Cinelandia (November 1935)

CINELANDIA, NOVIEMBRE, 1935 Laughton que no han llegado aún a esa edad, especialmente el segundo, que 'es en realidad mucho más joven de lo que aparece en la pantalla, verdadera excepción a la regla. Pero es posible augurarles sus triunfos más grandes en los años venideros. Y por último, entre las actrices, el caso de Billie Burke es definitivo. Buena estrella juvenil a los veinticinco, es ahora doblados los cuarenta, una actriz espléndida, cuya simpatía y cuya habilidad histriónica nos hacen olvidar su edad. Porque si la juventud puede atraernos de una manera plástica y física, se necesitan por lo menos cuarenta años para desarrollar una mente que nos subyugue por su personalidad, su agudeza o su intención. COMO DESCANSAN ... (viene de la página 23) a Nueva York. —No me dejan un momento libre—dice quejándose—. Hago una película tras otra . . « Es inhumano... Y hay que ver lo que significa el “descanso” de muchos artistas de la pantalla, especialmente de aquellas estrellas sin experiencia que por no saber lo que las espera escogen siempre a Nueva York, la ciudad por la cual Hollywood suspira más. Porque en realidad, siendo los estudios como fábricas cerradas herméticamente a la curiosidad popular y realizándose el trabajo de filmación entre cuatro paredes, el artista de la pantalla tiene escaso contacto con el público y no recibe los halagieños homenajes de la muchedumbre. En sus apariciones ante el público en Hollywood—premieres de grandes películas, fiestas deportivas, bailes en hoteles y cabarets—la masa de curiosos que rodea los locales es siempre la misma. Es la población de Hollywod que de una manera u otra está conectada con el cine. Son las esposas y los hijos de los operarios de la industria, que aunque familiarizados con astros y estrellas quieren verles de cerca una vez más. Es que la vida de Hollywood resulta como la de una gran fábrica o la de una pequeña ciudad industrial. —La salida de una premiere—decía un astro—con mujeres y niños esperándonos para pedirnos un autógrafo o aplaudirnos, es como la salida del trabajo en la boca-mina de un yacimiento carbonífero, con las familias de los mineros esperándoles .. . Y aunque la comparación sea exagerada, hay algo de verdad. Por esa causa, hay gente de cine que quiere ir a Nueva York, donde se les admira y aplaude en un ambiente de gentes aristocráticas o entre el elemento artístico y bohemio que forma el barrio latino de la ciudad de los rascacielos. Estas estrellas y astros claman todo el año ante los productores, que se les dé una oportunidad de “descansar.” Y apenas llega la ocasión huyen en avión a Nueva York, con permiso para permanecer lejos del estudio quince días. o un mes. Y al llegar allí comienza el “descanso.” En el aeródromo les espera el Jefe de la Propaganda de las oficinas neoyorquinas y medio ciento de periodistas y fotógrafos. Una hora junto al avión, posando, y en seguida un desayuno o un te en el hotel, en honor de los periodistas. La estrella protesta al Jefe de la Propaganda. —He venido a descansar. —Naturalmente—dice aquel—, pero a los periodistas mo se les puede rechazar. Es muy útil ser atentos con ellos. Y se realiza la fiesta en la cual cada repórter lleva a la estrella a un rincón y le hace separadamente una entrevista, sin permitir que nadie escuche. Total, cuatro, cin Cuando escrib co o seis horas de hablar, contestar y pensar respuestas ingeniosas. Carole Lombard tuvo que someterse a veinticuatro entrevistas el día de su llegada a Nueva York, cuando en Hollywood jamás acepta más de dos a la semana. Y Claudette Colbert fué entrevistada por cincuenta y un periodistas durante diez días de permanencia en la gran ciudad del Atlántico. Pero el Jefe de Publicidad no termina allí. Ha preparado un programa de radio. La próxima película de la estrella se va a estrenar pronto y ese programa será una gran ayuda. La actriz protesta nuevamente. —¿Y qué tengo yo que ver con eso? Es cuestión del estudio si ganan o pierden .-.. Pero el agente tiene su respuesta: —Si la película no da dinero, el contrato no se renovará ..... La estrella se pone pálida a la sola enunciación de la posible pérdida del contrato en ese momento en que está comprando, por mensualidades un Rolls-Royce, un abrigo de chinchilla, un yate o una casa en Beverly Hills. Y acepta el programa que requiere una semana de ensayos, entrevistas, visitas a la prensa, etc. En realidad, la actriz quiere recibir los homenajes de sus admiradores neoyorquinos, pero no imagina el precio que cuestan. Un cabaret la declara huésped de honor. Debe ir, hablar, cantar y agradecer. Un asilo la invita a una fiesta cualquiera y debe presidir, saludar, besar los huerfanitos, etc. Un embajador en Washington se interesa por conocerla. Se trata de un país que es buen mercado de las películas de ese estudio. Hay que ir. La cena es de etiqueta, grave, estirada, con la mar de damas que clavan sus impertinentes en la estrella. Y si ésta, por desgracia dice algo liviano, como se habla en Hollywood, ¡lo que tendrá para comentar la prensa de Washington al día siguiente! De vuelta en Nueva York se le pide que hable en un club de señoras, sobre la moda en la pantalla; que explique en otro club cómo se hace un guiso que lleva el nombre de la estrella y que ésta jamás ha preparado ni comido, pero que aprende a condimentar con una maestra ad hoc, pocas horas antes de su presentación ante las socias del club. Y de la mañana a la noche, en el hotel, en el restaurant en donde come, en el teatro a donde va, en la playa en donde pretende descansar, etc., se le acerca gente intrusa que la saluda, le pregunta su opinión sobre sus propias películas y sus galanes y le pide autógrafos o la invita a fiestas que se hacen con el sólo objeto de lucirse la dueña de casa con la presencia de una estrella. Y el Jefe de Publicidad la acosa obligándola a ir y venir—por razones de propaganda—advirtiéndole a cada paso que debe satisfacer los deseos del presidente de la empresa, que es de paso el que pone su visto bueno y su firma en la renovación del contrato . . . Hay veces que para el estreno de una cinta en alguna ciudad del interior de los Estados Unidos, el teatro favorecido con la presentación solicita de Hollywood el “envío” de alguno de los artistas principales del reparto de la obra, comprometiéndose a pagar todos los gastos de viaje y estadía del artista. Y hay astros y estrellas que aceptan la invitación con la esperanza de descansar y la secreta ambición de advertir el entusiasmo y la admiración de ese público cuando se presente en el escenario. Y la viacrucis comieza aún antes de llegar al destino. Una comisión va a recibirla a una estación del camino, compuesta casi siempre de esa gente sin calificación exacta ni oficio definido, siempre lista para esas funciones sociales engorrosas. Le tienen un apartamento preparado en el hotel —el menos apropiado y el de peor gusto—y hasta suelen asignarle una dama de compañía, que es casi 51 TELEVISION Y CINE SONORO Le enseño a ganar dinero desde un principio y le dez este e opt de Herramientas -—— SI COSTO EXTRA — para que haga los trabajos le producirán dinero inmediatamente. 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