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Un bue
¿Puede un director de cine obtener triunfo mayor que llevar a su estrella al altar?
66 LO MENOS,” dice Lubitsch, “el matrimonio le asegura al director la obe
diencia de su estrella. ¿Qué más puede desearse en el set donde todo es batallas interminables entre la estrella, el director y sus asistentes ?”
Pero el casamiento de Margaret Sullavan con su director William Wyler, no fué ante un altar. Fué una unión prosaica ante un juez de paz y en traje de calle.
Y es porque las estrellas de Hollywood dan siempre a su público lo que ellas no tienen. Parecen felices, sus
EA
Arriba, en el círculo, Margaret con su leading man,
po Marshall, y en la página opuesta, el vestido e novia que luce ella en “The Good Fairy,” film Universal.
Arriba, una foto de Margaret Sullavan y su “director,” en el set de “The Good Fairy.”
POR MARCELO ALFONSO
espíritus son sin embargo pasto de ambiciones, de preocupaciones, de ilusiones deshojadas. Parecen jóvenes; las más de ellas llegan a su alta condición de estrellas cuando confrontan el fantasma de los treinta años. Y treinta años de una artista equivalen a cuarenta y cinco de cualquier mortal.
Han reflexionado alguna vez mis lectores en que las mismas estrellas a quienes admiran vestidas de novias no han usado casi nunca en la vida privada ese vestido? Las más de ellas se casaron cuando eran demasiado pobres para comprarlo. Otras quisieron casarse en secreto, o de prisa, entre dos representaciones (va a la página 36)