es el descubrimiento ne tanto estuvimos hablando, eh... ? FICO ho encontró palabras con qué resEI. ¡Aquel tenía toda la razón! Si no += ; Ea q por él, aún andaría vagando por uelles de Nápoles. Teresa, conmovida 331 interesada por el muchacho, se acercó
dh
No importa, Enrico. 48 UN gran triunfo... Cantante quiero triunfar así—contestó el e Ea ny Preciativamente. yd sin decir
aro A Más, se retiró de la habitación. de Moae a la hora del début. La mente a con > parecia completamente atur6. S sucesos que acababan de ocuNe £SEsperado, anunció a los empresarios
Esta noche ten
se encaminó hacia el pequeño café a ver a.
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que no cantaría esa noche. ¡No volvería a cantar más en su vida! Cuando regresó a su habitación, se encontraba con otra amarga noticia: María le telegrafiaba diciéndole que su madre estaba moribunda y le pedía que regresase a su lado.
¡Qué hacer? Los minutos que vivió en esos instantes fueron de cruel sufrimiento. ¡Sí, cantaría, siempre que le pagasen anticipadamente para partir esa misma noche para Nápoles! Los empresarios. se llevaron las manos a la cabeza. ¿Desde cuando iban a pagar por adelantado en una función de début? Pero ya era demasiado tarde y tuvieron que aceptar.
Llegó la hora del début. Los dos empresarios, nerviosísimos con los últimos acontecimientos, decidieron irse a un bar cercano al teatro a esperar los resultados de la presentación de Enrico Daspuro.
Eran cerca de las nueve y media de la noche. Mientras bebían sendas copitas de licor, un mensajero entró como un rayo con una expresión lívida.
—El bajo desafinó desde el principio hasta el final de su aria ... !
Y tan rápido como llegó, desapareció. Los dos empresarios se miraron. Quince minu
tos más tarde regresaba el mensajero. Apenas respiraba: —Silbaron a .. . la soprano . . . y a los
de la galería no les gusta el barítono . ...
—¡ Menos mal que no saben donde estamos!—comentó uno de los empresarios excitadamente. En seguida le dijo al mensajero:
—¡ Vete, vete y tráenos más noticias!
Más tarde volvía. Venía transpirando...
—;¡ Es terrible ... ! ¡Es fenomenal ...! ¡Es colosal . . . !
—¿Qué pasa ... ? las butacas?
—i¡No .. . Daspuro . ... el tenor es soberbio . . . grandioso ...!
Tal como lo había proyectado, Enrico lo había realizado. Apenas terminada la función había tomado el primer tren para Nápoles. El pensamiento de llegar al lado de su madre demasiado tarde lo hacía sufrir.
—¡Madre, madre mía!
Fueron sus primeras palabras cuando llegó junto al lecho de la enferma. Al reconocer la madre la voz del hijo querido, abrió levemente los ojos y una sonrisa se dibujó en sus labios. Junto a la cama, el doctor, el padre y María observaban atentamente. Parecía como que el regreso del muchacho la había vuelto a la vida ....
Instantes más tarde llegaba Fortuni acompañado de los dos empresarios. El éxito del muchacho había sido sensacional. Por eso venían a ofrecerle un magnífico contrato.
—¡No . .. no volveré a cantar!
El padre miró hacia el lecho y tomando
¿Están rompiendo
Cuando escriba a los anunciantes, mencione CINELANDIA.