Cinelandia (April 1935)

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44 mesa de operaciones. Un momento antes el Dr. Cornish le había quitado la vida mediante una fuerte dosis de éter. Numerosos médicos que presenciaban la operación comprobaron el hecho. La escena, sin embargo, fué tan violenta, que un cameraman solicitó ser relevado de su puesto y una muchacha estenógrafa perdió el conocimiento. Vino entonces la filmación de la escena de la resurrección. El médico inhalaba el oxígeno, lanzándolo en seguida con las pulsaciones de una respiración normal, dentro del hocico del perro, mientras otro médico realizaba una transfusión rápida de sangre y colocaba una inyección de suero vivificador. Unos minutos más tarde se advertía un leve movimiento en el pecho del animal. El movimiento, que la cámara registró de cerca, fué aumentando hasta convertirse en la palpitación normal del corazón. El perro había recobrado la vida totalmente. El Lázaro MI vive feliz Actualmente, Lázaro III vive feliz en los estudios de Universal, ignorante, posiblemente, del extraño y trascendental experimento del que fué héroe, mientras en Berkeley el Dr. Cornish mantiene junto a él a Lázaro II, el perro en el cual hizo su primer experimento. Y la fantasía popular, que siempre teje fábulas alrededor de los misterios de la ciencia, asegura que los demás perros ya no se acercan a estos animales vueltos a la vida y cuya alma ha sido creada artificialmente . . . Más aún, se dice que aquellas personas que los acarician no consiguen en seguida que ningún otro perro se acerque a ellas... Y allí está, entre tanto, en Berkeley, encerrado de nuevo en su laboratorio, el Dr. Cornish, con una sola meta ante sí, que tanto puede demorar semanas, como meses o años: la de resucitar seres humanos muertos por accidente o por enfermedades que no hayan alcanzado a destruir un órgano vital. Mientras la película, que se titula “Life Returns,” irá por todas partes mostrando uno de los experimentos científicos más grandes realizados desde que el mundo es mundo, posiblemente la conquista que más ha de satisfacer nuestros sentimientos, ya que todas las maravillas de esta edad mecánica no han podido apagar en nosotros nuestro afecto por aquellos que nos rodean y cuyas vidas deseamos alargar hasta donde humanamente sea posible. CUANDO GARBO ... (viene de la página 25) o de Mae West o de Marlene Dietrich, el estudio se encarga, disimuladamente, de lanzar a los cuatro vientos todo lo que conviene decir. Y las revistas y los diarios cinematográficos rechazan aquello que suena a publicidad pura y extractan lo más interesante, teniendo, además, sus propios scouts que viven alrededor de los estudios para recoger informaciones fidedignas, no desfiguradas por el visto bueno oficial de los jefes de las empresas. Con toda artista la prensa se hace de rogar. Con la Garbo ocurre otra cosa distinta: se pide y se busca todo lo que sea posible saber de ella. El sistema es viejo como el mundo: el hombre rechaza aquello que tiene en exceso y se interesa por aquello otro que se le escatima. Greta Garbo tiene la mejor propaganda: no tener propaganda. Lo que no quiere decir que no valga mucho. Una estrella sin importancia, dejada en la situación de misterio en que se deja a Greta Garbo, pasaría al olvido. Así les ha pasado a algunas que queriendo imitar a la estrella sueca, se han encerrado en sus casas, negándose a permitir que se hable de ellas y encontrándose el mejor de los días con que el público y estudios las han olvidado. Irreverentemente, el caso de la Garbo podría compararse con el del Papa o el de Al Capone. Se sabe tan poco de ambos, que todo lo que se cuente—inventado casi siempre—resulta interesante. Y es que, además, todos ellos deben ser en privado, perfecta y hasta vulgarmente humanos y sencillos. El Como se siente el ser mamá de un precioso bebé, es lo que Joan Blondell dice al director Archie Mayo, Glenda Farrell y Al Jolson en el set de “Go Into Your Dance,” de Warners. Detrás de Joan está su esposo George Barnes. CINELANDIA, ABRIL, 193 misterio les engrandece. Yo me imagino 4 la Garbo en la cocina de su casa, friéndoy unos huevos con cebolla para el desayuno mientras muchos de sus admiradores la jm. ginarán en su lecho, envuelta en una túnica | creada por Adrián, sirviéndose caviar que le trae una doncella ... Pero ahora la Garbo nos acaba de dar una sorpresa mayúscula. Ha salido al aire libre, como el avestruz que saca la cabeza $ del escondrijo, y nos ha ofrecido el especti. culo de su humanidad simple y normal, agra. dable de ver y de oir. Pero además nos ha probado una cosa más importante: que q | mucho más famosa y provoca mucha mayor | curiosidad que estrella alguna de la pan. | talla. E incluímos en esta última serie 4 | | mismísima Marlene Dietrich, la única que con ciertas probabilidades, ha podido Comp tir con la estrella sueca. No hace muchas noches, a eso de las seis recibí yo un llamado telefónico de un mucha. cho a quien conozco y que trabaja en Il Trocadero, el restaurant de moda de la q. lonia fílmica. —Venga esta noche . Garbo... 4 No alcancé a preguntarle cómo lo sabía, Pero como no era la primera vez que me ofrecía un “informe” interesante—porqu aquí en Hollywood se dan informes sobr las estrellas de la pantalla como en nuestro; países se les dan sobre los futuros ganado res de las carreras del domingo—le creí y | me decidí a ir. Hacía años que no había visto de cerca a la estrella sueca, comom ? fuese de pasada entrando o saliendo de lu estudios de la Metro. Conservo, eso sí, ul récord periodístico envidiado en Hollywood; | el de haber sido el último que le hizo un entrevista, en 19283, días antes de que la es trella se encerrase en su mutismo y se negas | . va a venir l a toda charla con fines de publicidad. La Hegada de Greta No sólo estaba lleno el local, sino la calle; el “informe” había corrido como reguer de pólvora. Había media docena de full grafos escondidos en diversos sitios, un dentro de automóviles de alquiler, otros de trás de los tablones de un edificio en Com» trucción, algunos más en la azotea del frente Pero todos salieron más o menos defraul > dos. La Garbo entró por la puerta poster se bajó de su limousine casi en las mism narices del chef asomado a la entrada l las cocinas y por allí mismo salió más tart cubriéndose el rostro con el abrigo. Pen dentro del local estuvo, eso sí, en libertal si bien los administradores del estable miento se negaron rotundamente, por delt rencia a sus clientes, a permitir que se” mase fotografía alguna. De modo que 0 ha quedado un recuerdo muy definitivo l la escapada de la Garbo, si bien más algún diario se ha apuntado con alguna IM* tantánea que bien puede ser ella como 0% dama cualquiera ... No se hablaba de otra cosa en Hollywo! " aquella noche y la siguiente mañana. ¿Vi , a la Garbo? ¿Qué hizo la Garbo? ¿Cm | fué el encuentro de la Garbo y la Dietrid'| Lo mismo que si en Londres se hubiese visi a la Reina María yendo a un cabartl! bailar un fox-trot ... A las nueve de la noche el café est repleto. Todas las mesas estaban ocupada menos una que tenía un emocionante carte lito de “Reservada.” Era la mesa pa! Garbo. ¿Con quién vendría? ¿Cuándo vel dría? ¿Cómo se había sabido? Se cont! taba que álguien había reservado la uN mencionando el hecho de que era para Mi Garbo y sus amigos. Y algún mozo Ml e creto había hecho correr la nueva. Léa los anuncios de CINELANDIA. Valiosos e interesantes.