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CINELANDIA, JULIO, 1935
«Lives of a Bengal Lancel”; el viejito Etienne Girardot, que nos hizo reir tanto interpretando al lunático pegador de-etiquetas en “Twentieth Century”; Ferdinand Gottschalk, que actúa en personajes típicos, menudo, de piernas dobladas y nariz aguileña;
Luis Alberni, el actor catalán a quien hemos visto en muchas películas y últimamente en “One Night of Love,” como el secretario de Tullio Carminati. La lista es muy grande y contiene varios cientos de nombres, y eso me obliga a recordar solamente a los más importantes.
El elemento característico femenino no es tan abundante. La mujer no se resigna, como el hombre, a ser fea y verse así en la pantalla, de modo que hay algunas veces todo un drama y otras un gran sacrificio, en aquellas que sin ser precisamente maduras ponen en ridículo su físico para interpretar personajes característicos.
En esa categoría están, por sobre otras, dos actrices jóvenes aún pero no precisamente bonitas, a quienes el público ha visto poco pero ambas son dignas de admiración. Una de ellas es Florence Eldridge, gran actriz de teatro, esposa de Fredric March y quien ha aparecido fugazmente en la pantalla. La vimos una vez en un papel de carácter muy bien interpretado en “The Story of Temple Drake” y acabamos de verla de nuevo, siempre sobria, en el papel de Fantine de “Les Miserables.” La otra es Elsa Lanchester, la esposa de Charles Laughton, que se destacó encarnando a una de las esposas de éste en “The Private Life of Henry the VIII.” Hace poco la hemos visto de nuevo, siempre ridiculizada, en “David Copperfield,? “Naughty Marietta” y en “The Bride of Frankenstein.”
Además de éstas, se destaca la inimitable Edna May Oliver, que se ha especializado en la labor cómica; la característica Jesse Ralph, que acaba de triunfar como el ama de David Copperfield en la película del mismo nombre; Aline MacMahon, posiblemente la mejor de todas las actrices caracteristicas todavía jóvenes; Marjorie Rambeau, que se ha especializado en mujeres que han caído en los más bajos ambientes; Janet Beecher, de cierto parecido físico con Marie Dressler, a quien hemos visto últimamente como la esposa de Wallace Beery en “The Mighty Barnum”; Beryl Mercer, que ha venido haciendo madres del bajo pueblo desde que nos emocionó en “Sin Novedad en el Prente”; Alice Brady, siempre inefablemente tonta en todas sus interpretaciones; y Billie Burke, que se ha hecho un sitio definitivo en el cine, interpretando mujeres maduras del stan mundo, de una simplicidad muy social, Pero siempre útiles e infaltables en todo ambiente aristocrático.
He ahí, en resumen, la flor y nata del elemento característico de Hollywood, sin el cual no podría haber una buena película. Son el cimiento y el aliño de todo buen argumento y hay veces en que los protagoDistas de una película en preparación tiemlan y hasta se niegan a actuar, si saben que el reparto contendrá el nombre de algún amoso “ladrón de triunfos,” como se llama, Por ejemplo a Frank Morgan, que lo arreata siempre en las películas en que actúa, se Muy importantes que sean los astros a Qlienes supone ayudar con su actuación.
( ECUERDAN USTEDES a Herbert E peamlinson? Allá por el año 1922 era oli ir extremadamente popular y sus a as de aventuras entusiasmaban a la A Acacia infantil. Hoy, después de treE ma de alejamiento, durante los cuales ha la dedicado al teatro, vuelve a Hollylo a actuar en papeles importantes en s estudios de Paramount.
e)
Madge Evans se retrata frente a uno de los edificios de la Exposición de San Diego, California, próxima a abrirse.
UN “SUENO” HECHO REALIDAD
(viene de la página 15)
de estas obras, ellas habían permanecido enterradas.
Pero de pronto llega a Hollywood Max Reinhardt, el titán de los metteurs de scene alemanes, y todo Hollywood sufre una conmoción. Reinhardt va a representar en el teatro al aire libre conocido como el Hollywood Bowl, el “Sueño de una noche de verano.” Sus actores los escoge entre las estrellas. Los productores le facilitan todos los elementos de trabajo. El público acude en masa a celebrar el magno espectáculo. Hollywood Bowl, con su techo de estrellas, sus perspectivas de montañas cubiertas de verdura, su gran escenario, etc., es para el director alemán la revelación que su punto de vista teatral debe encontrar, con suficientes medios de expresión, cumplido éxito. Por muchos años ha venido representando en Europa a Shakespeare, a Esquilo, a Sófocles, en teatros al aire libre, tratando de que el público pudiera, por la magia del ambiente y de la mise en scene volver a participar de las emociones que sintieron los primeros públicos de Shakespeare y de los dramaturgos griegos.
Ningún medio de expresión tan poderoso,
piensa Reinhardt, como el cine. Todas las fantasías de Shakespeare, todos sus sueños, pueden adquirir sangre y carne. Sus brujas, sus hadas, sus ninfas, sus faunos, sus bosques mágicos que demandan escenarios de perspectiva infinita, pueden al fin encontrar en el cine su propio medio de expresión.
Y Reinhardt comienza la tarea gigantesca. Warner Brothers acoge con entusiasmo su idea. Y se piensa naturalmente en “Sueño de una noche de verano” como la primera experiencia con el genio de la escena alemana y con Shakespeare.
Warner Brothers ha dado todo su apoyo a Max Reinhardt. No sólo un millón de dólares para los gastos de producción, sino también todas sus estrellas, la contribución de sus cuarenta departamentos técnicos, el talento de sus designers, de sus compositores musicales, etc. En muchos sentidos esta cinta puede mirarse como un experimento del cine futuro. Ha demandado más atención, más actividad y más talento que seis de las mejores películas del año puestas juntas.
Nada parecía más difícil que convencer a diferentes primeros actores de que debían
Cuando escriba a los anunciantes, mentione CINELANDIA.